Capítulo 15
A las tres de la madrugada, un hombre totalmente ebrio gritó bajo la ventana de su amada dispuesto a llamar su atención. Al ver que ésta no mostraba señal alguna de interesarse por sus tonterías de borracho, trepó torpemente por el árbol cercano a su ventana dispuesto a hacerse escuchar.
Se coló en la habitación de Hermione tan sigilosamente como un elefante en una cacharrería, y cayó al suelo al tropezar con una silla, desplomándose sin saber cómo volver a ponerse en pie. Una mujer furiosa encendió la luz de su habitación y, mirándolo irritada, le increpó:
—¿Se puede saber qué haces aquí, Harry Potter?
Harry se dispuso a pedir perdón cuando recordó por qué motivo estaba allí. Decidido, se puso torpemente en pie y, cuando el suelo dejó de moverse, se dirigió hacia ella sacando la lista del bolsillo de sus pantalones y comenzó a recitar cada uno de sus puntos.
—Quiero que sepas que yo también he hecho una lista sobre mi mujer perfecta.
—¿Y no podías esperar a mañana para comentármela? —inquirió molesta, sentándose en la cama a la espera de que Harry comenzara con sus desvaríos.
—No, por una vez te vas a sentar y me vas a escuchar —ordenó Harry con firmeza.
—Harry, ya estoy sentada.
—Mejor, pero no te muevas tanto que me distraes —añadió Harry tambaleándose, mientras exponía su primer punto—. Uno. Que tenga muchas tetas (por lo menos dos) —comentó entre risas.
—Por ahora tu mujer ideal se parece más a una vaca que a una persona —ironizó Hermione—, como el siguiente punto sea que tenga cuernos y rabo, comenzaré a pensar que tienes un tremendo problema.
—¡Calla y escúchame con atención! Dos. Que tenga un buen culo para poder apoyar la cerveza.
—Estoy confusa, ¿quieres una mujer o un aparador con tetas?
—Tres. Que hable poco, tan sólo lo necesario (para decir «sí» a todo lo que yo diga).
—Decididamente Harry, lo que me estás describiendo es una muñeca inflable, seguro que ella no te negaría nada, aunque tampoco podría mantener una conversación contigo.
—Cuatro. Que no me interrumpa con sus cotorreos cuando esté viendo los deportes.
—Sí, la muñeca hinchable es tu mejor opción hasta ahora —concluyó Hermione, quien, irritada por la falta de sueño, añadió—: te regalo una por tu cumpleaños si me dejas dormir de una maldita vez, Harry.
—Cinco. Que nunca me diga «ya te lo dije». Ésta es la última y más importante de todas —finalizó Harry orgulloso mientras le tendía la lista a Hermione.
—¿Y se puede saber por qué estúpida razón has subido hasta mi cuarto a estas horas de la noche para relatarme una lista de lo más majadera?
—Para demostrarte que yo también podía hacer una lista y que tú tampoco eres perfecta. ¿O es que acaso cumples con alguno de estos puntos?
—No, ni quiero hacerlo, porque hay algunos hombres a los que les gusto tal y como soy —señaló acercándose a él mientras lo golpeaba en el pecho con el arrugado trozo de papel que le había dado.
—Pero yo nunca te pediría que fueras así —intervino Harry—, porque tú me gustas con tus defectos y virtudes, sin ellos no serías tú. Pero tú..., tú buscas una perfección que no existe.
—¡Sí existe! He encontrado un hombre que cumple cada uno de mis requisitos y me voy a casar con él —sentenció Hermione empujando su musculoso pecho intentando apartarlo de su lado.
—No, no cumple todos tus requisitos —declaró abrazándola fuertemente para evitar que se alejara mientras la miraba codiciando sus besos.
—¿A qué te refieres?—suspiró Hermione, con su boca no muy lejos de sus labios.
—A que sus besos nunca serán especiales y tampoco será el mejor amante del mundo para ti —alegó avasallándola con sus labios, devorando su boca con ardor y haciéndola responder a su lengua que buscaba hambriento su sabor.
Ella gimió, atrayéndolo, agarrándolo del cuello a la vez que él la izaba contra su cuerpo. Hermione se agarró con las piernas a su cintura y comenzó a restregarse contra su erección. Mientras caminaba, Harry decidió ir hacia la cama, eliminando el estorbo de su ridículo pijama por el camino.
La camisa de rayas voló por los aires, y cuando al fin la depositó en su lecho, le arrancó bruscamente los minúsculos pantalones, arrastrando con ellos sus escuetas braguitas.
Harry devoró con sus ojos el hermoso cuerpo de Hermione permaneciendo vestido mientras decidía cómo torturarla como castigo a su larga espera.
Comenzó besando sus pechos, metiéndolos en su boca, lamiendo y succionando sus pezones, para luego mordisquearlos produciéndole pequeñas punzadas de dolor que no tardaron en convertirse en un placer sublime. Ella se retorcía arqueando su espalda, ofreciéndose a él.
Harry alzó su cuerpo para deleitarse aún más con sus jugosos senos. Sus manos acariciaron lentamente los femeninos muslos haciendo que los separase para poder acceder a su húmedo interior.
Introdujo uno de sus dedos, arrancando de su cuerpo gritos de placer. Añadió un dedo más, y acarició con su pulgar el clítoris haciéndola convulsionarse desesperada contra su mano en busca de un placer que no terminaba de culminar.
La juguetona lengua de Harry se deslizó despacio por su cuerpo dejando tras de sí sus enrojecidos y erguidos pezones; lamió y besó su cintura, descendió hacia su delicado ombligo y continuó besándola más allá de éste.
Harry arrastró el cuerpo de Hermione hasta el filo de la cama y él se puso de rodillas ante su sexo húmedo y dispuesto. Besó sus húmedos rizos oscuros y alzó sus piernas sobre sus hombros. Su lengua no tardó en iniciar una tortura llena de pasión, haciéndola gritar su nombre una y otra vez; sus lametones eran lentos y largos, recorriendo todo su interior, haciéndola estremecerse y contonear sus caderas buscándolo.
Cuando ella intentaba moverse más rápido contra su boca, él la obligaba a detenerse, llenando de frustración su cuerpo necesitado. Tras lo que a Hermione le parecieron horas de tormento en las que gimió, protestó y se quejó porque se le negara el orgasmo, Harry sonrió satisfecho contra su feminidad y hundió lentamente la lengua acariciando su clítoris, a la vez que sus dedos volvían a penetrarla profundamente con movimientos rápidos y certeros que la hicieron gritar su nombre al convulsionarse ante su lengua y contraerse contra sus dedos, llegando al fin al orgasmo tan ansiado.
Saciada e irritada por los juegos de su ávida boca, Hermione permaneció tumbada en la cama, en la misma postura, sin mover un solo músculo.
Harry se apresuró a incorporarse y a deshacerse con celeridad de su ropa.
—¿Qué haces? —preguntó un poco aturdida aún por su orgasmo.
—Según tú, cometer un error —susurró Harry mientras se situaba sobre su cuerpo colocando las largas y perfectas piernas sobre sus hombros y la penetraba fuertemente de una sola embestida llegando a lo más profundo de su ser, haciéndola chillar.
—Pero para mí esto es el paraíso —expresó entrecortadamente, moviéndose cada vez con más fuerza y más rapidez en su interior. Harry acarició de nuevo su clítoris con una de sus manos, volviéndola a excitar y humedeciendo más su interior, provocando que sus estocadas pudieran ser más placenteras.
Cuando su cuerpo no pudo más, se contrajo sobre el duro miembro de Harry, y Hermione gritó llegando a su segundo orgasmo mientras arrugaba fuertemente entre sus manos las blancas sábanas de su cama. Él aumentó el ritmo cogiéndola con fuerza de las caderas, arremetiendo con violencia en su húmedo interior, llegando a la culminación del placer y derramándose en ella.
Harry se desmayó exhausto encima de Hermione a la vez que ésta intentaba ordenar sus confusos pensamientos.
—Harry estoy confundida..., puede que tú no seas tan imperfecto para mí después de todo —dijo Hermione mientras acariciaba la fuerte espalda de Harry, que permanecía sobre ella llenando todavía su lánguido cuerpo con su miembro.
—Puede que tenga que replantearme la lista, ¿por qué nunca puedo resistirme a ti? —murmuró aturdida.
La repuesta de Harry fue un sonoro ronquido cerca de su oído que por poco la deja sorda.
—¡No! ¡No te puedes haber quedado dormido después de lo que hemos compartido!—protestó furiosa mientras forcejeaba para quitárselo de encima.
Cuando por fin pudo apartarlo de sí, comprobó airada el poderoso y fuerte cuerpo desnudo que tenía junto a ella. Sus músculos eran perfectos, parecía que aún continuaba ejercitándose a pesar de no seguir jugando al fútbol, ya que sus piernas seguían siendo firmes, sus poderosos brazos tenían una buena musculatura y su abdomen estaba marcado por el ejercicio diario.
A pesar de que su rostro mostraba algún que otro duro rasgo de deportista, seguía siendo el hombre más atrayente de todos, con sus ojos color esmeralda y sus largos cabellos negros.
Dirigió una lenta mirada hacia su miembro, que pese a permanecer en reposo seguía teniendo un buen tamaño, y fue entonces cuando se encolerizó, ya que se dio cuenta de que no habían utilizado precaución alguna y ella no tomaba la píldora anticonceptiva.
¿Lo habría hecho adrede para no dejarle opción alguna, para que tuviera que elegirlo a él de entre todos los demás, para obligarla a casarse con él?
Acalorada por el momento de ira, Hermione intentó despertarlo varias veces para exigirle explicaciones, pero era una masa de músculos inamovible que roncaba como un camionero. Cansada por todo lo ocurrido esa noche, le dio la espalda al varonil cuerpo de Alan que ocupaba prácticamente toda la cama y se tapó con la sábana, declarando indignada:
—No puedo resistirme a ti, pero lo intentaré.
ESTÁS LEYENDO
El Salvaje y Ricitos
Fanfiction-«Mi perfecto príncipe azul. 1. Tiene que ser el más guapo.» ¿Eso es todo? -preguntó bruscamente para molestarla. -No, tengo que ir añadiendo las demás cualidades a lo largo de los próximos años hasta que sea mayor. -Pues yo soy guapo, ¿soy yo tu pr...