Corro tras ella siguiendo su paso apresurado. No se detiene, gira su rostro y me observa, pero no se detiene, al contrario su andar se acelera. Afirma su bolso sobre su hombro y emprende carrera. ¿Qué le pasa a esta mujer? Está loca, pero yo más por correr tras ella. Necesito respuestas, necesito saber de dónde se conocen y que diablos hacía aquí.
Cruza la puerta de la entrada y las enfermeras nos ven como si fuéramos dos locos recién escapados del manicomio. Nos gritan cosas y yo hago uso de mi sordera selectiva, nada me importa más que alncanzarla. Dios santo. ¿A caso es atleta? Me bastan unos segundos más para estar tras su espalda.
-Te tengo. -digo atrapándola por detrás y suspendiéndola del suelo contra mi pecho, mi respiración es agitada y la suya también-. Cálmate. -susurro a su oído, ella no grita pero se retuerce en mis brazos. No pienso dejar que se vaya.
-¡Suéltame! Por favor. -¿Qué le pasa? Parece estar a punto de llorar, quiero saber qué la pone así.
-Está bien, te suelto pero cálmate. Cálmate Dulce, vamos a hablar. -hablo suavemente poniéndola sobre el suelo, pero no la suelto. Su contacto, el sentirla así pegada contra mi, me hace sentir tantas cosas que no se como llamarlas a cada una de ellas. Suspiro el aroma de su cabello y hundo mi rostro en su cuello, por instinto, guiado por mis deseos.
-Aléjate de mi. -pide con su voz quebrada y siento como como un agujero se abre en mi estómago-. No me toques, no quiero que me toques.
-¿Estás bien? Pelirroja, ¿pasa algo con Adrián? -pregunto haciendo que se gire sobre sus pies, quedando frente a mi. Baja su rostro y esconde su llanto con su cabello-. No me asustes, nena habla, dime que pasa.
Coloco una mano en su espalda para evitar que se aleje de mi y con la otra levanto su rostro suavemente, sorbe su nariz y cierra los ojos ante mi contacto. Aún así llorando se ve preciosa, acerco mis labios a los suyos y el corazón parece querer salir de mi pecho, bombea tanto que siento que me duele. Pone sus manos sobsus mi pecho buscando espacio entre los dos, no quiero espacio entre ella y yo. La quiero pegadita a mi, sintiendo su calor familiar y sus caricias que me desahucian.
-Adrián está bien. No puedo decirte que hago aquí. Pero no te importa tampoco para saberlo. -responde a la defensiva ahogada en su llanto y se aleja de mi, camina hacia el estacionamiento y me quedo parado viendo como se va, como se aleja de mi.
Llevo mis manos a mi cara desesperado, todo es tan complicado con Dulce, me colma la paciencia y a la misma vez me hace recuperarla, me enferma y me sana, me vuelve loco y me restaura la cordura. Todo tiene que ser a su manera. Me maldigo por querer correr nuevamente tras ella, por comportamiento como su perro faldero una vez mas.
-¡Christopher! -Cassandra grita a mi espalda y detiene mi paso, quiero ignorarla y seguir mi camino pero vuelve a hablar-. Mariana ha despertado y al saber que estás aquí ha pedido hablar contigo.
-Pues entonces que se recupere. ¡Que agradezca a la vida una segunda oportunidad y que madure de una vez!-. Camino alejándome de ella y voy en busca de Dulce, al venir aquí no vine con intenciones de ver a esa arpía y actuar como si no la odiara y como so nada hubiera pasado, pero soy humano y algo dentro de mi me culpaba de su decisión. Ahora que sé que estará bien, que siga con su vida y no me joda más la mía.
Llego al estacionamiento y aunque está un poco oscuro a unos cuantos metros visualizo a Dulce llorando junto a su auto, está un poco lejos pero no puedo dejar que se vaya en ese estado. Corro con todas mis fuerzas para llegar cuanto antes, ella se da cuenta de mi presencia y saca las llaves de su bolso, abre la puerta de su auto y entra en él. No, no, no. Está alterada no puede manejar en ese estado, escucho como enciende el motor de su auto y como lo acelera. Me detengo por un instante pero luego corro por en medio del espacio que hay para la circulación del estacionamiento observo como ella maneja en dirección hacia mi. Si piensa que me haré a un lado está equivocada.
ESTÁS LEYENDO
Jugada Del Destino
FanfictionCada circunstancia de la vida contribuyeron a hacerme el ser que soy ahora. Por culpa de las dos mujeres que más amé en la vida y que luego se convirtieron en mis demonios, me hundí en éste, mi infierno. Pero no me arrepiento de nada, pues, en medio...