R U I N A S E N L A S C A L L E S D E L O S P O B R E S (Santiago Y Raúl)

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Es de noche. La choza es pobre, aunque segura.
Sombrío en su interior,  pero algo se percibe que irradia entre las sombras de su oscuro crepusculo. Redes de pescador cuelgan de sus paredes. Y al fondo, en un rincón una vajilla humilde encima de un arcón destella vagamente y una gran cama adviente, echadas sus cortinas. Cerca, un colchón se extiende sobre unos viejos bancos, y cinco niños sueñan en él como en un nido de almas. El hogar donde unas llamas velan y alumbran el techo oscuro, y una mujer, de hinojos, la frente sobre el lecho reza y piensa, agitada. Es su madre. Está sola. Blanco de espuma, afuera, contra el viento, las rocas,las sombras, y la bruma, el torvo océano lanza sus oscuros sollozos.
Su hombre está en el mar. Marino desde niño, contra el siniestro azar libra una gran batalla.
Llueve o truene, sin falta ha de salir él siempre, pues las criaturas tienen hambre. Al atardecer parte cuando las aguas profundas van subiendo, del dique, los peldaños. La mujer quedó en casa cosiendo viejas telas, remendando las redes, cuidado los anzuelos, ante el hogar velando la sopa de pescado y a Dios luego rezando cuando los niños duermen.
Él, solo, combatido del mar, cambiante siempre, se adentra en sus abismos y se pierde en la noche. ¡Qué esfuerzo! Todo es negro y frío,  nada luce. En los rompientes, entre las delirantes olas, el buen banco de pesca,y sobre el mar inmenso, el lugar móvil, que un punto solo, grande como dos chozas. Pero, de noche, en diciembre, con niebla y aguacero, para encontrar tal punto sobre el desierto inquieto ¡Cómo hay que calcular el viento y la marea, y combinar con tino todas las maniobras! Bordeando las olas como culebras verdes, el mar tuerce y se encrespa sus pliegues desmedidos, y hace gemir de horror los pobres aparejos.
Sueña él con su Jeanne, solo en el mar helado, y ésta llorando, llámalo y entablamos pensamientos que se crucen en nuestros caminos más pobres y míseros.
Ella reza, y la alondra con su burlón gaznido importunale y entre escollos derruidos le aterra el océano y mil distintas sombras su espíritu atraviesan, de mar y marineros llevados por la cólera de las ruinas de los pobres, vertiendo en el misterio el tiempo gota a gota, inviernos, primaveras, las varias estaciones y estas palpitaciones abren para el alma y a modo de banderas de azores y palomas, por un lado, las cunas, por otro las tumbas.
¡Sed presa de las olas es serlo de las bestias!
¡Cómo duermen lo dos en esa pobre cuna!
Las olas suenan como la campanario de alarma...
La muerte oye la sombra con expresión absorta...
La ruina está presente en aquellas almas insólitas, almas que caducaron con tu presencia y se marchitaron con tu recuerdo, recuerdo que nunca se les olvidará de ser humanos, personas y que fueron niños.
Ruinas en las calles de los pobres a todas horas sin nuestro perdón, la injusticia de la sociedad, aquella que se quemó en el congreso de los inútiles, falsos documentos que se extraviaron con la razón y la ética más común y honesta del ciudadano.
Ruinas en las calles de los pobres, bajo la lluvia,  al pasar, te miran desenfocados para llevarse algo de comer, ni un te quiero oirán más veces, nada de nada, solo la luna es testigo del sufrimiento que están pasando.
Ruido en las calles de los pobres...
Pobres que dejarán de serlo cuando el alma se recubra de amor y solidaridad, pero para eso queda mucho tiempo aún...

CASI IGUALESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora