Salgo de su cuerpo exhausto y con los músculos aún tensos, no me separo de ella y me quedo entre sus piernas, con mi miembro regresando a su tamaño normal, trato de normalizar mi respiración pero los nervios me atacan al instante. ¿Qué hice? Me preocupa el grado de idiotez al que me lleva Dulce. Hice otra cosa que no había hecho, ni en los tiempos de pubertad donde las hormonas me dominaban. Sus manos suaves acunan mi rostro entre ellas y junta su frente con la mía. Su contacto me hace bien, me tranquiliza y me llena de calma.
—¿Te has dado cuenta de lo que hicimos? ¡Dulce no usamos condón! —digo rozando mi nariz contra la suya, buscando un contacto más íntimo aún del que tenemos en este momento.
—calma, tranquilízate. Tomo píldoras anticonceptivas. —habla rozando sus labios húmedos e hinchados contra los míos.
—Es que no es eso lo que me preocupa. —sé perfectamente que un embarazo es casi imposible, las enfermedades es lo que realmente me tienen así, en este estado de nerviosismo—. Yo no sé si estás completamente sana, tu tampoco sabes eso de mi, no se cómo puedes estar tan tranquila después de esto.
Sus ojos se abren y sus labios se fruncen. Su nariz se arruga en signo de molestia, el tiempo que, aunque sea corto, que tengo de conocerla he aprendido a identificar sus gestos. Esto no es nuevo, aprendí a escudriñar gestos y miradas de las personas para saber si se puede o no se puede confiar en ellas. El nivel de desconfianza que tengo en mi interior se debe a traumas del pasado. Se remueve sobre el escritorio e intenta que me aleje de ella, pero no lo hago, si participara en un concurso del míster estúpido, sería el ganador, de eso no hay duda.
—Pelirroja, no. No te enfades conmigo. —la abrazo por la cintura y la ciño a mi cuerpo, ella se tensa, no corresponde al abrazo pero no se aleja—. Oye, mírame. —pido levantando su rostro y mirando directamente a sus ojos—. Sabes que es verdad lo que digo, es una irresponsabilidad lo que hicimos. Yo estoy sano, completamente. No he tenido sexo sin protección con nadie, excepto alguien, pero después de eso me hice exámenes y estoy bien. Sé que tu también lo estás, revisé tus papeles. —Me quedo callado al ver la manera en que me ve. Y trato de cambiar el tema—. Solo soy muy estricto en ese tema. No es por ti, créeme.
—¿Revisaste todo mi expediente? Eso no es muy profesional eh, Christopher. —me acusa y una sonrisa inocente se pinta en mi rostro.
—Nada entre nosotros es profesional, gatita. Solo observa donde estás. —digo señalando la estancia con mi dedo índice y ella lo sigue con su mirada—. Y obsérvanos a nosotros dos, en mi despacho, sobre mi escritorio donde acabamos de hacer sexo. —golpea mi pecho al escucharme hablar así y yo sonrío coqueto—. Y donde estamos a punto de volver a hacerlo. Pero ahora si... por aquí tengo estos paquetitos.
Estiro mi mano y de una gaveta saco unos cuantos preservativos que tengo guardados. Nunca los he usado aquí pero ser precavido es lo mejor, nunca se sabe cuándo podría necesitarlos, como en este caso. Llevo uno de sus senos, uno de sus maravillosos y sabrosos senos a mi boca, y ella gime arqueando su espalda, estoy caliente y listo nuevamente para volverla a tomar.
—¿Quién dijo que volveremos a hacerlo, Christopher? Tengo trabajo que atender.
—lo dijeron él y ella. —digo descarado palpando su entrepierna y tomando mi erección en mi mano, guiándola a su entrada e introduciéndolo de un movimiento adentro de ella. Ahogo su grito entre besos y caricias sutiles que me roban el alma en cada embestida, que me dejan sin aliento cada vez que sus manos recorren mi torso desnudo. La bajo del escritorio y reposa sobre él su pecho desnudo, levanto sus caderas y me restriego contra ella.
Gruño al acariciarla en esa posición, jamás me vi con alguien en esta situación, excepto con ella desde que la conocí se volvió la razón de mis fantasías. Introduzco un dedo en su interior y empiezo un movimiento delicioso, mientras pongo mi mano libre sobre su espalda, impidiendo que se mueva mucho. Gira su rostro y sus ojos se encuentran con los míos, la lujuria que la posee hace que la piel se me erice, sus labios entre abiertos, su cabello revuelto y sus ojos brillantes con la retina dilatada, me ponen mal.
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Jugada Del Destino
FanfictionCada circunstancia de la vida contribuyeron a hacerme el ser que soy ahora. Por culpa de las dos mujeres que más amé en la vida y que luego se convirtieron en mis demonios, me hundí en éste, mi infierno. Pero no me arrepiento de nada, pues, en medio...