Capítulo 4 2a temporada.

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Edward intentaba despertar a Ella, pero esta no reaccionaba. Estaba muy desesperado. Sentía un odio profundo hacia su hermano y su madre. Jamás creyó que ellos lo traicionarían de esa forma. Después de varios intentos, Ella pareció despertar.

-¿Ed...Edward?-Empezó Ella.
-Ella, ¿qué te han hecho?-Preguntó Edward preocupado.
-Me han tenido aquí...encerrada-respondió Ella.
-Venga, vamos. Voy a llevarte a casa. Estarás mucho mejor si descansas-dijo Edward.

Y la levantó del suelo. La tuvo agarrada hasta que llegaron al carruaje que los llevaría al pueblo. Ella iba con los ojos cerrados y la cabeza apoyada en el hombro del chico. Se sentía agotada. Después de eso, Ella sabía que no podía confiar en nadie más que Edward, ya que no se imaginaba las intenciones que los demás tuviesen con ella.

Una vez en el pueblo, Edward y Ella bajaron del carruaje y entraron en la casa de la joven. Se sentó en su sofá y Edward a su lado.

-Puedes estar tranquila, porque prometo que nadie te hará nunca nada-dijo Edward de sopetón.

Ella se sonrojó al entender el doble sentido de sus palabras. Ya sabían ambos que se amaban, pero iban a ir al ritmo que Ella marcara. No se sentía preparada para una relación amorosa. Por el momento, a ella le bastaba con tener una buena amistad basada en la sinceridad y en la ayuda que ambos se profesarían. Ese iba a ser el objetivo de Ella: intentar ayudarlo a él también y no ser solo ella la chica en apuros. Sin embargo, no podría evitar que la gente la tomara con ella y se lo hiciese pasar mal.

Varios días después, Edward se había mudado a casa de Ella porque no soportaba estar en la misma casa que su madre y su hermano, además de la tensión que se encontraba constantemente presente en el ambiente. En la casa ambos jóvenes preparaban algo para comer. Harían sopa de fideos y codido chafado. A Ella siempre le gustaba cuando se lo hacían a ella de pequeña. Edward solo se conformaba con verla feliz. Era lo que realmente le gustaba. Ver a su amiga repleta de felicidad.

Una vez estuvo listo, se lo comieron y se dedicaron a estar con los animales que Ella tenía en su casa para luego venderlos, conseguir dinero y poder alimentarse. Últimamente lo hacían con menos frecuencia, ya que Edward si tenía dinero y prefería usarlo en ambos.

Un día ventoso, Ella se levantó y fue a la cocina a desayunar. Era habitual que Edward le hubiera dejado el desayuno hecho. Al llegar, efectivamente, se encontró la bandeja del desayuno en la mesa. También había una nota. Ella al no verlo, supuso que era de él. Y no se equivocó. Era la clara caligrafía de su amigo Edward. En ella le decía que había salido a dar un paseo porque tenía algo importante que hacer y que no sabía cuando regresaría. Que esperaba que se encontrara bien para entonces. Ella asintió para sus adentros y rezó para que Edward volviera pronto, a pesar de que no era muy creyente. Disfrutó de su desayuno mientras pensaba en que podría llevarle tanto tiempo como para no tener claro el momento de su regreso. Al acabar, hizo las tareas domésticas y estuvo toda la mañana con los animales.

Sobre las doce, Ella salió para hacer la compra y luego preparar la comida. Hacía un viento muy fuerte. Ella se había abrigado muy bien. Llevaba un abrigo calentito de color marrón y una bufanda de lana. Llegó a la plaza, sin embargo se llevó una desagradable sorpresa. La tienda donde hacía la compra estaba derrumbada por culpa del viento tan fuerte que hacía. No obstante, Ella no creyó que fuera eso solamente.

-¿Qué ha ocurrido?-Le preguntó a una señora mayor que estaba allí observando la escena.
-Según me ha contado la dueña de la tienda, ha ocurrido esta mañana. Los hombres están intentando arreglarlo pero es muy difícil. Al parecer se ha sentido un temblor fuerte aquí en la zona y eso junto con el viento a provocado este desastre-le respondió la señora.
-¡Dios, cuánto lo siento! ¡Es una verdadera lástima!-Exclamó Ella.

Y decidió regresar a casa sabiendo que dadas las circunstancias, tendría que buscar otra forma de alimentarse, ya que la tienda no la ayudaría esta vez. Caminó despacio. Por el camino, sintió una sacudida algo fuerte. Consiguió agarrarse a un árbol y no caer al suelo. Esperaba que no fuera a más y que no ocurriese lo mismo que había pasado en la plaza. Siguió caminando, pero esta vez algo más ligero. Cuando estaba a punto de llegar a su casa, sintió una sacudida mucho más fuerte que la anterior y esta vez si cayó al suelo. Lo peor fue que se tuvo que levantar rápidamente al ver que el suelo estaba empezando a agrietarse. "¡No puede estar pasando esto!"-Se dijo Ella. Y entró en la casa. Ese día definitivamente no se alimentaría. O al menos por el momento.
Continuará...

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