Capítulo 10
Con veintidós años, apenas faltaba uno para que Harry Potter finalizara sus estudios en la universidad. Los ojeadores cazatalentos ya llamaban a su puerta para posibles fichajes profesionales y tenía ante sí un futuro brillante lleno de fama y fortuna haciendo lo que más le gustaba, jugar al fútbol americano. Sus calificaciones no eran espectaculares en la simple carrera de CienciasAudiovisuales que estaba cursando, pero los profesores pasaban mucho la mano a los deportistas.
Su futuro se anunciaba maravilloso hasta que en un partido todo terminó repentinamente con el violento placaje de un rival que lo llevó a sufrir una terrible lesión en la rodilla. Lo sacaron del campo en camilla y lo llevaron al hospital, donde lo sedaron, por lo que apenas se enteró de nada hasta que volvió a abrir los ojos y el dolor comenzó a atormentarlo.
La fría habitación blanca lo agobiaba, lo asfixiaba.
Mientras intentaba respirar entre esas cuatro paredes, Harry fijó su vista en su vendada e inmóvil pierna. Tocó el timbre desesperado preguntándose cuál era su lesión y cuánto tardaría en volver al campo. A cada segundo que pasaba sin recibir respuesta, se temía lo peor.
Unos minutos después, que a él le parecieron horas, entró una enfermera y Harry le preguntó por su médico: quería hablar con él sobre cuándo volvería a jugar. Al percatarse de como la enfermera esquivaba su mirada y sus preguntas, lo supo sin lugar a dudas: su brillante futuro había desaparecido ante sus ojos a tan sólo unos días de la gloria.
Pasó varios días en el hospital, donde recibió las visitas de sus familiares y amigos. Como un autómata, debido a su estado de postración y a no poder ir a ningún sitio, su mente se retraía evitando la realidad. Únicamente podía rememorar una y otra vez la conversación que había mantenido con el médico.
—En unos meses y con dura rehabilitación podrás volver a caminar, incluso a correr —anunció un doctor de mediana edad que cargaba con su expediente.
—¿Podré volver a jugar profesionalmente? —planteó Harry emocionado ante la buena noticia.
—Lo siento, pero has sufrido una lesión muy grave para un deportista profesional: rotura total de los tres ligamentos de la rodilla, la llamada tríada. Los tres ligamentos se han roto por completo, y la operación de reconstrucción no los deja perfectos. Si vuelves a jugar, no será profesionalmente.
—Pero tengo muchos equipos profesionales interesados en mí, ¡no puede pasarme esto ahora! —se quejó Harry—. Seguro que en un año volveré al campo, ¡necesito poder jugar!
—Puedes intentarlo —declaró el médico—, pero esto lo he visto ya muchas veces. En cuanto vuelvas al campo, se te puede reproducir la lesión. Tienes alta probabilidad de que eso ocurra, pues la zona ya está dañada y, por otra parte, no hay muchos equipos que se arriesguen a contratar a un novato con esa carga. Si ya fueses profesional, tal vez habría posibilidades, pero en tu caso...
—Entonces, ¿qué hago? ¿Me rindo? ¿Tiro todo mi futuro por la borda por una estúpida rodilla? —exclamó al médico un enfurecido Harry.
—Alégrate de que la lesión no haya sido más grave de lo que es, lucha por recuperarte y más adelante ya veremos si puedes intentar volver al mundo profesional.
Tras estas palabras, el doctor lo dejó solo, sumido en sus pensamientos.
—Para qué luchar... —susurró en voz baja mientras derramaba en silencio lágrimas de dolor por lo perdido.Cuando Hermione volvió ese año de la universidad se extrañó al no ver a Harry en casa de su abuela. Preocupada, preguntó a sus hermanos, quienes, a pesar de no ir a la misma universidad que él, eran amigos inseparables del vecino.
Después de los abrazos y besos que recibía todos los años al retornar a casa, se sentó en el porche con una deliciosa limonada junto a Justin y Nev. Ellos permanecían tensos, a la espera de sus preguntas, parecían no querer contarle lo que sucedía, ya que evitaban continuamente su mirada.
—¿Dónde está Harry? —inquirió finalmente Hermione; sus hermanos se miraron entre ellos, decidiendo quién sería el que daría la mala noticia, y fue Jus el que comenzó a contestar a sus cuestiones.
—Harry tuvo una lesión a principios de verano. Está bien —añadió Justin al ver como su hermana se disponía a levantarse para ir en su busca—, pero no creen que pueda volver a jugar profesionalmente.
—¿Y eso qué más da? Lo importante es que esté bien y se esté recuperando, porque se está recuperando, ¿verdad?
—Físicamente puede, pero...
—Pero psicológicamente está hecho una mierda —acabó Nev por su hermano.
—¿Por qué? No lo comprendo; no tendrá una carrera brillante pero aún puede terminar la universidad y centrarse en su futuro.
—No lo entiendes, Hermione: ése era su futuro, las notas de Harry son pésimas y sin la perspectiva de contar con un buen futbolista, la universidad pronto se deshará de él.
—¡Pero eso no es justo! Él es muy inteligente, seguro que puede finalizar su carrera y hacer algo.
—No quiere hacer nada, se ha rendido —comentó Justin apenado.
—¡Tengo que ir a verlo! —exclamó Hermione decidida mientras se incorporaba, pero las apesadumbradas palabras de su hermano Nev la detuvieron.
—No nos permitió entrar, Hermione. Jus y yo cogimos dos autobuses para poder ir a verlo. Cuando llegamos al fin, la enfermera nos negó la entrada. Después de discutir con medio hospital supimos que él no deseaba ver a nadie, eso también nos incluía a nosotros.
—Si quieres saber más de él, tal vez deberías ir a hablar con la señora Potter. Está muy sola desde que su hija se marchó para cuidar de su nieto, y parece ser que las noticias que le dan no la animan demasiado —indicó Jus, abatido por el destino de su amigo.
Hermione se levantó dispuesta a ir en busca de Lily cuando la mano de Nev la detuvo.
—Si averiguas algo, cuéntanoslo. Estamos muy preocupados por nuestro amigo.
—No te preocupes, averiguaré algo —prometió ella sonriente mientras se dirigía con decisión a casa de los Potter.
Lily vio a la joven de los Granger desde la silla de su viejo porche.
La saludó alegremente con la mano mientras esperaba su visita, porque ella sabía que esa jovencita iría a preguntar por su nieto, un nieto al que ya apenas reconocía. La vida lo había golpeado, pero él no parecía sacar fuerzas para seguir luchando. Según él, no tenía ninguna razón para levantarse de esa cama de hospital que, a cada día que pasaba, parecía tragarse un poco más su vitalidad.
Lily lloraba por estar perdiendo a su jovial nieto a cambio de un extraño desapegado que parecía estar muerto aunque su corazón seguía latiendo.
Hermione se sentó junto a ella en otra de sus viejas sillas, la miró en silencio comprendiendo su dolor y, cuando la abuela esperaba otra de esas estúpidas frases de consuelo por lo ocurrido que la hacían desear llorar, la pequeña Hermione sacó de sus labios una sonrisa.
—¿Tan malas son sus notas?
—No sé, nunca nos las quiso enseñar.
—Con lo mayor que es y escondiendo las notas a los padres, ¿no le da vergüenza?
—¿Te has enterado de todo? —preguntó finalmente Lily a Hermione
—Sí, ¿se puede saber por qué no deja que lo vea nadie?
—Según mi hija, está abatido, apenas come y hace ya una semana que debería haber comenzado con la rehabilitación para no perder la movilidad de la pierna, pero se niega a hacer otra cosa que no sea estar tumbado en esa estúpida cama autocompadeciéndose por su desgracia. Yo fui a verlo al principio, pero soy mayor y no puedo estar mucho tiempo durmiendo en esos incómodos sillones. Ahora llamo todos los días, esperando alguna buena noticia que nunca llega —confesó Lily rompiendo a llorar.
—Tranquila, señora Potter, yo conseguiré levantarlo de la cama aunque sea a base de patadas —prometió Hermione.
—No te dejará entrar, hija mía. No deja entrar a nadie.
—Oh, no se preocupe señora Potter. No tengo que estar presente para hacerlo enfurecer. Ya verá usted como al acabar el verano tiene a su nieto en casa gruñendo como nunca, pero de pie.
Hermione conversó un rato más con ella sobre cosas banales, le hizo recordar historias pasadas de cuando ella y su nieto eran niños y no paraban de hacerse trastadas y, por primera vez en mucho tiempo, la anciana volvió a reír con ganas.
«Ojalá esa chica pudiera hacer milagros», pensaba Lily mientras la veía marcharse, porque sin duda alguna eso es lo que necesitaría para hacer que su nieto volviera a ponerse en pie.
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El Salvaje y Ricitos
Fanfic-«Mi perfecto príncipe azul. 1. Tiene que ser el más guapo.» ¿Eso es todo? -preguntó bruscamente para molestarla. -No, tengo que ir añadiendo las demás cualidades a lo largo de los próximos años hasta que sea mayor. -Pues yo soy guapo, ¿soy yo tu pr...