40

14 0 0
                                    

Me desperté y estaba siendo rodeada por un par de brazos. Levante la viste y era él, me sonrió y se acercó a darme un beso.

-¿Estas bien?

-Si. - le respondí asintiendo la cabeza.

Me removí y me senté a su lado, estaba un poco mareada. Lo mire, pero él tenía los ojos fijos en algún lugar de la habitación, su expresión había cambiado a una totalmente seria.

-No me sigas, solo te vas a perder. - soltó de repente.

Analice sus palabras por un momento, había conseguido lo que quería, pero ahora también se sentía culpable de mi tontería.

-No tengo miedo de perderme, estoy igual o más perdida que vos. Alguien perdido ya no se puede perder, no más de lo que ya estoy.

El silencio de apodero de todo el lugar, ni siquiera se escuchaban autos pasar, parecía que el mundo se había detenido.

-Te necesito a vos. - le dije, a lo que él, sorprendido, volteo a mirarme.- No me pidas que me aleje, porque no puedo. Si tengo que luchar por vos, lo voy a hacer.

-No tendrías que hacerlo. - susurro demasiado bajo, aunque alcance a oírlo.

-Te quiero, idiota. ¡Te quiero! - le conteste en casi un grito.

Decir que no nos sorprendimos por mis palabras, seria mentira. Esa había sido la primera vez a alguno lo dijo en voz alta, la primera vez que lo aceptaba.

-Ambos nos necesitamos. - lo tome del rostro y lo acerque a mí.

-Gracias. - fue lo único que dijo para después cortar la distancia besándome.

Seguimos hablando, y me explico cómo iba a ser, me obligo a prometerle que, si las cosas no iban bien, yo tenía que irme, dejarlo y olvidarlo. Sabía que esto iba a ser duro, pero estaba dispuesta a todo.

Fuimos a lo de un amigo de él a comprar varios fármacos, tendría que estar la mayor parte del tiempo dormido para hacerlo más fácil.

Pasaron las horas, y cada vez estaba más sudoroso e inquieto. La fiebre ya estaba subiendo, y los vómitos eran cada vez más frecuentes.

A medida que pasaba el tiempo eso era cada vez peor.

Tomaba una pastilla tras otra, pero cada vez perecían darle menos efecto. Me dolió verlo así, tan débil.

Su teléfono no paraba de sonar con un número desconocido lo que me hacía poner nerviosa, pero decidí no contestar. Lo agarre y lo apague.

Escuché gritos desde la habitación, así que sin importarme lo que me había dicho hace un rato entre. Estaba retorciéndose en la cama, tenía la cara con sangre y algo de resto de vomito. El piso y las sabanas eran un desastre, estaba todo sucio y tirado.

Corrí hacia él y lo tome con las manos, le limpie un poco el rostro y me acosté en la cama con él, no paraba de temblar, pero después de un rato volvió a cerrar los ojos.

Los días eran una constante tortura. Sin la droga se quedaba tirado en el suelo o el colchón, acostado con abundante sudor por horas, la abstinencia le provocaba dolor en los huesos, calambres y entumecimiento, además de diarrea, vómitos y fiebre.

De la única forma en la que podía dormir era con la ingesta de alguna pastilla. Yo había aprovechado esos momentos para desahogarme, lloraba hasta que él se despertaba, ya estaba acostumbrada a fingir a estar bien así que no se me hizo difícil. La verdad era que me estaba consumiendo. Lo quería tanto que me quemaba, me estaba volviendo loca, pero eso es el amor ¿no?

Ya habían pasado alrededor de 10 días, todos los síntomas de abstinencia habían desaparecido, estaba totalmente limpio.

Varias veces tuve miedo de que recaiga, él estaba en contacto con diferentes drogas, pero su fuerza era sorprendente. Lo acompañe a vender en todas las ocasiones que lo llamaron, que por suerte no fueron muchas. Siempre intentaba de que no vaya, ya que tenía miedo y no quería que me metiera en esto, pero yo quería estar con él por si me necesitaba.

-¿A dónde vas?- le pregunte.

-Tengo que entregar esto. - señalo la mochila, en donde supuse que se encontraba el dinero que debía llevar.

-¿Te acompaño?

-No, quédate. No quiero meterte más en esto.

Solamente asentí con la cabeza, se acercó a mí y me beso, después de eso se fue.  

Pitada.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora