Capitulo 5: El Hijo

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  Capítulo 5

Cuando Harry se fue a la universidad todos en Hogsmeade pensaron que la vida volvería a ser igual de monótona que antes; Hermione se transformó de nuevo en Doña Perfecta y ya nadie conseguía alterarla. Todo el año transcurría pacíficamente hasta que llegaban las vacaciones, porque, cuando Harry retornaba a casa, la guerra entre los dos continuaba como si el tiempo no hubiera pasado.
La larga tregua que dictaba la distancia se acababa en cuanto volvían a verse de nuevo, y mientras Harry saludaba a su vecina con un «hola larguirucha, ¿te han crecido ya los melones?», ella respondía «idiota descerebrado» mientras le arrojaba un zapato a la cabeza.
En ese preciso momento era cuando los habitantes del pueblo volvían a apostar sobre si Hermione osaría tener pareja cuando Harry regresara, pareja que desaparecería extrañamente, o sobre si a Hermione se le ocurriría traer a una chica con él cuando regresaba al pueblo, chica que lo abandonaba en pocos días.
Así, las apuestas de vacaciones pasaron a tratar sobre cuánto tiempo tardarían en espantar a la pareja del otro y cuál sería el primero en conseguirlo.
El primer año ganó Harry tras aterrorizar al admirador de Hermione haciéndole creer que él era realmente un loco homicida que ya se había deshecho de varios de sus anteriores novios. El hacha y la sangre de pega fueron motivos muy convincentes para que el joven Nolan saliera corriendo de la vida de Hermione sin volver la vista atrás.
El segundo año fue sin duda el mejor, pues todos celebraron que Hermione venciera.
Cuando Harry tenía veinte años y Hermione apenas había cumplido los dieciocho, en las vacaciones de verano una rubia exuberante acompañó al Salvaje a Hogsmeade. El odio fue mutuo: en cuanto Astoria pisó el pueblo, lo odió con toda su alma, y en cuanto los lugareños la conocieron a ella, la detestaron profundamente.
Se trataba de una joven mimada y egoísta que se quejaba por todo, que no pedía, sino que exigía, y que pretendía que todos estuvieran pendientes de ella. Sólo duró en el pueblo seis horas, y eso porque Doña Perfecta estaba fuera haciendo unos recados para la obra de teatro del festival de verano.
Cuando Hermione aparcó su destartalado coche de tercera mano junto al bar de Rosmerta, apenas prestó atención a la rubia pechugona vestida con pésimo gusto y escasa indumentaria, a la que todos miraban con odio que se hallaba en esos instantes hablando por su móvil de última generación con una amiga.
Pero cuando pasó por su lado y la oyó nombrar a Harry, puso sus cinco sentidos en espiar la conversación que mantenía mientras andaba muy lentamente hacia la entrada del bar.
—Sí, Anna, sólo tengo que decirle que estoy embarazada y, como educado caballero que es, seguro que lo pesco. Harry Potter tiene una carrera prometedora como jugador. Si lo engancho ahora, no tendré que competir con las demás busconas... —Tras una pausa continuó—: Por supuesto que no estoy embarazada, meses después de la boda le diré que he perdido el bebé y asunto zanjado...
Hermione había escuchado lo suficiente como para saber que en menos de una hora esa rubia saldría corriendo del pueblo, o incluso menos, si se daba prisa. Cuando Hermione hubo repartido los folletos para la función de teatro de ese año por todo el pueblo, buscó a Teddy, un precioso niño de cuatro años que actuaría ese verano por primera vez.
Mientras lo llevaba a tomar un helado con el permiso de su madre, quien se encontraba en esos momentos en el bar de Rosmerta mirando algo de una pizarra, le comentaba al pequeño lo importante que era su papel en la obra.
—Verás Teddy, tú serás el hijo, por lo que vamos a ensayar y si lo haces bien te compro un helado de tres bolas.
—¡Jo, tres bolas! —exclamó excitado el crío—, mamá sólo me deja comer dos. ¡Qué guay!
Los hombres eran muy previsibles a cualquier edad: «cuanto más grande, mejor», pensó Hermione antes de toparse con la feliz pareja en mitad de la calle.
—Mira, ahí está tu padre, ¡a actuar! —animó Hermione al niño mientras señalaba a Harry con el dedo.
Y Teddy, la mar de inspirado, corrió hacia Harry y agarrándose a su pierna comenzó a sollozar y a gritar a pleno pulmón:
—¡Papá! ¿Por qué me abandonaste? ¿Fue porque fui malo? ¡Papá vuelve, no me dejes solo otra vez...!
Harry miraba asombrado al chiquillo que se agarraba a su pierna sin saber qué hacer, ni por qué le decía esas cosas, hasta que apareció Hermione en escena.
—¡Vámonos Teddy, tu padre no quiere saber nada de ti! —exclamó enfurecida mientras separaba al reticente niño de la pierna de Harry, y continuó—: ¡No has tenido la decencia siquiera de llamar preguntando por él! ¡No me has pasado ni un centavo mientras cuidaba de tu hijo! ¡Te casaste conmigo por nuestro hijo, pero en cuanto tuviste la oportunidad de marcharte de este pueblo no miraste atrás! ¡Y ahora vienes con esta fulana y te paseas con ella por todo el lugar! ¡Te juro que cuando ganes el más mísero centavo te lo voy a quitar todo! —gritaba Hermione a la cara de Harry dejándolo mudo de asombro, quien, como no supo qué decir, simplemente guardó silencio.
Hermione se fue con paso enfurecido a la vez que el niño era arrastrado por la calle mientras no dejaba de gritar:
—¡Papá, te quiero, no me dejes!
En cuanto los dos entraron en la heladería de la señora Pick, sus rostros se tornaron sonrientes mientras se tomaban sus helados junto a la ventana a observar el espectáculo. La señora Pick, por primera vez en años, también se sentó y dejó de trabajar.
—¡Te juro, Astoria, que no estoy casado ni tengo un hijo! Ésa era mi vecina la loca, que siempre que tiene oportunidad me fastidia con alguna de sus bromas. Pregunta a cualquiera del pueblo y verás —rogó Harry a su enfadada novia, que estaba dispuesta marcharse en ese mismo instante con el coche que habían alquilado.
—Mira, ya verás —repitió Harry mientras paraba al señor Black y le preguntaba—: ¿A que no estoy casado y no tengo ningún hijo, señor Black?
La respuesta que recibió no fue la que esperaba y, ante una asombrada Astoria, el señor Balck contestó:
—Claro que estás casado Harry, con Hermione, y tienes un hijo de cuatro años que se llama Teddy.
Astoria, encolerizada, le pegó una sonora bofetada a Harry, cogió las llaves del coche y se marchó dejando tras de sí una gran humareda entre el chirriar de las ruedas.
Harry, asombrado, se volvió hacia el señor Black y le preguntó:
—¿Por qué ha dicho eso, señor Black?
—Porque este año en la función de teatro te toca ser el marido de Hermione y el padre de Teddy, y como a Hermione no le quedaban folletos nos pidió que te lo dijéramos en cuanto te viéramos —aclaró el señor Black tendiéndole un folleto.
—¡Oh, ésta me la pagas, Doña Perfecta! —murmuró Harry mientras estrujaba el folleto.
Hogsmeade estuvo pendiente durante días de la posible revancha de Harry, pero ésta nunca llegó y todos se preguntaron por qué...
Harry se hallaba agachado junto al desvencijado coche de Hermione, que estaba aparcado descuidadamente en la entrada, dispuesto a desmontarlo pieza por pieza cuando oyó en mitad del silencio de la noche como Doña Perfecta se sentaba en el porche de su casa con un refresco en la mano. Su hermano Justin no tardó en reunirse con ella, enfurecido.
—¡Lo que le has hecho a Harry no tiene nombre! ¡Nunca jamás volverá a ver a esa chica! ¡Si tenía alguna posibilidad de tener una relación seria con ella, tú la has destrozado!
—Créeme Justin, esa chica no le convenía —respondió Hermione muy convencida.
—Tú no eres la más indicada para decir lo que le conviene o no.
—Todo el pueblo la detestaba, era mimada, ególatra y oportunista...
—¡Pero a quien le tiene que gustar es a Harry, no al pueblo!
—Entonces, según tú, me tengo que quedar de brazos cruzados mientras Harry comete el peor error de su vida —indicó enfadada.
—Dame una sola razón por la que no debo traer a Astoria de vuelta y explicárselo todo —pidió Justin muy convencido de que no habría ninguna que fuera de su agrado.
—Oí una conversación de móvil que Astoria sostenía con una amiga...
—Y por unas palabras fuera de contexto en las que decía algo que no te gustó la has echado del pueblo... ¡Vamos! ¡Dime qué era eso tan terrible que le contaba a su amiga! —solicitó Josh a la espera de demostrar que él tenía razón.
—Casi nada: Astoria le explicaba a su amiga que iba a atrapar a Harry con un embarazo ficticio, ya que era un jugador prometedor al que debería de conseguir cazar ahora, antes de que otras se le adelantasen —contestó Hermione orgullosa al ver como la cara de su hermano cambiaba de satisfacción a horror.
—¡Por Dios! ¿Es eso cierto, Hermione? —quiso saber Justin, asombrado.
—Tú ya sabes que siempre te he dicho la verdad cuando me has preguntado sobre las gamberradas que le hago a Harry.
—Entonces tienes que contárselo, Hermione. Tienes que decírselo antes de que él se tome la revancha.
—¿Para qué?, ¿para que no me crea?, ¿para que dude de si es otra trastada más de las mías o no? No, no pienso decirle que esa mujer iba sólo por su dinero. Eso le haría daño y yo no soy tan cruel. Además, es muy poco imaginativo a la hora de vengarse. Lo más probable es que la tome con mi coche, al que le quedan ya dos telediarios —repuso Hermione antes de desear a su hermano las buenas noches y dirigirse hacia el interior de la casa.
—Hermione —llamó Justin haciendo que su hermana detuviera sus repentinas prisas por marcharse a su habitación—. ¿Tú odias a Harry o lo quieres?
Hermione se rió de su hermano antes de contestar.
—Digamos simplemente que no es el más adecuado para mi lista.
Cuando Justin se quedó solo en el porche, se preguntó pensativo en voz alta:
—¿Qué habrá querido decir con eso?
No esperaba respuesta alguna, por eso se sobresaltó al escuchar la voz de su amigo gruñir detrás del coche de Hermione.
—¡Maldita lista de las narices!
—Harry, ¿eres tú? —preguntó Justin a la espera de que su amigo se diera a conocer, y así fue: Harry salió de su escondite tras el vehículo.
—Lo has oído todo, ¿verdad? —quiso saber Justin a la espera de una confirmación.
—Sí, desde el principio hasta el final.
—Entonces, ¿qué vas a hacer?
—Antes que nada, arreglar la tartana de tu hermana, y después mejorarla. Tiene las ruedas flojas, los limpiacristales rotos y las ventanas...
—No me refería a eso —señaló descontento Justin ante la respuesta de su amigo.
—Ya lo sé —repuso Harry antes de volver hacia su casa en busca de más herramientas.

El Salvaje y RicitosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora