Capítulo 14
Todo Hogsmeade estaba revolucionado con la vuelta de Hermione.
Cada vez se parecía más a la niñita impecable que era antes de que Harry Potter se cruzara en su camino. La mitad del pueblo estaba feliz de que Doña Perfecta hubiera encontrado a su media naranja, ya que ella y Draco Lucius Malfoy Black, quien era conocido ya por todos como Don Perfecto, eran indiscutiblemente la pareja ideal.
Pero eso era sólo lo que pensaban algunos, ya que la otra mitad de la población de este pequeño pueblo estaba a favor de Harry Potter, el Salvaje. Estos aburridos lugareños mantenían que, sin las discusiones entre Hermione y Harry, todo sería mucho más tedioso; por lo tanto, si alguien tenía que estar con Hermione, que fuera aquel que la hacía ser ella misma y no un clon de la perfección.
Como las discusiones sobre este tema comenzaron a hacer que los vecinos se enemistaran, el jefe de policía lo solucionó de la manera simple en la que siempre habían remediado estas disputas: Rosmerta limpió el polvo a su vieja pizarra, que llevaba un par de años en el trastero, y la dividió en dos mitades. En una de ellas escribió «Don Perfecto» y en la otra «El Salvaje».
A partir de ese día se admitieron apuestas: ¿Quién se casaría finalmente con la querida Hermione? ¿El hombre perfecto o el salvaje apenas domesticado?
—¡Se aceptan apuestas, señores! —gritó Rosmerta felizmente en su bar, celebrando la pérdida del hastío y la llegada de Doña Perfecta de nuevo a su hogar.Neville entró en el bar de Rosmerta a tomar una cerveza y, como pasaba últimamente cada vez que cruzaba esa puerta, todos y cada uno de los ojos que allí había se dirigieron expectantes hacia él. Rosmerta le sirvió incluso antes de que él pidiera, y los parroquianos volvieron sus asientos hacia él esperando impacientemente a que hablara.
—Harry lo lleva fatal —comentó Nev señalando los puntos marcados en la pizarra.
—Las apuestas están cinco a uno, y por ahora el Salvaje no ha conseguido ningún tanto —señaló Rosmerta.
—No, la verdad es que no le va nada bien. Mi hermana no atiende sus llamadas, le devuelve sus regalos y, al mismo tiempo, sigue saliendo con Don Perfecto.
—¿Y qué hace Harry mientras tanto? Porque hará algo, ¿no?
—Sí, hacer que Jus y yo le acompañemos continuamente a espiar las citas de Hermione. En lo que va de mes ha tenido más citas conmigo de las que ha tenido jamás con mi hermana.
—Tal vez con un bonito presente consiga que lo perdone.
—Compitiendo con ese tío es imposible: si Harry manda un hermoso ramo de flores silvestres, Don Perfecto manda dos docenas de rosas rojas. Que decide regalarle un tierno oso peluche, Don Perfecto envía un peluche de un panda de un metro de alto... y así llevamos todo el mes. Y encima, como Hermione sigue furiosa con Harry, le devuelve todos sus regalos hechos pedazos: las flores las desmenuza, los peluches los apuñala...
—¿Cómo está Harry? —preguntó Rosmerta preocupada.
—Pues abatido por los desplantes de Hermione y furioso con Don Perfecto. He tenido que convencerlo más de una vez de que no puede secuestrar a ese tío y abandonarlo en el desierto.
—Entonces, ¿por quién apuestas? —indagó interesada en anotar a un nuevo jugador.
—Por Harry, siempre por Harry —contestó apoyando a su amigo.
—Pero, por lo que me has dicho, Harry no puede ganar.
—Me da igual, mi hermana no es un juego y, a pesar de que ese tipo sea Don Perfecto, no veo en sus ojos lo que sí veo en los de Harry.
—¿Y qué es lo que no ves en Don Perfecto para que no te guste para tu hermana? —se interesó Rosmerta por el bien de su futuro negocio de apuestas.
—Amor, no veo en su rostro al loco enamorado que veo cada vez que miro a Harry. Así que, como soy un romántico empedernido, apuesto por el amor, apuesto por Harry—dejó veinte dólares en la mesa, reafirmando sus palabras—. Además, esta noche vamos a perseguir a Hermione en otra de sus citas y Harry está más decidido que nunca. Le ha comprado hasta un anillo de compromiso por si en algún momento consigue quedarse con ella a solas. Deséame suerte —pidió mientras se disponía a marcharse—, después de todo, es la primera vez que me llevan a un restaurante elegante a cenar para pedir la mano de mi hermana, espero que no acabe pidiéndomela a mí, porque, como esto siga así, Justin y yo vamos a ser los que más citas románticas hayamos compartido con Harry.
Nev cerró la puerta del bar tras de sí y ése fue el momento en el que se abrieron las apuestas acerca de quién sería el futuro marido de Doña Perfecta. Al terminar la tarde los números no favorecían para nada al Salvaje, aunque ya se había decidido que finalmente era Nev quien más citas había tenido con el chico de los Potter.
(Hermione)
El restaurante era el más caro y romántico del pueblo, sumamente elegante, con sus pequeñas e íntimas mesas apartadas del mundo iluminadas por unas velas aromáticas con olores a esencias, y una orquesta de música clásica en directo.
Draco me había cogido por sorpresa ese día diciéndome que tenía preparado algo especial para mí. Como recordatorio de la noche en que nos conocimos, llevaba el mismo vestido, aunque me había comprado otros zapatos. Ya no quería nada que proviniera de Harry Potter. Mi vecino había sido y seguiría siendo por siempre jamás un salvaje, le había devuelto cada uno de sus malogrados intentos de hacer las paces y no atendía a sus estúpidas súplicas de perdón.
¿Es que no se daba cuenta de que él no era mi hombre perfecto, que al fin había encontrado a alguien con quien ser feliz? Un hombre que cumplía todas y cada una de mis expectativas. ¿Por qué simplemente no se rendía y me dejaba en paz?
Yo por mi parte lo estaba intentando; apenas recordaba su molesta presencia excepto por las noches cuando, dormida y sin poder evitarlo, rememoraba los momentos que había pasado entre sus brazos. A la mañana siguiente me despertaba y me prometía a mí misma no volver a pensar en él, borrarlo para siempre de mi mente, pensar sólo en Draco, sustituir la presencia de Harry por la de Draco en mis sueños.
Pero, aunque mis sueños comenzaran con el príncipe azul, siempre terminaban con el hombre imperfecto. Mi mente estaba algo confusa, pero también decidida a tener al mejor y ése sin duda alguna no era Harry Potter. Él tenía tantos defectos como puntos había en mi lista o más...
—¿Qué te ocurre, Hermione? Esta noche estás algo distraída —intervino Draco interrumpiendo mis pensamientos.
—Perdóname, Draco, estaba algo abstraída recordando alguno de mis problemas.
—Pero esta noche es una velada especial para nosotros, así que no se te permite estar triste —me riñó suavemente alzando mi rostro entre sus manos mientras me hacía responder a una de sus hermosas sonrisas.
—¿Y cuál es la sorpresa que me tienes preparada? —pregunté, muerta de curiosidad.
—¡Ah! Eso lo sabrás al final de la noche, mientras tanto disfruta de la comida. Aquí es exquisita. —Señaló al camarero que me tendiera la carta y yo observé extasiada las delicias que se describían en ella, preguntándome cuán elevado serían los precios para que no los hubieran indicado junto a los platos.
Él eligió un sublime vino tinto, luego despidió al camarero con un elegante gesto de su mano y me recomendó pedir un solomillo a la pimienta con verduras escaldadas. Yo estuve de acuerdo, y él, con una sola mirada, hizo que el camarero atendiera a sus demandas con celeridad y eficacia.
Mientras llegaba la comida charlamos sobre su trabajo, que era realmente aburrido, pero él lo hacía ameno contándome anécdotas de clientes y compañeros de lo más divertidas.
Yo por mi parte le hablé de mi estancia en la galería de arte, de lo mucho que había aprendido y de todo lo que me quedaba por saber. Le recomendé algunas obras de arte y él me aconsejó alguna que otra inversión. La comida pasó rápidamente entre risas y coqueteos.
Cuando llegamos a los postres, Draco pidió una botella de champán para los dos. Me pregunté si querría emborracharme para llevarme a la cama, pero yo sabía que él era un perfecto caballero y nunca haría eso. Así que lo miré sorprendida con la copa de champán en la mano mientras él se levantaba y caía ante mí, de rodillas. Con la hermosa melodía de un violinista que se acercaba a nosotros como fondo, extrajo una pequeña caja que me ofreció como el más preciado de los presentes.
La abrí emocionada, encontrando en ella el anillo más hermoso que había visto jamás, un enorme diamante relucía deslumbrándome, a la vez que Draco me preguntaba:
—Hermione Granger, sé que llevamos juntos poco tiempo pero nada más verte supe que eras para mí la pareja perfecta. ¿Quieres hacerme el hombre más feliz del mundo aceptando ser mi esposa?
Por unos instantes me quedé muda y confusa con todo lo que ocurría a mi alrededor; luego recordé que eso era lo que siempre había soñado.
—¡Sí! —grité alegremente mientras me arrojaba a sus brazos y besaba sus labios, que a pesar de ser perfectos no me hacían estremecer.
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El Salvaje y Ricitos
Fanfiction-«Mi perfecto príncipe azul. 1. Tiene que ser el más guapo.» ¿Eso es todo? -preguntó bruscamente para molestarla. -No, tengo que ir añadiendo las demás cualidades a lo largo de los próximos años hasta que sea mayor. -Pues yo soy guapo, ¿soy yo tu pr...