-5-

154 17 1
                                    


La ciudad estaba menos viva de a como la recordaba, cada paso que daba, me hacía sentir cada vez más nostálgico, más melancólico.

No todo seguía igual, a decir verdad, varias cosas habían cambiado, la suficientes cómo para que no me sintiera en la misma ciudad donde había crecido, sin embargo... mi mente parecía rellenar con recuerdos viejos los espacios que eran diferentes, haciéndome recordar todo tal cual era.

Mi mente era una puta mierda.

No podía calmarme ni drogado.

Dejé de caminar justo frente a la fuente. En esa fuente donde Tom y yo nos habíamos colgado una vez, con nuestros amigos, y la policía nos vio, terminamos en la comisaria bajo los cargos de vandalismo, y disturbios en la vía pública.

Mamá se enfado mucho con nosotros esa vez, tanto que hasta pensó en mandarnos con nuestro padre, y a Tom a mi, no nos pudo parecer más exagerada y graciosa su reacción.

Mi gemelo y yo siempre andábamos metidos en problemas...

Sonreí, no a plena conciencia, sólo hice lo que me nació. Moví mi cuerpo, intentando entrar en calor. Me senté en el borde de aquella fuente que resguardaba el agua.

No sabía porqué sonreía, le placer de la droga tenía mucho que ver en eso de seguro.

Sonreía cómo un tonto cada vez que me drogaba.

Bueno, ya no estaba sobrio, pero al menos no alucinaba su voz en todas partes.

Romee me había vendido la cantidad exacta de droga qué podría llegar a consumir en mi corta estadía, gracias a dios, ya tenía todo solucionado.

-Disculpa, ¿Puedes tomarnos una foto? – Dijo una voz femenina a mis espaldas. Salí de mi trance mental, y sin poder borrar mi sonrisa, me giré hacia la voz de la muchacha de manera torpe, casi tropezaba con mis pies. Ahora si que mi sonrisa se borró, cuando pude verla a los ojos me costó reconocerla, la última vez que la había visto tenía cómo trece años, era la hermana de Brandon. Bueno no recordaba bien si trece años... quizá más... quizá menos...

Una sonrisa reluciente apareció en su rostro, para mi desgracia me reconoció.

-¿Bill? – Dijo agachando su cabeza, intentando conectar la mirada con la mía cuando intente ocultar mi cara de drogado con la capucha. Esperaba que no se diera cuenta de que estaba colocado o quedaría muy mal parado. – Eres Bill, ¿Verdad? – Sus ojos celestes me reconocieron y su sonrisa se ensanchó.

-Hola... – Dije sacándome la capucha y trantando de lucir lo más sobrio posible. No podía recordar su nombre, por lo que me limité a levantar mis hombros de manera incómoda.

-¡Wou! ¡No puedo creerlo! ¡Nunca más nadie supo nada de ti! ¿Cómo estás? – Giró su cuerpo hacia su amiga, que me miraba con los ojos muy abiertos. – Puedo llamar a mi hermano... ¡Se pondrá muy feliz de saber que estas vivo!

Sacó su celular comenzando a tipear rápidamente. Posé mi mano sobre la suya para intentar persuadirla de qué no lo hiciera.

-Oye... no quiero sonar grosero, pero... – Dejó de tipear y bajó el celular, alejando su mano de la mía, y frunciendo sus cejas. – Nadie sabe que estoy aquí...

-Ah...

La hermana de Brandon volteó a ver a su amiga, ambas se miraron confundidas. En ese instante lo recordé, me costaba reconocerla porque estaba rubia, y ella siempre había sido morocha. Notarla tan mujer me hacía sentir más melancólico de lo que ya me sentía, el tiempo la había cambiado demasiado.

Miré el suelo, sintiendo mi frente adormecida, y mis extremidades entumecidas. Relamí mis labios sintiendo ardor al pasar mi lengua por ellos, tenía los labios partidos.

Levanté mi vista hacia la hermana del que alguna vez había sido mi amigo, que se había alejado unos pasos y estaba pegada a su amiga, escribiendo rápidamente, lucía nerviosa.

Mierda.

Era obvio que hablaba con su hermano por WhatsApp.

Pestañeé varias veces, debía irme a la mierda de allí.

-Fue un gusto cruzarte, que andes bien. – Dije levantando mi mano a modo saludo, a lo que sus ojos celestes se tornaron desesperados. Me giré para irme pero su mano me tomó del brazo en donde me había inyectado hacia una hora, apreté mis dientes para no gritarle, sentía el brazo adolorido.

-Bill... eh... no te vallas... ¿Quieres...? – Su mirada se puso en su amiga que caminó hasta estar junto a nosotros dos, sonriente. – ¿Tomar un café? ¡Te invito un café! – Su cabeza se ladeo, su expresión intentaba ser amigable, pero notaba sus nervios de acá a al china. – No seas ortiva, vamos, hace mucho no te veo y...

Bajé la mirada hacia su mano que me apretaba con fuerza mi antebrazo, volví a verla a los ojos.

No era estúpido.

Me zafé de su agarre y comencé a correr, crucé la avenida principal y me metí a los bosques de palermo, huyendo de su campo visual.

Debería haber corrido antes, no debería ni haber cruzado palabras con ella, había reaccionado cómo un imbécil.

Estaba muy lerdo, me sentía muy ido, no sabía cómo había sido capaz de correr si mis piernas se sentían tan flojas.

Bueno, de todas maneras, no importaba si toda la ciudad se enteraba que estaba por aquí.

Observé una pajera que al verme, se pusieron atentos a mis movimientos.

Me apresuré y me puse la capucha de la campera para intentar tapar mi rostro.

Por las dudas mejor que nadie me vea el rostro. Sabía que estaba irreconocible sin maquillaje y rubio, con barba, pero realmente si esa chica había logrado reconocerme, no estaba tan seguro de que mi cambio de look realmente tuviera el efecto que yo quisiera.

Que nadie de mi pasado nunca más en su puta vida volviera a reconocerme.

Suspiré, realmente no me sentía angustiado ni nada, sólo sentía placer, me daban ganas de tirarme al pasto y sacar mi jeringa e inyectarme. Pero no iba a hacerlo, no ahora que tenía dinero, no podía ser tan adicto de volver a estar cómo cuando vivía en la calle, inyectándome en plazas de la desesperación, de la necesidad, no volvería a eso. Nunca más volvería a esa situación.

Ahora era otra persona, tenía el dinero, tenía la edad para ser una persona razonable. Me iba aguantar las ganas de drogarme hasta llegar a algún hotel, y registrarme.

Sus manos.

Su boca.

Sus ojos.

Cerré mis ojos con fuerza.

Otra vez pensando en mi hermano, otra vez volviendo a pensar en él.

Intenté normalizar mi respiración, y abrí mis ojos, los autos pasaban con total normalidad, estaba del lado del parque que costeaba una de avenidas más grandes de toda la ciudad, la avenida del Libertador, eso quería decir que la mayoría de la gente se estaba del otro lado del enorme parque.

La gente que paseaba perros los paseaba del otro lado, por las dudas lejos de los autos. La gente con niños los llevaba al centro del parque, por las pelotas y juguetes, y también, para alejarlos de la peligrosa avenida.

Eso solo me dejaba a los atletas, que no había muchos por este lado, salvo los que corrían.

Observé los árboles, vi unos bastante juntos, que, para mi suerte, tenían plantas a su alrededor que en su conjunto hacían un enjambre de hojas verdes.

Perfecto.

Tenía dinero, ya era un adulto, pero, sin embargo, no me creía capaz de poder continuar ni una sola cuadra más sin inyectarme aun que sea un poco.

Patético y débil.

Era un hombre asqueroso, patético, débil y encima drogadicto.

Un encuentro con él, y tiré a la mierda los dos años de sobriedad. 

¿Did you still remember me?Where stories live. Discover now