¡Güle güle, Valide!/Adiós, Valide

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9 de noviembre de 1605

Todo estaba muy bien calculado para provocar el suicidio de Handan. Sólo tenía que mostrarle una carta donde decía que supuestamente Dervish estaba muerto. Esta de más decir que Dervish y ella se querían. Una vez los escuché en el pasillo hablando sobre sus sentimientos. Pobres.
Mi odio hacia Handan había crecido en esos meses. Ella se dedicaba a mandarle concubinas al Sultan cada vez que podía, por suerte, él no las aceptaba, sin embargo, se esmeraba en poner en mi contra al Sultan cada vez que podía diciéndole que tenía un amante. Si no fuera para poco, por un tiempo me quitó a Mehmed. Afortunadamente lo pude recuperar después de unas semanas. ¿Quién lo diría? La que una vez fue mi aliada, ahora era mi enemiga.

—¿Tienes la carta? —le pregunté a Ismahan. Para mi suerte, ella seguía trabajando en el palacio.

—Sí, sólo tenemos que hacer que nuestra infiltrada le dé la carta a Handan

—Bien —dije sonriendo —Muéstrame la carta, quiero leerla antes de que sea entregada

Ismahan asintió para después acercarse y darme la carta.

La abrí y empecé a leer.

"5 de noviembre de 1695

Mi flor, mi sol, mi alegría, mi querida Handan. Te escribo esta carta sin saber si llegue a tus manos ya que estoy prisionero en Manisa por unos rebeldes. Dicen qué tal vez mañana me ejecuten por lo que pedí escribir una última carta. En esta carta quiero pedirte perdón por ser un cobarde y no enfrentar a nuestra majestad para poder estar juntos. Me arrepiento tanto no haberte tenido entre mis brazos y acariciar tu suave piel, ¡oh Allah! ¿Por qué nos hace sufrir tanto? Sólo él sabe cuánto te amé, sólo él sabe lo tonto que fui.
Mi amada Handan, perdón por el dolor que te causé. Soy tan malo que aún después de muerto te haré sufrir.
¡Oh Handan! Me voy feliz con Allah porque sé que tuve tu amor y no hay nada mejor que eso. Cada que veas los jazmines recuerda que cada uno de ellos es nuestro amor. Nuestro gran amor.
Mi querida esperanza, te amo."

Sonreí al terminar de leer la carta.

—Entrégala a la criada, ahora —le ordené

—Sí, Sultana


•••


—Sultana —dijo Mahfiruze —¿Qué tal están sus nuevos aposentos?

Sonreí.

—Bien, gracias por preguntar, Sultana. Son más cómodos que donde usted duerme. Eso gracias a que soy Haseki.

Ella sonrió con maldad.

—Eso de nada servirá cuando mi hijo Osman hacienda al trono. Todo ese poder no le servirá.

Sonreí.

—Sólo le recuerdo que todo puede pasar de aquí a que nuestra majestad llegue al reino de Allah.

—¿Cómo qué?

—Un exilio

—Sí, para usted

Sonreí.

—Eso lo veremos —le dije para después entrar a los aposentos del Sultan.

—Eso lo veremos —le dije para después entrar a los aposentos del Sultan

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