Capítulo XXV: Shibari.

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Maratón 1/5

Fiamma:

Desperté de súbito, alguien me zarandeó, al ver la persona, es Beatriz. Me había quedado dormida en el suelo. 

-¿Señorita se encuentra bien?-. Extendió sus manos. Las tomo y me ayuda a levantarme.

-Digamos que si lo estoy-. Lo dije con voz contenida.

-Bueno, vaya a ducharse y luego baje a desayunar que el señor la está esperando-. ¿Será que no puedo tener un día sin ver a Giacomo? Me voy al baño, la luz encandilante me golpea duro en los ojos, me miro en el espejo con un poco de dificultad. Contemplo mi imagen y lo único que puedo observar es a un objeto insignificante que ya lo han utilizado tantas veces que solamente perdió las esperanzas. Siempre dicen que eso es lo último que se desvanece, yo antes pensaba lo mismo, con todo el rollo de mi madre y nuestros problemas financieros tenía esa esperanza, pero ahora... simplemente me parece una ilusión. Ellos destruyeron lo bueno en mi y no creo que se merezcan mis disculpas y mucho menos mis lágrimas.

Me desvisto, entro a la ducha y dejo que el agua fría entumezca mi cuerpo.

**********

Bajo las escaleras y en el comedor está él, sin más que hacer tuve que sentarme a su lado, no vi su rostro solo limité mi vista al plato. Giacomo comía y no decía nada, solo se escuchaba el sonido del tenedor impactando con la porcelana de su plato. Una de las criadas trajo mi desayuno, lo colocó sobre el plato y el vaso de jugo de naranja en la mesa, no tenía hambre, así que tomé el tenedor y comencé a jugar con la comida. Giacomo se dio cuenta, tragó la comida que estaba masticando.

-¿Por qué no comes?-. Se limpió con el pañuelo los labios.

-No tengo hambre-. Respondí cabizbaja.

-Pero intenta comer algo-. Señaló la comida.

-No quiero, no tengo apetito-. Deje el tenedor en el plato, y pongo los codos sobre la mesa. Sé que es de mala educación, pero ya me importa una mierda, apoyé mi rostro en la mano.

-Oye, Fiamma...-. Lo interrumpí.

-¿Por qué dejaste que Fabian entrara y tuviera una conversación conmigo?-. Espeté.

-Yo creí que ustedes debían hablar-. Respondió bebiendo lo que restaba de su sorbo.

-¿"Creíste"?-. Asentí la cabeza un poco desafiante.- Nunca imaginaste que haciéndolo me dañaría aún más. ¡Ah no! Es verdad es que a ti no te interesa saber eso-. Me levanté, intente de caminar, de hecho di con unos pasos cuando sentí que Giacomo cogió mi brazo y me estampó con su pecho.

-¿Crees que no me duele saber que esto te afecta?-. Dijo con rotundidad que marea.

-¿A ti? ¿Dolerte? ¡Vaya! No sabía que las personas como tu tuvieran sentimientos y sintiera algo por una adolescente de 17 años que solamente la utilizas para penetrarle todos los orificios habidos y por haber de su cuerpo-. Ironicé. 

Giacomo dio un suspiro, se humedeció los labios y aflojó su agarre.

-¿Por qué eres así?-. Frunció el ceño.

-¿En serio vas a preguntar eso?-. Murmuré con desdén.

-Si, lo voy a preguntar. Yo te quiero ayudar-. Está serio, pero el tono de su voz sonó algo suplicante.

Solté una risa desganada.

-Soy así por tu culpa. Tu simplemente te encargaste de convertirme así y no preguntes cuando tu tienes todo el papel principal en mi transición-. Hablé en voz baja y muy rápido.

$Vendida$Donde viven las historias. Descúbrelo ahora