Capítulo XXVI: Me encantas cuando eres obediente.

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Fiamma:

Había pasado tres horas amarrada, me quedé dormida, mis brazos se durmieron. Me dolía todo mi cuerpo. Me desperté gracias el chillido que hizo la puerta al abrirse. Abrí los ojos poco a poco y vi como Giacomo bordeaba con una mirada súper intensa y perversa. Tenía un sonrisa de sorna, le encanta verme así. Totalmente rendida a sus pies. 

-Me encantas cuando eres obediente-. Dijo con mucha sorna. No dije nada simplemente dejé que tuviera su momento de gloria.- Eres preciosa cuando estas callada-. Escuchar su tono de voz, me hacía estremecer, estoy a la presencia de la persona de quién me he enamorado. 

-¿Me vas a soltar?-. Se me salió, lo estaba pensando.

-¿Y por qué haría eso?-. Metió sus manos en sus bolsillos.

-Por favor...-. Exclamé.- Giacomo, mis brazos duelen-. Lo último lo dije con voz suplicante.

-Eso es lo que me gusta a mi...-. Se inclinó para hablarme de cerca.- Que sufras.

Me estremecí, sentía un vértigo que me mareaba, simplemente estaba en presencia en un posible psicópata, y bueno, de ese psicópata estoy enamorada.

-Suéltame, Giacomo. Haré todo lo que tu quieras, pero suéltame, me duelen muchísimo mis brazos-. Seguí suplicando.

-¿Lo que sea?-. Enarcó las cejas incrédulo.

-Lo que sea-. Titubeé un poco, pero logré recuperarme.

Giacomo me tomó por la cintura. Elevó mi torso del suelo, sentí que la sangre de mi brazo derecho volvía circulándose, haciendo que me diera una calambre. pero, al menos, estaba sentada y recuperada un poco el control de mi cuerpo.

-Arrodíllate-. Ordenó, y sin más, tuve que hacerlo. Junté mis piernas y me senté sobre mis rodillas.- Mírame-. Volvió a ordenarme. Lo hice, alce mi rostro y le vi. Su mano acarició mi barbilla, mejilla y se detuvo en mis labios, su pulgar en ellos.- Abre la boca-. Abrí y él introdujo el pulgar en mi boca. Chupé, Giacomo se regocijaba tenerme así. Su respiración sale desbocada, está completamente excitado, se quitó el cinturón y desabrochó sus pantalones. Se quitó la chaqueta, luego su chaleco. Deshizo el nudo de su corbata, desbotonó su camisa, quedando su torso expuesto. Acariciaba mi quijada levantando mi rostro.- Eres preciosa. Así que te pediré un favor, linda.

-¿Cuál?-. Se me salió, no pude evitar decirlo, solo fue un impulso.

-Que espero que lo hagas bien. Ya que de ti depende esto-. Dijo entrecortado. No comprendo de lo que me está diciendo, ni siquiera sé lo que voy hacer. Bueno, sé que tendré sexo con él, pero, no sé que tipo sexo vamos a hacer.

-No entiendo lo que me dices-. Estoy confundida y eso a él le agrada.

-Muy pronto lo comprenderás-. Su tono frío y perverso fue el que me descolocó, ahora veré que locura cometerá. Se bajó el pantalón y junto a sus boxers enfrente de mi, pude ver vigorosidad, estaba muy cerca de mi rostro, si me avanzo un centímetros más la tendré tocando mi cara. Abrí los ojos en par en par, vi a Giacomo, quién sonrió.- Abre la boca-. Lo hice, se posicionó, acercándose, sentí su longitud rozar mis labios. Metió "eso" en mi boca.- Ahora chupa-. Succioné su longitud hasta llegar a la mitad de ella, se siente muy raro tener eso en mi boca. Si había escuchado del sexo oral que la mujer le hace al hombre, decía que eso era asqueroso, pero ahora que lo estoy haciendo, me parece algo no excitante ni tampoco asqueroso. Solo algo raro. Giacomo tenía mi mano en su cuello, las yemas de sus dedos presionaban mi nuca y la tiraban de atrás hacia adelante.- Respira por la nariz-. Me decías, mientras su longitud llegaba hasta mi garganta. Mi saliva se resbalaba por mis labios, y me ahogaba que eso llegara a tan profundidad. Me estoy atragantando. Ya decidí que era suficiente, eché mi cabeza hacia atrás, pero justo en el momento en que lo estoy haciendo, siento algo espeso y muy pegajoso en mi lengua, había eyaculado dentro de mi boca, trato de botarlo. Giacomo me levantó el rostro por el mentón, pone una expresión de advertencia.- Trágatelo-. Me esforcé por tragarme su semen, lo logré. Él asintió, por fin puedo respirar.- Acuéstate-. Me acosté, acomodé mis piernas hacia un lado, sacó una llave, la metió en la cerradura de la esposas que estaban en mis tobillos. Me liberó de ellas, las cogió, me dio la vuelto y luego me quita las esposas de las manos.- Levántate-. Con dificultad me pongo de pies, me besó, con tanta desesperación que hace que mis labios duelan. Los muerdes, los hala, los succiona. Enreda sus dedos en mi cabello, me elevó del suelo. Avanzó unos pasos y nos dejamos caer en la cama.

-Giacomo...Gia...-. Gemí, estaban tocando la puerta y al parecer eso a él no le importaba.

-Dime-. Susurró en mis labios.

-Están tocando la puerta.

-Que sigan tocando-. Sus manos se apoderaban de mis nalgas.

-No... y si es...Taylor-. Se detuvo al nombrar a su novia, me miró frustrado. Suspiró y se alejó de mi.

-Vístete-. Giacomo me dio un albornoz que encontró en el closet. Me la puse con mucha rapidez.- Veré quién es el que me está interrumpiendo-. Se abrochó los pantalones, se dirigió a la puerta y la abrió, su rostro se asomó, exhaló aliviado. Yo no sabía quién era, pero él se tranquilizó.- ¿Ahora qué quieres Fabian?-. ¿Fabian? ¿Es mi hermano? Él está hablando con mi hermano. Giacomo me miró, viendo mi expresión, se me humedecieron los ojos. Entre mi hermano y yo nunca tuvimos una buena relación, pero me reconfortó el simple hecho de que estaba ahí.- De acuerdo, puedes hablar con ella-. Giacomo abrió la puerta y vi a mi hermano allí parado a unos metros de mi. Tiene puesto su uniforme de escolta negro. Entró.- Los dejaré solos-. Giacomo sale de la habitación y cierra la puerta.

-Dime, Fabian-. Murmuré con un poco de desdén.

-Fiamma. Vine por qué quiero hablar contigo-. Se metió las manos en los bolsillos.

-¿Para qué? ¿Para que me digas que me merezco esto?-. Exclamé, pero fue más un sollozo que un exclamo.

-No...-. Susurró algo agobiado.- Para decirte que no me gusta verte así. Sabiendo que eres la fulana de alguien que te dobla de edad. 

-Bueno, tu y mamá me convirtieron en eso, ¿qué pretendías al entregarme en bandeja de plata a este hombre? Pensarías que al entregarme a él no iba a suceder esto. Que solamente iba a tenerme aquí tranquila sin hacerme nada ¡Pues te equivocas!-. Se me desgarraba la voz.- ¿Qué les rondaba por la cabeza a ustedes? ¿Qué yo soy una prostituta?

Él se frotó la cara y negó con la cabeza.

-No se trata de que seas o no prostituta, Fiamma...-. Lo interrumpí.

-Entonces ¿de qué se trata? ¿de salvarle la vida esa señora que lo único que ha hecho es amargarme la vida? o de ti para que tu jefe te ascienda de puesto?-. Ahora me he convertido en una insignificante puta.

-Es que tu sabes el estado económico en que estábamos.

-¡¿Y que?! Hay personas que están en peores condiciones y por eso no vende ningún miembro familiar a un pervertido, solo por sus problemas de dinero. Trabajan para estabilizarse y simplemente ustedes escogieron el modo más fácil. No les importó mi opinión o lo que pudiera sucederme.

-¿Y tu piensas que fue fácil para nosotros venderte?-. Cuestionó.

-¡Claro! ¡Porque ustedes solo pensaban en beneficiarse a costa de mi!-. Grité.

-¿Sabes qué? ...Espero que algún día lo entiendas.

-¿Entender que? ¡Dime! ¡¿Entender que?!-. Lo empujé.

-Entender de que te sacrificaste por nuestra madre.

-¿"Nuestra"? O querrás decir "tuya"-. Limpio mi cara.- Todo esto me está pasando por sus culpa. Esto...-. Señalé a las esposas y cadenas que están en el suelo.- Me he convertido en la esclava y juguete sexual de ese maldito pervertido. ¿Sabes qué es eso? Que tengas que estar dispuesta a todo aún cuando ni siquiera sabes lo que es eso. Recibir maltratos, humillaciones y violaciones, solo porque sacrificarte por una madre codiciosa que pensaba exclusivamente en ella-. Lo último que dije me salió como un lloriqueo.

-Pero, no entiendo. Si tu lo estabas disfrutando cuando te vi en la piscina.

-Verga, si tu piensas que yo lo estaba disfrutando, pues, una vez más te equivocas...-. Cerré los ojos con fuerza y trague saliva.- Si crees que te voy a disculpar por lo que me hiciste, no lo esperes porque no te la voy a dar. Nunca te voy a perdonar por esto. Ya que tu...-. Le señalé con el dedo, desafiante y llorosa.- Y esa maldita vieja destruyeron lo que había de bueno en mi, aparte de Giacomo, ustedes son los primeros causantes de que yo me haya convertido en un insignificante juguete roto.

Fabian se le llenaron los ojos, se dio la vuelta y se marchó caminando con decisión. Colapsé, me acosté en el suelo lloré desconsoladamente, mis lágrimas caían por mis sienes, me duele tanto que mi hermano mostrara esa indiferencia conmigo, es un dolor asfixiante. Sentía que me desgarraban por dentro, como si cada palabra que haya salido de su boca me hubiera golpeado.  


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