La tensión que se vive dentro de mi auto es colosal, jamás creí vivir algo así, jamás imaginé la angustia y la preocupación que se siente en casos como estos. Me desgarra el alma escuchar a Adrián llorar de esa manera y ver el rostro acongojado de Dulce me quema por dentro, los veo cada segundo por el espejo retrovisor otorgándoles miradas de apoyo y fuerza aunque sé que de nada sirven.
—Ya casi, ya casi. Por favor campeón solo unos minutos más. —siento que los nervios no me permiten hablar, un nudo se aprieta cada vez más fuerte en mi pecho. Conduzco a toda velocidad, con la precaución de no chocar antes de llegar, la velocidad empleada sobrepasa la establecida y me importa un carajo tener que pagar infracciones después.
Siento la mano de Dulce sobre mi hombro, acariciándome tiernamente. La imagen que debo de dar de seguro es preocupante, pongo la palma de mi mano sobre la suya y está helada y es que así me siento preocupado, colapsado por la situación. Dentro de nada aparco frente a una clínica privada y salgo corriendo del auto rodeándolo para sacar al niño del auto, Dulce se encarga de cerrar las puertas y corre tras de mi.
No sabemos qué pasó, no sabemos cómo pasó. Todo por mi maldito ataque de ansiedad, todo por mi maldito miedo y los demonios que me atormentan día y noche. Me siento mal y culpable de la situación, mi pobre Adrián sufre por nuestro descuido. Me siento estúpido y la culpa me ataca y me acusa, tal vez por eso la vida no me dio hijos, no sé cuidarlos, no puedo hacerme cargo ni de mi mismo.
Espero fuera del consultorio, mientras el doctor lo atiende dentro. Doy vueltas y vueltas esperando tener noticias, tal vez esté exagerando pero no tengo ni una puta idea de que hacer en estos casos. Espero y espero pero aún no sé nada, lo más seguro es que estén enyesándolo, Dios quiera no sea nada más grave.
—¡Christopher! —la dulce voz de mi pelirroja me sobresalta y sus brazos rodean mi cintura, recuesta su cabeza sobre mi pecho y acaricio sus brazos. Pobrecita, ella también la está pasando mal.
—¿Qué tal está? —pregunto besando su cabello. Sus manos viajan por mi espalda y me reconforta.
—Está dormido, el doctor recomendó que descansara un poco, la conmoción le afectó mucho y necesita recuperarse, tiene el radio y el cúbito fracturados.
—Por Dios, nena. Es mi culpa, perdóname. Debimos estar atentos a él y yo… yo solo me dejé dominar. —siento que la culpa me ahoga y me siento mal, muy mal por él. Es un sentimiento que no puedo evitarlo, me duele su sufrimiento como si fuera mío. El sufre físicamente mientras mi sufrimiento es moral y psicológico.
—¡Oye no! Christopher, tampoco así. Fue un accidente, solo jugaba, se tropezó y cayó en una posición fatal. En todo caso sería culpa mía, yo soy su mamá.
—Señores. El pequeño dentro de un tiempo volverá a estar como nuevo. —El pediatra llega y nos informa de lo sucedido—. Los huesos de un niño comienzan a soldar más rápido que los de un adulto, necesita cuidado y los medicamentos para calmar el dolor.
—¿Seguro estará bien? ¿No necesitará nada más? —interrogo al médico y con Dulce junto a mi pecho escuchamos atentos a lo que tiene que decirnos, nos da recomendaciones acerca del enyesado y los cuidados que necesitará, Dulce suspira y siento como sus músculos se relajan al escuchar de la boca del doctor que esto es más que común y pronto estará bien.
—Así que bien, solo serán de seis a diez semanas que tendrá que tener el yeso, nos volvemos a ver cuando sea necesario retirarlo y hacerle un chequeo rutinario.
—¡¿Tanto tiempo?! —Ya, Chris. Es el tiempo justo para sanar, el doctor sabe lo que dice. —Dulce me interrumpe al ver que no paro de cuestionar al doctor, al parecer ella está más tranquila ya, y yo no puedo dejar de estar preocupado.
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Jugada Del Destino
FanfictionCada circunstancia de la vida contribuyeron a hacerme el ser que soy ahora. Por culpa de las dos mujeres que más amé en la vida y que luego se convirtieron en mis demonios, me hundí en éste, mi infierno. Pero no me arrepiento de nada, pues, en medio...