Pánico hacia los Cullen.

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Después de esa plática, Edward fue a su casa y Ella se fue a la suya. Ella cenó y se acostó. Volvía a sentir esa felicidad que sintió el primer día mientras hablaba con Edward. Pero, de todas formas, ese hecho no evitó que Ella cogiese de nuevo la cuchilla y pusiera en su pierna derecha, 《muerta próximamente》. Aún no entendía por qué le había dicho a Edward que se iría a vivir con su familia. No quería lidiar con nadie que no fuera el mismo Edward. De nuevo se preguntó qué es lo que le pasaba con ese joven, puesto que era solo su amigo. Después de quince minutos, Ella se fue al baño, sacó la botella de alcohol y se curó el corte. Después, se lo tapó, se puso su pijama y se durmió.

Por la mañana, Ella se llevó cinco huevos a la plaza para venderlos. También se llevó tres gallos que le habían dado y entró al colmado a hacer la compra. Al salir, se acercó a los gallos y luego, a ella, se le acercaron cuatro hombres.
-¿A cuánto son los gallos?-Preguntó uno de los hombres.
-A diez euros, quince si te llevas un huevo salido de una gallina-respondió Ella.
-Dame un huevo y un gallo-pidió el mismo hombre.
Ella se lo dio y ese hombre se fue. Entonces, se le acercó otro hombre.
-Dame un gallo-pidió éste.
Ella se lo vendió y este hombre también se fue. Luego fue el turno del tercer hombre.
-Dame dos huevo-le pidió éste.
Ella le vendió dos y este hombre se alejó. Finalmente, se le acercó el cuarto hombre.
-Dame el gallo y el huevo-pidió él.
Ella se los vendió y este hombre se alejó. Ella regresó a su casa. Por el camino, Edward se le acercó.
-Ella, quería decirte que te he visto de vender todo eso mientras que llegaba a la plaza porque tenía que comprar para mi madre. No entiendo porqué lo vendes-dijo Edward.
-Porque vivo de ese dinero. Al estar sola, con el dinero que gane de esa venta, me llega para ciertas cosas-comentó Ella-. Si me disculpas, tengo que regresar a mi casa.
Edward asintió y se fue de vuelta a la plaza. Ella siguió su camino hasta llegar a la casa. Al entrar se sentó en el salón y se puso a leer el libro. Después, estuvo escribiendo en su libreta.

Dos horas después, Ella preparaba una ensalada de pasta y dos filetes de pollo. Cuando acabó, comió y se tumbó en el sofá. Pensó que una buena escusa para no irse con Edward, era quedarse en casa, puesto que él desconocía su lugar de residencia. Se quedó escribiendo. Entonces, llamaron al timbre. Ella abrió la puerta y vio a un hombre que llevaba una vaca y a otro más pequeño con un corderito.
-¿Puedo ayudarles?-Preguntó Ella.
-Sí. Verá, señorita, estos animales nos los hemos encontrado en la puerta de nuestra casa y no los queremos. Queríamos saber si a usted le importaría quedárselos. Es que su casa es la más cercana y mi hermano y yo tenemos que regresar con nuestra madre-habló el hombre mayor.
-Sí, está bien. Dádmelos, yo los meto en un sitio-asintió Ella.
Cogió las cuerdas de los dos animales y los metió en el establo. Al día siguiente los llevaría a la plaza para venderlos.

Esa noche, Ella salió a pasear. A veces disfrutaba de la soledad porque se relajaba. Se imaginó que Edward preguntaría por ella. Mientras caminaba, Ella pasó por delante de Edward Cullen sin darse cuenta. Llevaba consigo el corderito. Pensaba venderlo en ese momento, y comprar para la comida del día siguiente, ya que no era muy tarde. Al llegar a la plaza, dejó al corderito amarrado a un palo de madera y entró al colmado. Allí, compró lo necesario y salió fuera. Vio que habían varias personas rodeando al corderito.
-¿Cuánto cuesta?-Preguntó una señora mayor.
-Por quince euros-respondió Ella.
-Lo compro-dijo un hombre joven.
Y le pagó el dinero a Ella. Ésta le dio el corderito y regresó a su casa.
-Me has dejado mal delante de mi familia, Ella-comentó Edward.
Ella se giró de golpe. Trató de buscar una escusa.
-Lo siento, es que me quede dormida y no fui al parque-dijo Ella.
-¿Es mi imaginación o me estás evitando?-Preguntó Edward.
-Yo...no. No te estoy evitando-negó Ella mintiendo.
-Sí, claro. Pero ahora sí has salido. Lo mejor es que has ido a comprar al colmado y has vendido un corderito-siguió Edward-. Escucha. Entiendo que tengas miedo, pero yo solo quiero ayudarte y no puedo hacerlo si estás viviendo sola.
-Lo siento, tengo frío. Voy a regresar a mi casa-finalizó Ella.
Y se marchó caminando a paso rápido.
-Sí, me estás evitando, definitivamente-aceptó Edward.
Y se fue él a su casa.
Continuará...

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