Capítulo XXVII: Muerte de Fabian.

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Maratón 3/5

Fiamma:

Odiaba a Giacomo. Tenía mi piel quemada e irritada. Había pasado toda la maldita noche llorando, habían manchas rojizas en mi torso, piernas, incluso, mi zona íntima. No podía ni siquiera rozar mi piel del ardor que sentía en aquel momento. Ya es hora de irme de esta maldita casa.

Había pasado toda la noche al lado del hombre que me hacía sufrir. Lloraba mientras él dormía, mientras que me sujetaba por la cintura y me pegaba a su cuerpo. Ni siquiera podía dormir porque tenía al demente durmiendo a mi lado y yo era otra demente por dejar que él me hiciera esas cosas.

Limpie mi rostro sabiendo que si se despertara y me veía de esa forma, iba a colapsar. Yo soy tan estúpida al acceder a su maldita fantasía. Hubiera dicho que no, pero, ¿qué más podría hacer?

A Giacomo se le había escapado un gemido mientras dormía. Luego se movió y yo de golpe cerré los ojos fingiendo estar dormida. Tiró de mi para pegarse aún más. Me dio un beso en el cuello y su rostro se hundió allí. Depositando besos en ese lugar. Cualquier chica que le hagan eso, se sentiría bien, pero en este momento diría que no puedo sentir nada más que rechazo hacia todas sus caricias.

Ya me parecía repulsivas y repugnantes. Pero tenía que pretender que me gustaban. Algo que era muy dificil. Fingí que me despertaba y que me gustaban sus besos. Rodeé su cuello con mi brazo.

Al ver, que ya estaba despierta comenzó a besarme en los labios. Su mano bajó hasta mis caderas, las rodeó y su palma caliente se deslizaba por mi nalga izquierda. Giró quedando sobre mi. Tomó mis manos y las colocó por encima de mi cabeza.

Empezó con sus embestidas mientras besaba mi torso. Arqueé la espalda y eché la cabeza hacia atrás. Ahogaba gritos y gemidos que escapaban de mi boca. Mi pecho subía y bajaba al ritmo de mi respiración.

Nos detuvimos de golpe al escuchar que tocaban la puerta. Lo golpes eran de desesperación.

Giacomo maldijo. Se apartó y yo tomé la sábana para taparme. Él se levantó, cogió sus boxers se lo puso y luego sus pantalones. Camina hacia la puerta y la abre.

Sale de allí dejándome sola y desamparada.

Me levanté de la cama y me puse mi ropa. Avancé hasta la terraza para pensar. Me apoyé en la barandilla y contemplé el paisaje.

Miré hacia un lado, y vi a un grupo de guardaespaldas, Giacomo estaba hablando con ellos cuando. ¿Qué habrá sucedido? Me quedé allí observando. Uno de ellos decidió arremeter contra Giacomo apuntándole con arma. Lo demás le estaban apuntando a él con sus armas.

Por impulso, salí de la habitación. Bajé las escaleras a toda prisa.

A llegar a la puerta principal, quería abrirla pero estaba cerrada. Todavía seguía ese espectáculo. El hombre nervioso seguía apuntándole a Giacomo.

-¡Fabian, no tienes que hacer esto!-. Gritó Giacomo.

¿Mi hermano le estaba apuntando a Giacomo?

-¡Fabian!-. Grité y él volteó. Me miró asustado.- ¡¿Qué estás haciendo?!

-¡Fiamma! ¡Fiamma, te sacaré de aquí!

-¡No! ¡Fabian, te matarán! ¡Baja el arma, por favor!-. Chillé.

-¡Perdoname! ¡Perdoname por haberte vendido! ¡Sé que estás pasando un infierno, pero te aseguro de que te sacaré de aquí!-. Gritaba como un desquiciado.

Trataba de abrir la puerta, pero estaba con seguro. Empujaba esa puerta, no puedo a perder a mi hermano, no. Mi mamá le dará un infarto cuando sepa que Fabian terminará en la cárcel o, peor aún, muerto.

$Vendida$Donde viven las historias. Descúbrelo ahora