No puedo creer que lo que esté viendo sea cierto, doy un paso hacia atrás y en el movimiento pierdo el equilibrio, a como puedo logro estabilizarme y vuelvo mi mirada hacia el frente. Esos ojos expresivos y penetrantes me observan abiertos de tal manera que parecen desorbitarse, llevo mis manos en puños a mis ojos y los restriego con fuerza tratando de que aquella ilusión desaparezca de mi vista.
Aún está aquí y ahora el corazón amenaza con salir de mi pecho y un escalofrío recorre mi espina dorsal, un sudor helado invade mi cuerpo y la respiración se me vuelve pesada y sumamente difícil de ejecutar. Ella da un paso hacia al frente logrando entrar a la habitación, giro al instante. Me avergüenza mi estado actual, no puedo permitir que alguien me vea así, no puedo permitir que ella me vea así.
—Christopher… yo, eh. ¿Qué te pasa? ¿Por qué estas… así? —Su voz es delicada como toda ella. Escucho la puerta cerrarse a mis espaldas. Tiemblo al sentir la cercanía de su cuerpo con el mío, su voz traspasa cada una de las fibras de mi cuerpo, cierro los ojos deleitándome, ansiaba y añoraba escucharla—. ¿Chris? Lo… lo lamento mucho.
—Ya. Gracias. —no puedo articular más palabras aunque intento formular una simple oración, no me es posible. Sigue acercándose y una mano suya se posa sobre mi hombro, siento una descarga eléctrica por todo mi cuerpo, que envía adrenalina y confianza a cada célula de mi ser, giro levemente mi rostro y encuentro esos ojos suplicantes que me desarman—. Dulce.
Mis labios se mueven automáticamente pronunciando ese nombre que me quita el sueño por las noches. Una leve sonrisa se dibuja en su rostro, pero lo que veo en sus ojos no me gusta para nada. ¿Lástima? ¿De mi? Muevo mis pies hacia el frente buscando poner distancia entre los dos, camino a la ventana y abro ésta para que el aire entre en la habitación. Siento que me asfixio.
—¿Qué haces aquí, ahora? —trato de no usar un tono tan mordaz, pero creo que fallo en el intento, sus labios se mueven queriendo soltar palabras, pero no dice nada, pasa las manos varias veces por su falda perfectamente tallada a su cuerpo y muerde su labio inferior. Me alegra saber que no solo yo estoy tan nervioso y confundido.
—Me enteré de la muerte de tu… de tu padre. Hace a penas unos días. Lo lamento mucho. —camina hacia mi y no puedo hacer nada cuando sus brazos rodean mi cuerpo. Tiemblo una vez más ante su contacto, cierro los ojos ante la sensación apabullante que me consume, sus manos moviéndose en mi espalda me queman a pesar de la ropa que nos separa.
—Lo sé, fue un escándalo bastante grande. Más de lo que yo pensaba. —paso mi mano por mi cuello realmente incómodo y nervioso. Ella se separa de mi y cruza los brazos a la altura de su pecho—. ¿Dónde está mi hijo Dulce? —No dice nada, baja la mirada al suelo y vuelve a morder su labio—. No viniste aquí sin el ¿verdad? ¡¿Verdad?!
—Está abajo. Con Juana en la cocina. —su pie se mueve ansioso sobre el suelo y mi respiración se agita al escuchar que mi hijo espera por mi abajo. Me alejo de ella sintiendo frío al dejar de estar cerca suyo, intento abrir la puerta pero su voz me detiene.
—No así, Christopher. Que Adrián no te vea… así. —señala mi cuerpo entero con su brazo extendido hacia mi, bajo mi rostro y observo mi ropa. Caigo en cuenta que no me he duchado en días, mi ropa está sucia, hedionda a alcohol y a humo del cigarrillo. Soy un asco, levanto mi vista y vuelvo a encontrarme con esos ojos cafés que me roban el alma. Se me hace mentira tenerlos aquí nuevamente. Una alegría inexplicable me recorre entero y mi corazón se hincha al saber que esto es realidad.
—Tienes razón, me baño y me cambio de ropa ahora mismo. —Moviendo las manos agitadamente camino hacia el baño, observo que ella intenta salir de la habitación pero no lo permito—. No te vayas, no quiero bajar solo. Por favor. —añado al ver las dudas en su rostro, asiente con un movimiento suave de cabeza y asiento yo también antes de entrar al baño.
Cierro la puerta y apoyo mi espalda contra ésta. Suelto el aire que retenía en los pulmones sin darme cuenta y recapacito en lo que acaba de ocurrir. Dulce está aquí con mi hijo. —¡Están aquí!—. Después de tanto tiempo está aquí. De repente las imágenes de aquella tarde vienen a mi mente como torbellino que arrasa con mi poca felicidad a su paso. Dulce no es para mi, tiene a alguien más con ella y si está aquí seguramente solo es por lástima. Mis piernas flaquean y me encuentro sentado en el suelo de mi baño, sintiendo como el corazón se me rompe una vez más, una débil lágrima recorre un camino desde mi ojo, pasando por mi mejilla hasta llegar a mis labios, siento el salado sabor mezclándose con mi amargo dolor y suspiro, sintiendo el oxígeno quemar mis pulmones.
«Tu hijo te espera abajo» me recuerda mi subconsciente y siento el valor que necesito para salir de aquí después de días estando encerrado castigándome injustamente, pero el dolor solo se olvida con otro dolor más fuerte y yo nunca puedo romper esa cadena. Me meto bajo el agua fría y la piel se me vuelve de gallina, siento que la mente se me despeja con lo fría que está y puedo tratar de pensar con claridad, no puedo permitirme volver a perder a mi pequeño, ni a ella. Porque como el maldito egoísta que soy, sigo queriéndola para mi aunque haya alguien de por medio.
Salgo y ella está parada junto a la ventana de espaldas a mi, sus perfectas curvas saltan a mi vista y ahogo un gemido cuando cambia el peso sobre sus pies y los muslos se le marcan bajo la bendita falda. Su cabello rojo cae sobre la curva entre su espalda y su trasero, trago saliva y siento como mi garganta arde. —Vuelvo en seguida. —le aviso y ella gira su rostro hacia mi. —Está bien, espero… aquí. —asiente reiteradas veces y vuelve a girarse hacia la ventana. Esta situación es por demás incómoda.
Bajamos las escaleras y la adrenalina recorre mis venas llenándome de una energía increíble. Dulce camina a mi lado triunfante como siempre, nunca pierde los papeles a menos que sea en la cama y en aquella terrible ocasión donde yo lo perdí todo. Las manos me sudan y me hago sangre en el interior del labio inferior, corro hacia la cocina y mi pulso martilla contra mi piel. Entro y lo primero que veo es un cabello rubio que brilla como un sol que resplandece e ilumina todo el lugar.
—¡Adrián! Mi pequeño. —mi voz sale a trompicones y el gira su cabecita haciendo que ese cabello ya no tan largo se mueva. Abre su boca y salta de su asiento para venir hacia mi.
—¡Papá! —el alma me cae al suelo cuando escucho esa palabra salir de sus labios, el corazón me rebosa de felicidad y el llanto se desborda a borbotones desde el fondo de mi ser. Sus pequeños y frágiles brazos se adhieren a mi cuello cuando me arrodillo ante él, mis brazos rodean su cuerpecito y lo estrecho con fuerza y delicadeza a la vez contra mi pecho. Beso su cabeza en repetidas ocasiones y el sonríe ampliamente cuando tomo su rostro entre mis manos y beso sus mejillas y frente con adoración. No hay nada más gratificante para mí, que esto.
—No sabes cuanto esperé por esto. No sabes cuanto lo deseé. ¡No sabes cuánto te amo! —su pequeña mano se posa en mi mejilla y sonriendo con ternura limpia las lágrimas de mi cara.
—Estoy feliz de que seas tu mi papá. Diosito no pudo haber escogido a alguien mejor. —sus palabras son tan sinceras que me llenan el alma de regocijo, vuelvo a estrecharlo contra mi y fijo mi mirada en Dulce que observa la escena con lágrimas en sus ojos. Mi pobre pelirroja, sé cuanto le afecta esto.
—¿Juana, ya están listas las galletas? —pregunta mi pequeño hijo. Juana asiente feliz y camina hacia al horno—. ¿Tienes hambre… papi? Nosotros si, ¿verdad mami? Vinimos directo del aeropuerto hasta aquí para verte.
Busco con la mirada a Dulce que rehúye la suya de la mía. Sigue a Juana después de darle un beso a nuestro hijo y desaparece de nuestras vistas. Han venido directamente del aeropuerto hasta aquí pero no veo sus maletas en ningún lado, seguramente se quedarán en casa de su madre, aunque mi deseo es que se queden conmigo, no aquí si no en nuestra casa.
—¡Listo! Vengan a comer. Vamos pequeño Chris cocinarte será mi pasatiempo favorito ahora. —Dulce sonríe incómoda tras ella y se lleva hacia la mesa a Adrián tomado de la mano que va feliz.
—Vamos Christopher, necesitas alimentarte. No mas encierros, no más porquerías ahí dentro ni en ningún lugar. No estás solo, nos tienes a nosotros. —Cierro los ojos conteniendo el llanto, si tuviera las fuerzas necesarias mandaría a la mierda ahora mismo a Juana por hablarme así, pero no las tengo y también sé que tiene razón.
Dulce y Adrián estuvieron toda la tarde en mi casa, Yeti estaba feliz de tener a alguien con quien jugar. Dulce casi no me dirigió la palabra, sé que esto le incomoda bastante y sin embargo está haciendo un gran esfuerzo por mantener la calma y la felicidad de nuestro hijo. Yo me he limitado también para no causar conflictos entre nosotros, por más que quisiera gritarle tantas cosas, no puedo hacerlo cuando no tengo ningún derecho de ello.
—Christopher, ¿por qué te fuiste así de Inglaterra? —sus palabras me sacan del ensimismamiento y la observo desconcertado, tiene sus piernas cruzadas y los brazos cruzados sobre su pecho—. Si. No llegaste a nuestra cita y no aparecías por ningún lado. —baja su rostro ocultándolo de mi, yo siento la sangre hervir dentro de mis venas. Lleno de aire mis pulmones para luego soltarlo lentamente, ¿esta mujer que piensa?
—Dulce. —busco sus ojos pero no me lo permite–. Fui a la cita y te vi… los vi. —meto las manos en los bolsillos y aprieto mis puños fuerte, clavándome las uñas en las palmas.
—Ah. —Es lo único que dice.
—Recibí la mala noticia de mi padre. No podía esperar más y ustedes estaban, hmm bien acompañados. —Adrián grita capturando mi total atención, sonrío ampliamente al verlo jugar así.
—¿Ah si? Pero si ya estabas ahí nada te costaba avisarme. ¿Tu sabes lo que pasé buscándote? —su mirada choca con la mía y me pone la piel chinita. Niego con un movimiento de cabeza y pongo mi mano extendida frente a ella para que se calle.
—¡¿Y tu sabes lo que yo sentí en ese momento cuando todo mi mundo se vino abajo?! ¿Tu que piensas que yo sentí al saber que estaba perdiendo todo, Dulce, todo? —Un nudo en mi garganta me impide seguir hablando, fuerzo una sonrisa cuando me doy cuenta que nuestro pequeño nos observa.
—No todo Chris, estamos nosotros.
—Claro. —digo simple al recordar aquella escena. Se me rompe el corazón al recordar que Dulce no siente lo mismo que yo siento por ella. Levanto mi mirada al cielo y fijo mis ojos en esa luna que empieza a resplandecer única, como solo ella.
—Dulce, Christopher. La cena está lista. —Juana aparece por la puerta trasera avisando que la comida está servida en la mesa, le sonríe tanto a Dulce que parece que la sonrisa se le congela—. Adrián, vamos adentro nene. No tienes idea de todo lo que cociné para ti—. Sus ojos se iluminan al ver a Adrián correr hacia nosotros. Es perfecto, simplemente perfecto para mi.
La cena transcurre de manera animada gracias a los comentarios curiosos y divertidos de mi pequeño, Juana también está sentada en la mesa después de haberle insistido tanto que nos acompañara, aceptó. Disimuladamente observo a Dulce todo el tiempo, tiene algo que la hace lucir diferente, radiante. Pero no me permite saber que es, no me ve fijamente y tampoco se dirige mucho a mi. Lleva un bocado de carne a su boca y observo ensimismado como sus labios rojos se mueven mientras mastica, relamo mis labios por puro instinto y suspiro bajando mi rostro al plato lleno de comida que tengo enfrente.
—La comida está exquisita, Juana. No sabía que Christopher contara con alguien tan profesional como tu. —le muestra una sonrisa completa y vuelve su mirada hacia mi, coloca un mechón de cabello detrás de la oreja y baja la mirada cuando la veo curioso.
—Deberían venir más seguido, casi ni cocino. Me vendría perfecto revivir todas mis recetas para ustedes. —sus ojos destellantes de luz viajan de Dulce a Adrián y finalizan en mi.
—Podrían simplemente no tener que regresar. —Dulce clava su mirada en mi desconcertada, Adrián ni comprende lo que acaba de salir de mi boca y sigue devorando su postre—. No me expliqué bien. —Aclaro mi garganta para volver a hablar—. Podrían quedarse aquí, o bueno en su casa.
—¿En serio? Me parece padrísimo. —Adrián salta en su asiento captando toda mi atención, una sonrisa de bobo se dibuja en mi cara al saber que este niño me acepta.
—Adrián. —Dice Dulce, reprendiéndolo bajando la voz pero no lo suficiente para que no podamos escucharla—. Muchas gracias Christopher pero pensábamos quedarnos con mamá, ella también necesita compañía después de estar tanto tiempo sola.
—Claro. —Bajo mi rostro y llevo mi tenedor a un pedazo de brócoli para después engullirlo, necesito tragarme la decepción que me causa su rechazo.
—¿Por qué? Mami, solo hoy. —los ojos de Adrián suplican, detiene sus ojos en su mamá para luego fijarlos en mi. El claxon de un auto suena en el exterior de mi propiedad captando nuestra atención.
—Adrián, mi amor. Han venido por nosotros.
—No, por favor. Déjame tener papá hoy. —mi hijo hace pucheros haciendo que mi corazón se arrugue, Dulce ladea su rostro con su ceño fruncido mientras piensa.
—Voy a levantar la mesa. —avisa Juana llevándose algunos platos. Dulce se levanta de la mesa y camina hacia la sala de estar. Cargo en brazos a mi pequeño y la sigo hasta ahí. La miro observar por la ventana hacia afuera para luego girarse hacia nosotros.
—Christopher. —A mi ni me veas, es lo que tu hijo quiere, lo que nuestro hijo quiere. —Está bien. —Acepta después de un largo suspiro y con sus manos en jarras algo capta mi atención por primera vez desde que la vi.
—¡Siii! Gracias mami, —Él salta de mis brazos y se abraza a su mamá feliz por la noticia.
—Ve y busca a Juana. Ella te preparará. —le ordeno con dulzura, el asiente y corre buscando la cocina.
Froto el puente de mi nariz, sintiendo los nervios recorrer mis venas. Las manos me sudan frío, respiro hondo tratando de controlarme y lo hago, logro que mi voz sala lo más calmada posible.
—¿Qué fui yo para ti? —Ella me observa cansada y sé que quizá no es el momento de hablarlo. Pero es necesario para mi, para mi salud mental.
—¿Por qué preguntas eso? —muerde sus uñas nerviosa y doy un paso hacia ella–. Debo irme ya, me esperan fuera. —dice cuando el claxon vuelve a sonar. Toma su bolso de encima de la mesita de centro y lo coloca sobre su hombro—. Cuida de Adrián, mímalo y ámalo como sé que lo haces. Vengo mañana por él. —camina hacia la salida de la sala por el pasillo que da a la entrada principal. ¿Dejaré que se vaya así sin más? No, claro que no.
—Espérate, Dulce. Necesito hablar contigo. —camino tras ella y cuando está a punto de abrir la puerta se detiene, me acerco a ella y tomo su muñeca haciendo que se gire hacia mi—. Por favor.
—¿Y tú que? —Pregunta con voz agitada—. ¿Yo que fui para ti? –Sus ojos buscan los míos y sonrío aunque por dentro me muera de miedo, quiero confesarle mis sentimientos desde que supe que la había tenido y la había perdido.
—¿A caso no es obvio? ¿No sentiste nunca lo que hay aquí para ti? —Tomo su pequeña mano entre la mía y la coloco sobre mi pecho acelerado. Sus labios se abren minuciosamente haciendo que muera de sed por sus besos. Deseo ahogarme en sus labios, que me llenen sus manos recorriendo mi piel y llenarla de todo lo que siento por ella.
—Ya… ya es hora de irme. —A caso no tiene nada más que decir que repetir esa mierda. Quien la espera fuera para que tenga tanta urgencia.
—Dulce mírame. —pongo mis dedos en su barbilla y levanto su rostro, busco sus ojos desesperadamente y abre sus labios dejando escapar un suspiro—. Te he echado tanto de menos, cada día, cada hora, cada minuto y cada segundo que nos has estado aquí. Me arrepiento cada día de mi vida no haberte encontrado antes, porque cuando lo hice ya no me necesitabas.
—Aún… aún te necesito. —sonrío débilmente y su mano captura la mía que acaricia de manera delicada su rostro. De repente mi otra mano libre busca lo que me tiene en este estado de tristeza y melancolía desde que fue perceptible a mi vista.
Recorro un camino de suavidad hasta llegar a ese vientre perceptiblemente abultado, un respingo de su parte me hace levantar la vista hasta sus ojos y están desorbitados. Su pecho empieza a bajar y a subir rápidamente y su respiración se vuelve pesada y audible.
La puerta suena escandalosamente sobresaltándonos a los dos. Ella gira su rostro claramente asustada y yo furioso por la interrupción camino los pocos pasos que quedan para abrir la puerta.
—Buenas noches. —Saluda una voz que hace que la sangre en mis venas repentinamente se convierta en lava.¡He vuelto por aquí! Intentaré tenerles capítulo pronto, tomarme un poco de tiempo para ir plasmando las ideas y transmitirselas.
Muchas gracias por la espera. Las adoro.❤
Les deseo con todo mi corazón que el año nuevo les traiga bendiciones y mucho amor para todos ustedes, que tengan prosperidad y estén rodeados de lo mejor siempre. 💫
Ahhh y no se olviden de ver #Diablero y apoyar a Chris en ese proyecto tan importante para él.
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Jugada Del Destino
FanfictionCada circunstancia de la vida contribuyeron a hacerme el ser que soy ahora. Por culpa de las dos mujeres que más amé en la vida y que luego se convirtieron en mis demonios, me hundí en éste, mi infierno. Pero no me arrepiento de nada, pues, en medio...