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La desintoxicación había sido un verdadero tormento. Luche con todas mis fuerzas la tentación, porque salir entregar lo que me pedían era un gran desafío, pero no me quedaba otra.

Ella estuvo conmigo en todo momento, incluso en esos en los que no la merecía. En mis peores lapsos sentía que la odiaba porque era lo único que me impedía drogarme para ya no tener ni sentir ese dolor, estaba sufriendo, pero al final eso no importaba, terminaba convencido que era por mi bien. Si yo me dañaba, también lo hacia ella, parecíamos uno. Y esto no lo hacía por mí, sino por ella. La quiero más a ella que lo que me querría a mí en toda mi vida.

Además, en ocasiones, le pedí que me dejara, que yo no era lo que ella necesitaba, pero nunca se dio por vencida. Estoy más que seguro que, si ella no hubiera estada ahí, yo estaría igual o incluso peor que antes.

-Hola. - salude cuando llegue a la plaza.

-Era hora, ¿Tenes lo mío?- pregunto seriamente Charly.

Asentí con la cabeza y le tire la mochila, el hombre al frente mío la agarro en el aire y la abrió, saco el fajo de plata y lo metió en algún bolsillo dentro de su campera. Seguido a esto, abrió su mochila y metió otro paquete en la mía.

-¿Y lo mío?

Me miro y sonrió con malicia.

-Me enteré que estas limpio. - se acercó y me pego suavemente en la cara- Por si te preguntas me lo contó tu amigo, Pablo, bastante boca suelta el idiota. -empezó a caminar alrededor mío, soberbio. Solamente lo seguía con lo mirada. - Seguí así, todo a tiempo, porque no querría ser vos si pasa como la otra vez.

Me paso la mochila, con más fuerza de la necesaria, pero me mantuve al margen, no iba a reaccionar, la advertencia que me había dado fue bastante convincente.

Se fue con paso lento, tomando el lado contrario encendí un cigarrillo y seguí mi camino para volver a mi casa.

Estaba caminando tranquilamente cuando mis ojos chocaron con una cabellera larga negra, baje la mirada hasta las caderas, las conocía bastante bien como para no saber de quien se trataba. Sin intención de saludarla, me di la vuelta para ir por otro lado.

-¡Eh!- gritaron tras de mí.

-Mierda. - dije para mí mismo.

Acelere un poco mi paso, pero el sonido de unos tacones cerca mío se hizo presente.

-Lindo, ¿Cómo estás?- pregunto coqueta Gabriela.

-Bien. - respondí cortante.

-Eso veo. - me miro de arriba abajo con picardía.- ¿Tenes algo para mí?

Lo pensé por un momento, sabía perfectamente lo que quería, y esta sería la última vez que le haría de dealer.

-Si, pero después de esto, vos y yo nunca nos conocimos. ¿Cuánto queres?

-Vamos a mi departamento, tengo ahí la plata.

-Ok.

Sin muchas ganas la seguí, esto era una venta, me servía, así que no veía el problema.

Cuando llegamos, subimos a su piso, quería hacer esto rápido.

-Y dale, ¿Cuánto?

-Primero quiero hablar. - dijo seria, pero sin perder sensualidad.

-Yo no, así que decime cuanto porque me voy.

-Dame 10, si no te voy a ver más quiero tener suficiente.

-Bueno.

Saque lo pedido y se lo lance, ella lo tomo para después irse hasta su habitación. Cuando volvió, ya tenía la jeringa cargada, más cargada de lo que debería, pero no le dije nada, me importaba muy poco si le pasaba algo.

-¿Seguís con ella?- hablo cuando estaba bastante cerca de mí.

-No te importa.

-Toma. - se acercó mucho más y metió la plata en mi bolsillo delantero del pantalón, para después pasar la mano en mi entrepierna.

-No lo hagas Gabriela, no va a pasar.

-Por favor- rogo mientras dejaba besos en mi cuello.

-No, me voy. - la aleje.

Me di la vuelta, y cuando estaba por abrir la puerta, un pinchazo en mi cuello me hizo frenar.

-¿Qué mierda hiciste?- le pregunte llevándome la mano al cuello, para sacar el objeto que estaba clavado.

-No me podes dejar, vas a ser mío quieras o no.

Mire la jeringa, y la muy hija de puta me había inyectado todo el líquido, esto no iba a ser bueno. De repente, ese efecto que no había sentido hace días volvió, las paredes me daban vueltas, me tuve que sostener en la puerta para no caerme. Los ojos estaban pesándome, intente abrir la puerta, pero fue en vano.

-Yo te quiero, más que esa perra. - hablo Gabriela, pasando mi brazo por su cuello y alejándome de la puerta.

Intente soltarme de su agarre, pero las piernas ya estaban temblándome, intente abrir los ojos, pero no podía, cualquier esfuerzo era en vano.

-Hija de puta. - sin poder decir nada más, mis ojos se cerraron en contra de mi voluntad.   

Pitada.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora