Capitulo 17: Competencia

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  Capítulo 17

Ese día Hermione deseaba más que nunca que todo el asunto de su boda finalizara pronto, pues llevaba toda la mañana probándose vestidos de novia, a cual más ridículo y tortuoso que el anterior.
Parecía que su cuñada se quería vengar del lamentable asunto del cubo de pintura obligándola a embutirse en vestidos en los que ni siquiera podía caminar. Por el contrario, su suegra le elegía vestidos de lo más pomposos que eran el doble de grandes que ella y la hacían torpe y lenta, ya que al andar arrasaba con todo lo que hubiera a su alrededor.
—¿No te gusta éste, querida? —preguntó Narcisa emocionada.
—Le queda fantástico, mamá —comentó con una pérfida sonrisa su malévola cuñada.
Hermione se miró una vez más al espejo y rogó porque la imagen que contemplaba ante ella no fuera cierta, pero al abrir nuevamente los ojos su reflejo no desapareció: el vestido de novia por la parte superior era perfecto, se ajustaba a su figura como un guante, era de corte palabra de honor y tenía unas pequeñas mangas con hermosos adornos a los lados.
Hasta ahí todo estupendo. Pero de cintura para abajo era tremendamente abultado e incómodo, como las faldas de las princesas de las películas del siglo XVII, o incluso más exagerada, toda llena de encajes y bordados.
«¡Tierra, trágame!», pidió Hermione frente al espejo mientras sus futuras parientas políticas planeaban cómo meterla en la iglesia con ese vestido.
—No sé, aún no me he decidido —dudaba Hermione.
—¡Pero si has visto más de veinte vestidos! —protestó ruidosamente Daphne.
«Sí —pensó Hermione—, cada uno más feo e incómodo que el anterior.»
—Eres un poco indecisa, ¿verdad? —señaló Narcisa como si fuera un gran defecto.
«Seguro que me hubiera decidido si me hubieran dejado elegir a mí, en lugar de traerme todas las monstruosidades que encuentran por el camino. Pueden ser todo lo sofisticadas que querian, pero tienen el gusto en el culo», pensó Hermione, aunque finalmente dijo:
—Creo que este estilo no va conmigo.
—Bueno, no te preocupes: mamá y yo elegiremos algunos vestidos más. Después de todo, nosotras entendemos más de moda que tú —señaló altanera Daphne.
—Tal vez yo debería mirar alguno para ver si...
—¡Quita, quita! ¡Tú relájate mientras nosotras elegimos el vestido de tu gran día! —profirió Narcisa alejándose decidida, seguida de cerca por la arpía de su hija.
En el momento en el que Hermione se quedó al fin sola en el vestidor, se bajó torpemente del estrado y buscó en su bolso el teléfono móvil para llamar una vez más a su torturador, que hacía semanas que no cogía el teléfono.
Mientras esperaba nuevamente que saltara su contestador, se entretuvo deleitándose con la copa de champán que la exclusiva tienda del pueblo les había ofrecido para amenizar la elección del vestido.
—Al habla Harry, ¿qué puedo hacer por ti, ricitos? —contestó una alegre voz.
Hermione se tragó rápidamente el champán de una sola vez y se dispuso a gritar toda y cada una de sus quejas al estúpido de Harry Potter.
—¡He estado semanas intentando contactar contigo! ¿Dónde demonios te habías metido y qué narices has hecho con mi anillo de compromiso?
—Si no me localizabas en el móvil, siempre podrías haber venido a mi casa, ya sabes donde vivo.
— ¡Ni loca pongo un pie en tu casa! Conociéndote hubiera acabado en tu cama.
—Pues ahora que lo dices...
—¡No me puedo creer que creyeras que acabaría yendo a tu casa! ¡Ni loca! ¿Me oyes? ¡Ni loca!
—Entonces, ¿cómo voy a devolverte el anillo si no puedo verte? ¿Dónde estás ahora?
—Ahora mismo estoy eligiendo mi futuro vestido de novia —comentó Hermione orgullosa.
—¡Eso tengo que verlo! —indicó Harry, jocoso—. Conociendo el gusto de tu futura familia política, seguro que te han vestido como un buñuelo con lazos.
—¡Eso es mentira! —contestó mientras fruncía el ceño ante su imagen, que no distaba mucho de la descripción de Harry—. Mi familia política tiene un gusto impecable.
—Aja, ¿dónde estás? —rió Harry, muy entretenido.
—¡Tú no puedes aparecer por aquí! No eres bienvenido...
—¿A que estás en la tienda de novias de Madame Malkin?
—No se te vaya a ocurrir...
—Aparecer —terminó Harry con sorna mientras cerraba su móvil delante de ella y la rodeaba admirando su horrendo vestido—. Tienes razón, no tienen un gusto malo, simplemente es pésimo. ¡Dios! ¿Puedes siquiera andar con eso?
—¡Fuera de aquí antes de que mi familia aparezca! —gritó Hermione señalándole la salida.
—¿Qué crees que pensarán ellas cuando les enseñe esto? —dijo sacando la alianza de Draco de su bolsillo.
—¡Dámela! —exigió Hermione intentando arrebatársela moviéndose con dificultad por culpa del vestido.
—¡Ah, no tan rápido! —comentó Harry volviendo a guardar la alianza—. ¿Qué me darás a cambio de ella? —preguntó lascivamente mientras recorría su cuerpo con los ojos.
—¿Cómo que qué te daré? Lo que haré será denunciarte como ese anillo no vuelva a estar mañana en mi dedo.
—Bien, ¿y le describirás a la policía con todo lujo de detalles cómo lo perdiste? —pregunto irónico—. Porque, si a mí me preguntan, tendré que decir toda la verdad. Ya sabes que no me gusta mentirle a la policía.
—Harry Potter, ¿me estás chantajeando?
—No, digamos más bien que te estoy dando tiempo para que elijas correctamente.
—¡Eres una sucia sabandija! —exclamó enfurecida mientras le arrojaba a la cabeza todo cuanto estaba cerca de ella.
—Hermione, como no te calmes vas a tener que explicarles a tus queridas parientas el motivo de este alboroto —sonrió divertido a la furiosa novia.
—¡Me da igual! Y quiero que te quede claro una cosa, Harry: no voy a volver a acostarme contigo jamás. Por más que intentes manipularme para que caiga en tus redes, eso no pasará nunca más.
—Entonces, cielo, creo que guardaré este anillo tan valioso hasta que decidas venir a por él. Ya sabes dónde encontrarme —repuso Harry dispuesto a marcharse del vestidor cuando de repente oyó las animadas voces de dos chillonas mujeres que se dirigían hacia el probador donde se hallaba Hermione.
—¡No puedes marcharte por allí, te verán mi suegra y mi cuñada y se preguntarán qué narices haces aquí! —señaló a Harry presa del pánico ante el posible desastre.
—¿Por dónde demonios salgo? No hay otra salida que no sea ésa, y me parece ridículo esconderme de las dos arpías.
—¡Por favor, Harry, escóndete! No quiero que hablen más de nosotros. Bastante comenta ya todo el pueblo gracias a tu maldita apuesta —rogó Hermione atormentada.
—Bien, pues tú me dirás dónde me meto, porque soy un hombre lo bastante grande como para no poder ocultarme en una habitación de por sí minúscula. No hay nada tan grande en este lugar como para que quepa dentro.
Hermione recorrió con la vista rápidamente cada uno de los rincones del vestidor intentando hallar un espacio adecuado a las dimensiones del cuerpo de Harry. En su desesperación por esconder su presencia no deseada de los ojos maliciosos de su futura familia, admiró una vez más su horrendo pero a la vez inmenso vestido y comentó mientras lo alzaba:
—¡Abajo!
—¡Debes de estar de broma! Ni loco me meto ahí —indicó Harry exasperado.
—Te prometo ir a tu casa para recuperar el anillo —anunció Hermione con un suspiro poniendo fin a sus protestas.
—¡Que conste que hago esto por ti, que si por mí fuera...!
—¡Sí! ¡Sí, vale! ¡Pero escóndete rápido! —apremió Hermione con urgencia.
Hermione volvió a ponerse en el estrado para las pruebas y Harry se escondió bajo su inmenso vestido. Efectivamente el vestido era tan gigantesco que podían caber por lo menos dos como él bajo ese espantoso atuendo.

El Salvaje y RicitosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora