LIII

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Había pasado unos minutos desde que había llegado a aquella cabaña donde pensaba hallar a Ariana.

Aquella cabaña había sido propiedad de los Anderson desde muchos años atrás, incluso antes de que Justin y Ryan se conocieran, era uno de los lugares de negocios escondidos que ellos tenían.

Justin solía ir con ellos a veces, pasaban vacaciones juntos en ocasiones, siendo pequeños infantes de 7 y 9 años respectivamente.

Sus padres eran muy buenos amigos; Jeremy, el padre de Justin, le debía mucho a Joseph y fue gracias a sus negocios que inició aquella relación de amistad que fue heredada también por sus hijos.

Justin solía pasar horas jugando con Ryan en aquel lugar, siempre que iba con su padre. Aquella cabaña era parte de la infancia de Justin, tantos recuerdos yacían en ella que la nostalgia invadía su alma por el dolor y la lejanía de ellos.

¿Quien iba a pensar que años después ambos estarían en ella para luchar por el amor de una chica?

El destino, sin duda, actuaba de maneras inexplicables.

Los pasos acelerados de Justin podían escucharse en aquel lugar, esa sensación de adrenalina y, se podría decir, miedo, albergaban su alma con cada paso que daba.

Y ahí es donde una pregunta interrumpió sus pensamientos.

¿En dónde podía encontrarse Ariana?

Aquel lugar era mucho más grande de lo ir parecía a simple vista, mucho más grande de lo que cualquier persona podía esperar o conocer, eso lo sabía de sobra.

Se detuvo por un momento para meditar la dirección a seguir, tantos lugares, tantas puertas, tantos caminos y el más mínimo error le podría costar la vida y también, probablemente, la de su pequeña.

Pasó su mano por su cabello alborotando un poco éste mientras sentía algunos pasos aproximarse hasta donde estaba.

Miró a ambos lados buscando una escapatoria abriendo la primera puerta que halló.

Habían muchos abrigos en ella, no era muy grande.

Suspiró de manera tranquila al darse cuenta de que sólo se trataba de un armario.

Ingresó a él con cuidado mientras trataba de no hacer mucho ruido, cerró lo puerta con cuidado y se dispuso a esperar.

—Esto es una verdadera locura— rió amargamente una voz masculina y desconocida mientras los pasos se hacían más cercanos hasta donde estaba— ¿Por qué debemos cumplir los caprichos de un adolescente con las hormonas alborotadas?— un golpe logró oírse desde donde estaba.

Su compañero había golpeado su nuca ligeramente mientras él acallaba un quejido de dolor tratando de disminuir el mismo masajeando la zona afectada.

—Por la misma razón por la que obedeciamos las órdenes de su padre antes de morir— aquello provocó en el rubio un vuelco en su estómago.

Los recuerdos de aquella fatídica noche en la que avisaron a su casa sobre la muerte de Joseph Anderson llegaron a su mente. Los llantos y clemencias de él y su familia parecían volver, fue una noche sombría para los Bieber y para aquel pequeño chico de 15 años que había quedado huérfano de padre y madre sin nadie más a quien llame familia.

—Es nuestro jefe y nosotros no cuestionamos las órdenes de nuestro jefe, sin importar si éstas son, descabelladas o no— los pasos se detuvieron justo frente donde él se escondía y por un momento su rostro perdió todo tipo de color.

La mano de aquel hombre se posó sobre la fría perilla de aquella puerta de madera donde, tras ella, se ocultaba el joven oji-miel en peligro de ser descubierto.

De un segundo a otro un fuerte golpe captó la atención de ambos hombros provocando que uno de ellos soltara aquel mango para que luego intercambiaran miradas.

—Viene del sótano, ¿Crees que haya algún problema con la chica?— otro golpe más se hizo presente entre ambos y ésta vez el menor soltó un quejido para luego mirar mal a su compañero— Ahora que dije— se quejó mientras repetía la acción anterior para luego disponerse a caminar.

—Sólo cállate, no queremos más problemas— murmuró ofuscado y ambos continuaron su camino sin darle más importancia a su misión inicial.

Cuando aquellas pisadas finalmente se hicieron lejanas, Justin salió de su escondite con total precaución, miró hacia ambos lados mientras pensaba en aquella extraña conversación que había escuchado segundos atrás.

¿Y sí... aquella “chica” era Ariana?

¿Cuáles eran las posibilidades de que la respuesta fuera una negativa?

Probablemente muy pocas, dada la situación en la que se encontraba.

Fue entonces cuando un rato de esperanza iluminó su mente dándole los ánimos de seguir adelante, logrando encontrar una luz al final de aquel oscuro camino.

Sin pensarlo mucho tiempo más, caminó en la dirección que guiaba hasta el sótano, no tenía tiempo que perder.

Trató de escabullirse entre los pasillos de aquella cabaña intentando no ser descubierto sin saber que probablemente lo que se encontraría sería su potencial final.

Y ahí estaba.

Frente a la puerta que daba hacia el lugar donde mantenían cautiva a su chica.

Una descarga de adrenalina y ansiedad recorrió su cuerpo cuando posó su mano sobre aquella perilla, la giró con cuidado y hasta el mismo se sorprendió de que aquel lugar estuviera, aparentemente, sin ninguna clase de resguardo.

¿Y si se había equivocado?

Fue entonces cuando unos quejidos de dolor se hicieron presentes. Justin, quien estaba a punto de irse, giró su vista de inmediato hacia el interior adentrándose a aquel sombrío lugar bajando aquellas rústicas escaleras sin cuidado alguno.

Y ahí estaba ella.

Tiraba en el suelo cubierta, tan solo,por unas capas de sangre que parecían pintadas en su pequeño cuerpo como su único abrigo en aquella fría noche.

La tela de su vestido estaba completamente rasgada, como si ella hubiera sido objeto de alguna clase de ataque animal salvaje, aunque nada más lejano de la realidad. Ryan había actuado como un verdadero animal con ella, Justin ni siquiera podía verla por mucho tiempo sin sentir como la impotencia y la furia invadía su ser por completo.

Apretó sus manos en puños de manera ligera mientras cerraba los ojos con fuerza tratando de impedir que aquellas lágrimas, que trataban de salir, escaparan de sus ojos ante aquella horrible escena.

Suspiró de manera dolida para luego acercarse hasta donde yacía el cuerpo casi inconsciente de la castaña.

Pero no contó con un ligero detalle.

Un portazo se escuchó tras ellos mientras las pisadas tranquilas y serenas de un hombre sin escrúpulos cada vez se sentían más cerca.

Él no iba a permitir que Justin se saliera con la suya, no sin antes darle su merecido por todo lo que había hecho por arruinar sus planes, no sin antes hacerle pagar por cada una de las veces que logró humillar lo en más de una forma, tal vez, inconsciente.

—Hola, mejor amigo— murmuró con un tono agrio y frío en su áspera voz mientras él se giraba para verlo fijamente.

Ambos con un deber, con una motivación, con un deseo en el mismo juego.

Ambos con unidos por un mismo sentimiento, el amor por aquella chica que estaba al borde de la muerte.

Crush ↬J.B.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora