Cuán difícil es reconocer
la realidad...
Vivimos en un espejismo
del cual no queremos salir
aunque sepamos
que ese oasis no es real...
Pero ese mismo oasis,
fantaseosamente real,
es el que nos brinda aire
cuando nos estamos ahogando...
Es el que quita nuestra sed
cuando nuestra alma está seca...
Es quien nos sacia el hambre
cuando el cuerpo está hambriento...
Es nuestro refugio
después de la eterna caminata
que es la vida...
Es nuestro abrigo
y nuestro remanso...
Y de pronto,
una suave brisa refrescante
nos golpea fuerte el rostro...
nuestros perezozos párpados
se abren con temor
pues saben que allí,
donde creían tenerlo todo,
allí... no hay nada...
Allí... sólo vive el dolor...
Y volvemos a deambular
por el desierto de asfalto,
esperando, de nuevo,
encontrar un oasis
y así, volver a soñar...