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Recién volvía de entregar un par de bolsas de cocaína que ya habían vuelto a llamarme. Últimamente iba de acá para allá todo el tiempo. Pero no me quedaba otra, después del fallecimiento de mi madre me había quedado sin plata, en los últimos años ella me ayudaba económicamente con la excusa de "pagar" los daños que me había hecho de pequeño.

Ahora no tenía esa ayuda, estaba en la quiebra. Mi prima me dejaba vivir en su casa, pero tenía a ayudarla pagar. Lo poco que tenia se lo di a Jess para pagar el funeral de mi madre. Mi única salida era esta. Nadie me iba a dar trabajo con un pago decente, no había terminado la secundaria, todavía me quedaba un año más. ¿Qué más podía hacer? Tenía la posibilidad de terminarla, pero me iba a tomar otro año, hasta mientras no podía morirme de hambre. Era eso o vivir en la calle, y tenía claro que no quería volver.

Agarre la moto y fui directo a la plaza. Esa moto negra fue lo único que mi madre me había heredado. Y el auto lo usaba casi siempre Jess.

Cuando llegue habían alrededor de 6 pibes sentados.

-¿Quién es Mateo?-

-Yo- dijo uno, parándose.

-Bien, veni-

Nos alejamos, este chico no tendría más de 17 años, todavía llevaba los ojos rojos.

-¿Qué queres?- le dije yendo al grano.

-LDS, ¿tenes?

Busqué entre mi mochila y encontré la plancha.

-¿Cuantas?

-Una entera-

A pesar de que no me gustaba ver como de a poco se iban arruinando, no podía hacer nada. Era su vida, no la mía.

Saqué lo que anteriormente me había pedido, me dio la plata y me fui.

Abrí los ojos y estaba tirado en el sillón, por lo visto me había dormido. Me levanté y camine a mi habitación, empecé a buscar entre la mesita de luz unos liyos. Abrí el cajón y saqué el paquetito donde estaban los papelillos. Pero también encontré algo más, había un arito, uno negro. El mismo que había visto tantas veces en su oreja, en la de ella. Ese arito era suyo.

Lo admire por un rato, pensando en ella. ¿Dónde estaría? ¿Estaba bien? Y muchas preguntas más rondaban en mi cabeza, en los últimos días no la había pensado tanto, tenía la cabeza en otro lado. Pero ahora no podía borrar su sonrisa de mi mente.

La extrañaba, justo en ese momento me di cuenta que realmente la extrañaba.

Tomé en aro y me lo puse, sentía que era una forma de tenerla conmigo.

Salí de la casa y empecé a caminar, necesitaba despejar por un rato, arme un cigarro y me lo fume.

Cuando llegue a la plaza me senté en un banco, me puse a buscar mi celular en la mochila, pero en vez de eso saque un papel, estaba por tirarlo cuando me di cuenta que tenía algo escrito. Lo abrí y había un par de números, era el papel que me había dado Gabriela.

Lo pensé un momento, tenía ganas de cojerla, así que la llame, en el segundo tono me contesto.

-Hola, quie..-

-Hola, soy yo- le dije interrumpiéndola.

-Ah, hola lindo, por fin me llamaste, ya estaba decepcionándome- me dijo en tono coqueto

-Si, bueno, ¿estás en tu casa?

-Para vos siempre-

-Bueno, en media hora voy- no tenía ganas de jugar, quería ir directo al grano. Solamente era para sacarme las ganas.

Después de su despedida que duro más de lo que quisiera corte.

Fui hasta mi casa y me bañé. Me llegaron un par de mensajes con nuevos pedidos, así que agarré la mochila cargándola de nuevo con las diferentes bolsas de drogas y me fui hasta el departamento.

Bajé de la moto y subí por el ascensor hasta el piso de Gabriela. Golpee la puerta y a los pocos segundos salió ella con una sonrisa radiante. Tenía puesto solamente ropa interior con porta-ligas de encaje, todo de color rojo. Resaltando notablemente sus curvas.

-Pasa- me dijo tomándome del cuello de la remera.

Sin muchas vueltas, ya me encontraba en su cama con ella arriba, saltando sobre mi miembro. Cuando estaba por acabar, la di vuelta quedando sobre ella y la seguí penetrando en un ritmo rápido, provocando el orgasmo.

- ¿Me puedo dar una ducha?- le pregunte después de un rato

-Si, allá está el baño- me dijo mientras señalaba la puerta

Me bañe rápido, no quería estar mucho tiempo ahí. Pero cuando salí con una toalla envuelta en la cadera, la encontré revisando mi mochila.

- ¿Qué mierda haces?- le grite corriendo hasta ella para arrebatarle la mochila con la esperanza de que no haya visto nada. Obviamente fue en vano.

-¿Y esto?- levanto una paquetito con polvo blanco con la mirada seria.

No sabía que responder, tenía miedo de como ella iba a actuar después de eso. Pero para mi sorpresa, empezó a sonreír, con cierto toque de malicia.

Fruncí mi ceño sin entender que estaba pasando, observando sus movimientos.

-¿Qué ha..-

Estaba poniendo el polvo de cocaína en la mano, llevándosela directo a la nariz. Aspiro sin dejar rastro de aquella sustancia que antes tenía ahí.

-Cambia esa cara, te la voy a pagar- estaba anonadado, mientras ella se acercaba -Esta buena- y me dejo un beso en la mejilla.

Me dejo solo, ella se metió al baño y aproveche ese momento para irme. Agarre la mochila, y me fui. Nunca espere que ella consumiera.   

Pitada.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora