Capítulo 4
John Granger, por primera vez en dieciséis años, estaba preocupado.
Sabía que ese momento tendría que llegar algún día, que su hija se haría mayor y saldría con chicos, pero, para él, Hermione aún era su niñita.
Su pequeña había ido a un baile y aunque suplicó y rogó a su mujer que le dejara ir al instituto a espiar, Sarah se lo había prohibido rotundamente, así que no le había quedado más remedio que esperar en casa sentado en el viejo sillón del salón que había situado delante de la puerta con la lámpara del salón encendida y un viejo libro como compañía.
Como no podía hacer nada para vigilar a su hija, le pidió a los gamberros de sus hermanos que la espiaran durante toda la fiesta y que no la dejaran a solas con ese jovencito lleno de hormonas ni un solo instante, pero sus hijos eran unos tarambanas y seguro que se habían olvidado de su hermana en cuanto llegaron al baile.
Su último recurso antes de resignarse a perder a su pequeña había sido pedir a Harry que compartiera el coche de alquiler con sus hijos. Con suerte esos dos volverían a las andadas y pasarían todo el tiempo discutiendo, sus parejas se cansarían de ellos y su Hermione volvería a casa diciendo que odiaba a todos los chicos y los bailes.
—Dios, por favor, que vuelva a casa despotricando del vecino y no con una sonrisa radiante de «me he besado con un joven adolescente y quiero más» —rezó John Granger antes de que la puerta de su casa se abriera con brusquedad y su hija entrara descalza y gritando.
—¡Odio a Harry Potter y no pienso volver a ir a ningún estúpido baile con chico alguno! ¡De hecho, no pienso salir con ningún chico! ¡Nunca!
—Gracias, Dios mío —murmuró John antes de levantarse del sofá para calmar a su hija.
Sus hermanos, que entraron tras ella, intentaron calmarla y muy pronto no tardó en unirse a la reunión Sarah, que salió de su habitación en la planta superior dispuesta a solucionar una vez más el enfado que su hija tenía con el vecino.
Cuando la madre de Hermione entró al salón adormilada, terminó de despertarse de golpe en cuanto vio a sus hijos con las ropas destrozadas y llenos de morados peleándose, a su hija buscando la escopeta de perdigones con el vestido de noche y descalza, y a su marido persiguiéndola una vez más portando el folleto de ese instituto «sólo de chicas», que no paraba de sacar en cada conversación desde que se había dado cuenta de que Hermione era toda una mujer.
—¿Qué demonios pasa aquí? —gritó Sarah a pleno pulmón poniendo fin a todo el alboroto.
—Hermione odia a los hombres y las fiestas —contestó John muy ilusionado.
—Mis hermanos se han peleado en el baile —cotilleó Hermione en un intento de distraer a su madre de lo que estaba haciendo.
—Harry ha besado a Hermione... —comentó Nev evitando la mirada furiosa de su madre.
—Y por eso... Hermione quiere pegarle un tiro al vecino —señaló Justin librándose de la atención de su madre, que finalmente recayó en su hermana.
—¡Ésa es mi niña! ¡Así se hace! ¡Ven aquí, que te enseño a disparar! —animó John a su hija bajo la mirada reprobatoria de su mujer.
—¡Nadie va a disparar al vecino! —gritó Sarah histérica—. Hermione, ¿te has vuelto loca? ¡Suelta la escopeta de tu padre ahora mismo!
—¡Pero mamá, me besó en la boca y me metió la lengua! ¡Fue asqueroso! ¡No voy a volver a besar a un chico en mi vida! —protestó Hermione mientras bajaba la escopeta.
—¡Gracias, Dios, porque el vecino no sabe besar! Mañana mismo le regalo una cesta de frutas —murmuró John.
—¡John, cállate y déjame a solas con tu hija! ¡Me estás poniendo histérica! —dijo Sarah señalando la puerta del salón.
—Vale, pero luego me lo cuentas todo, y tú, hija, piensa lo del instituto de chicas. Ahí te dejo el folleto para que le eches un vistazo —respondió alegremente el padre de Hermione antes de marcharse.
—Y Ustedes dos estan castigados durante un mes sin paga y sin salir, por pelearse en el baile como animales, ¡y ahora a su cuarto! —ordenó Sarah a sus hijos, que salieron de la habitación refunfuñando.
Después de comprobar varias veces que nadie escuchaba tras la puerta, pues en las dos primeras ocasiones todos estaban con la oreja pegada cotilleando, Sarah se sentó junto a Hermione en el sofá y la animó a acompañarla y soltar la escopeta.
—¿Qué pensabas hacer: dispararle al vecino y volver a casa como si tal cosa? Podrías hacerle daño o hacértelo tú.
—Pero mamá, era mi primer beso... Mi primer beso me lo ha dado el vecino, que es todo lo contrario a mi hombre ideal. Estaba tan ilusionada con que fuera especial... —manifestó Hermione entre sollozos.
—A lo largo de los años tendrás otros besos, algunos serán más especiales que otros, pero el más especial será cuando encuentres a tu media naranja, tu otra mitad. Él te besará y el mundo desaparecerá para ti, sólo existirá él —explicó Sarah—. Lo de hoy sólo ha sido el primero, eso no es especial. El del hombre adecuado es el que importa.
—Gracias, mamá —dijo Hermione más calmada mientras besaba la mejilla de su madre y subía a su habitación.
Una vez en su cuarto, Hermione sacó su lista y escribió: «9. Que sus besos sean especiales.»
A la mañana siguiente Harry recibió una gran cesta de frutas.
Mientras miraba la tarjeta algo extrañado, preguntó a su abuela Lily mientras ésta arreglaba las plantas de su jardín:
—Abuela, si una chica te manda una cesta de frutas después de un baile y un beso, ¿qué significa?
—Cielo, eso es como cuando tú le mandas unas flores a una chica después de una cita. Seguro que el baile le encantó y el beso la fascinó.
— Esto... Abuela, ¿y si el que te manda la cesta de frutas es el padre de la chica?
—Entonces, hijo mío, es mejor que la olvides... ¿Qué pone la tarjeta? —preguntó Lily curiosa.
—«Gracias por besar a mi hija» —leyó Harry algo molesto.
—¿Tan mal besas, hijo mío? —preguntó Lily bromeando con el granuja de su nieto, sabedora de su respuesta.
—Hasta ahora nunca se han quejado —respondió Harry con chulería—. Pero supongo que tendré que seguir practicando —comentó con una sonrisa pícara mientras dirigía una mirada a casa de la vecina.
Poco después sonó el teléfono y su nieto entró apresuradamente para atender la llamada. Lily no pudo aguantar la curiosidad y se acercó para ver quién firmaba la tarjeta. Le pareció casi imposible, pero ante sus ojos aparecía la firme letra de John Granger. Al fin comprendió por qué su nieto volvió a casa una hora después del baile, a pie, sin pareja alguna y con dos zapatos de mujer en las manos.
(Hermione)
Me pasé las semanas siguientes planificando como vengarme del estúpido del vecino por arruinar mi primer beso. Planeé romperle el coche, pero no tenía. Hacer que cortara con la novia, pero tampoco tenía. Mi madre me había prohibido rotundamente acercarme a la escopeta, por lo que tampoco podía dispararle. ¿Bajarle la nota en los exámenes? Pero ya eran demasiado malas para bajar más. ¿Y dejarlo sin jugar? Sería peor para el instituto que para él...
¿Cómo demonios iba a vengarme de él por robarme mi primer beso, que, aunque protestara y dijera que había sido horrible, realmente había sido lo mejor que me había pasado en la vida? Porque, como dijo mi madre, el mundo se había parado por unos instantes y no había en él nada más que nosotros, y no era justo, porque esa sensación, esa pasión, la tenía que sentir con otro, no con él.
Él era el hombre imperfecto, el que siempre lo hacía todo mal, el que no cumplía ni uno de los requerimientos de mi lista. El que no sería nunca mi príncipe azul. Siempre salía con chicas que tenían más delantera que cerebro, y nunca dos veces con la misma. Dedicaba el mínimo tiempo posible a sus estudios y nunca pensaba en su futuro.
El odio que había entre nosotros dos era demasiado grande como para que de repente se convirtiera en otra cosa. Y yo jamás me arriesgaría a quedar en ridículo por un simple beso, prefería ignorar ese estúpido beso que había sido un error y seguir como hasta ahora.
Planearía cómo continuar fastidiándole y proseguiría con mi lista en busca del perfecto príncipe azul.
Cuando por fin se me ocurrió el modo de llevar a cabo mi plan, a la hora de ponerlo en práctica no fue tan bien como debía: por poco acabamos con un cadáver en el maletero; pero, como soy simplemente perfecta, lo solucioné con la rapidez y la excelencia que caracterizaban todo lo que yo hacía.
(Harry)
Estaba tremendamente cansado cuando llegué a casa después del partido. Por suerte, mi equipo ganó por tres puntos y mis compañeros y yo destacamos ante el equipo rival a pesar de recibir pocos ánimos por parte de una loca castaña que sólo quería que me derribaran.
Gracias a la animosidad de esa molesta Doña Perfecta, y a los saltitos que daba con su ajustada camiseta y sus cortos pantalones, perdí la concentración en varias ocasiones y fui placado como si fuera un principiante, pero, a pesar de todo, varios ojeadores me ofrecieron buenos tratos para distintas universidades. Ahora únicamente tenía que conseguir terminar los estudios y elegir adónde ir y qué hacer.
Cuando me acerqué a casa de la abuela, ahora vacía porque ella y mi madre estaban realizando un viaje, vi una vez más la figura tan temida por mí estos últimos años: mi querido padre, que nuevamente había venido a ver cómo estaba y lo que podía sacarme.
Observé como la fuerte figura de un hombre robusto de mediana edad bajó del oscuro porche hacia mí; su rostro enfurecido que gracias al cielo no era ni remotamente parecido a mí, mostraba alegría alguna al ver nuevamente a su progenie, y sus palabras fueron bruscas y amenazantes:
—Una vez más, a pesar de venir sin avisar, no encuentro a tu madre o a tu abuela en casa, sólo a ti.
—Se han ido de viaje —contesté intentando pasar de largo, algo que con él nunca funcionaba; sin previo aviso, me empujó contra la pared y, con su brazo apoyado fuertemente contra mi cuello, me retuvo allí sintiéndose superior mientras yo forcejeaba inútilmente tratando de zafarme de él y respirar con normalidad.
—¿No te parece extraño que después de tantos años de búsqueda, cuando hace unos meses por fin doy con el paradero de tu madre, ella nunca esté?
—Ella no quiere volver a verte y yo tampoco, ¿por qué no te marchas de una vez y nos dejas en paz? —contesté entrecortadamente intentando respirar.
Él me golpeó fuertemente con su puño en la cara y volvió a la carga con sus peticiones.
—¡Ella es mi mujer y no me marcharé de aquí sin Penélope! Aunque intentes protegerla, no podrás estar siempre a su lado. He oído que lo más seguro es que el año que viene te vayas a una buena universidad. Esas universidades siempre dan grandes becas. Tal vez si me dieras algo de dinero no tendría que venir a molestar a tu madre con mis problemas.
—Ah, por fin llegamos al centro de la cuestión: el dinero. ¿Cuánto tiempo más vas a seguir amenazándome?
—Todo el que quiera, ¡si no fuera por mí, tú no habrías nacido...!
—Y si no fuera por ti, mi madre sería una mujer feliz —interrumpí irónico ganándome un nuevo puñetazo.
Estaba resignado a recibir una nueva paliza de mi adorado padre cuando oí un golpe seco y, segundos después, fui libre. Miré atontado la escena que tenía ante mí sin poder terminar de creérmelo.
Mi padre, en el suelo, gemía semiinconsciente mientras era aporreado con un palo por un jugador de hockey del instituto que llevaba puesta una máscara parecida a la de Viernes 13, pero que portaba un lacito rosa.
Pensé que los golpes de mi padre habían comenzado a producirme una conmoción al presenciar una escena tan irreal, cuando escuché unos grititos asustados de mujer en el momento en que mi padre quedó inconsciente en el césped.
—¡Oh, no! ¡Lo he matado! ¡Mierda, lo he matado! Como vaya a la cárcel por ti... ¡No puedo ir a la cárcel por ti!
—¿Hermione? —pregunté confuso al reconocer sus chillidos histéricos.
Ella se quitó la máscara enfurecida porque no la había reconocido, ¡qué mona se ponía cuando se enfadaba!
—¡Se suponía que te tenía que dar un susto! Pero cuando vi como ese matón te golpeaba me enfadé: nadie que no sea yo puede maltratarte —declaró iracunda—. Pero ahora iré a la cárcel por matar a tu agresor y entonces no encontraré a un hombre especial, seguro que acabaré gorda y foca, y con tatuajes, y cuando salga de la cárcel seré vieja y fea, y terminaré casada con un hombre llamado Buba... ¡y todo será por tu culpa! —exclamó señalándome enojada después de finalizar su increíble historia.
¡Dios mío, qué imaginación!
Podía haberme deleitado un poco más con sus extravagantes historias, en las que planeaba como deshacerse del cadáver, si no fuera porque temía que en cualquier momento mi padre volviera a la consciencia y esta vez atacara a la inocente Hermione, así que sin más le expliqué por qué no podía cargar con mi padre hasta el lago y colocarle un bloque de cemento en los pies.
—Entonces cuando el cemento se seque... ¿tardará mucho en secarse?... Bueno, da igual, cuando se seque...
—Hermione... —traté de interrumpirla.
—Espera a escuchar mi plan y luego discutimos sobre él, aunque mis planes siempre...
—Hermione... —lo intenté nuevamente.
—¿Qué quieres, Harry? ¡Estoy intentando salvarnos el cuello y tú no haces otra cosa que interrumpirme!
—Hermione, mi padre no está muerto, sólo inconsciente —le indiqué cuando me di cuenta de que comenzaba a moverse.
—¡Qué! ¿Ese hombre horrendo es tu padre? —preguntó confusa.
—Por desgracia, sí —contesté avergonzado.
Entonces fue cuando ella hizo algo que me hizo reír a pesar de la paliza, del agotamiento y del día tan desastroso que llevaba. Ella golpeó nuevamente a mi padre dejándolo otra vez inconsciente y me comentó mirándolo con furia:
—Mi propuesta de deshacernos de él sigue en pie.
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El Salvaje y Ricitos
Fanfiction-«Mi perfecto príncipe azul. 1. Tiene que ser el más guapo.» ¿Eso es todo? -preguntó bruscamente para molestarla. -No, tengo que ir añadiendo las demás cualidades a lo largo de los próximos años hasta que sea mayor. -Pues yo soy guapo, ¿soy yo tu pr...