Dos Oportunidades

29 2 2
                                    

No era bueno quedarse dando vueltas en la habitación, el móvil seguía sin señal, aunque claro eso era un pretexto, ya sabía que a pesar de llamarla seguramente no me atendería.

Me propuse entretenerme cambiando de canal cada segundo, tal vez encontraría un programa capaz de divertirme. Antes de venir no había imaginado este escenario, ser su oscuro secreto y pedirme que me quede en este hotel hasta que tenga los ovarios necesarios de decirle a su esposo que su hija fuera del matrimonio había llegado de visita.

A pesar de que llegue hace unas horas de viaje, aun no desempaco mi ropa. Me rehúso a pensar que la pasaré aquí, mientras más dilate desempacar, tengo chances. Muy pero muy en el fondo creo que esto puede mejorar. Puede que sólo tuvo un imprevisto y en cuanto se detenga la lluvia, aparecería en recepción, lista para invitarme a su casa, me presentaría como su hija, y quien sabe hasta me tenga preparada una acogedora cama.

Fantasías, ajá, falto los ponys dibujados en la pared – me sobe la vista con la manga de la chaqueta – vamos Clau, no es momento de sentimentalismos.

Me levante de la cama dispuesta a hacer algo con mi tiempo, si seguía metida aquí, no pararía de pensar en ella y sentirme mal.

Un par de zapatillas, una capucha para ocultar mi cabello castaño y estaba lista para correr un rato por la ciudad.

De paso buscare algo que cenar – cerré la puerta.

*** ***

Al menos en el trabajo tenía la mente ocupada, ordenando los productos en cada estante, y como hay tanto cliente en estas fechas, siempre acababan las latas y juguetes mezclados por doquier. Y si hablamos de clientes distraídos, era la quinta billetera que dejaba en la oficina de atención al cliente, seguramente luego irían a reclamarlas.

- ¿Hazzel tanto te gusta el uniforme que ni te lo sacas al terminar el turno? – Un moreno de ojos marrones me saca de mis pensamientos.

- No, jajaja tienes razón, ando en otro mundo – Me encojo de hombros.

- Bueno, no seas tan despistada, esta oscuro.

- Si, no te preocupes, nos vemos mañana.

- Solo asiente Mario, antes de irse manejando su bicicleta.

Luego de ordenar mis ideas, la conclusión más certera fue ir al departamento y hacerle frente a Vanessa, solo con mencionar su nombre los nervios se apoderaban de mi cuerpo. No era el frio que se colaba por mi epidermis, su nombre traía consigo viento helado, de esas que no se eliminan con un buen abrigo y una taza de chocolate hirviendo.

Incertidumbre, tener la certeza que no sabes que sucederá.

No es tan difícil... uhm eso pensaba.

Desde que conocí a Vanessa, me he divertido mucho a su lado, sabemos nuestros gustos en las cosas, las comidas, hasta los colores y olores, también como hacer las paces cuando reñimos; creo que somos de esas amigas de años, no tenemos reparos en quedarnos las dos durmiendo en una esquina del sofá, o cuando duerme en mi cama, o yo en la de ella. Especialmente si después de un viernes de fiesta y ella con unos tragos de más, viene directo de payasa hasta mi cuarto a abrazarme y tararearme canciones desconocidas.

Hace un mes, creo que era sábado de madrugada, entro toda animada al depa y en cuanto me diviso en el sofá, lo primero que hizo fue lanzarse sobre mí a darme besos por todo el rostro y hacerme cosquillas por cada espacio libre del pijama; del susto solté el control remoto y las almohadas que con tanto esmero acomodé. Mi laptop, celu y demás terminaron en el suelo.

Noche de comprasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora