Y fue entonces que sentí
que las mañanas son eternas,
que las tardes son tediosas,
que las noches pierden su magia...
Aprendí que los días
tienen más de 24 horas
porque los segundos
se vuelven minutos,
los minutos horas,
las horas días,
los días meses...
Si no estás conmigo
pierdo el color y el brillo
que tanto amas...
Aprendí también que el tiempo es relativo...
Porque cuando estamos juntos,
de las mil maneras que lo estamos,
el tiempo se vuelve escaso,
efímero, tirano...
Nuestras charlas tan espontáneas,
tan inocentes y tan provocadoras a la vez,
tienen ese poder de seducción
entre nosotros
que hacen vibrar los cimientos
de toda nuestra existencia...
Ellas son un delicioso aperitivo
de promesas y encantamiento...
Y son nuestros cuerpos
los que brindan, cada vez
que morimos
y renacemos con nuestro amor...
Porque somos los protagonistas
de esta historia de amor
que al inicio fue deseo,
luego... luego fue magia,
después fue delicia
y conexión de almas
que derivó todo en este amor
imparable, frenético,
sin techo, sin límites,
sin barreras...
Alguien dijo,
y con mucha razón,
que todos vemos la misma luna...
Hoy entendí el mensaje...
Estemos donde estemos, amor,
al mirar la luna,
tan mía y tan tuya,
allí mismo nos encontraremos
y nos amaremos
de las mil maneras
que sólo tú y yo
somos capaces de hacerlo:
sin distancia,
sin edad,
sin tiempo...