LVI

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2 meses después...

El tiempo había pasado verdaderamente rápido.

Dos meses habían transcurrido, en lo que para él fue un abrir y cerrar de ojos.

Aquellos dos meses habían sido grabados en su memoria como si de una cinta de casete se tratase, en cada uno de esos bellos recuerdos, Ariana aparecía como la protagonista de sus sueños.

Desde que ambos ingresaron al hospital, él no se había separado de ella, incluso cuando los doctores y su propia familia le habían dicho que debía cuidarse, pareció no importarle.

No podía describir la felicidad que en ese momento embargaba su alma, era algo casi inexplicable, un sentimiento único, que deseaba que jamás acabase.

Y después de todo, ¿Que podría salir mal ahora?

Él finalmente era feliz, junto a ella. Finalmente, luego de tanto sufrimiento, podían decir que lo estaban intentando.

Sonrió inconscientemente mientras rasgaba algunas cuerdas de su guitarra para luego escribir algunas melodías en su cuadernillo.

Ella era su musa, su fuente de inspiración, no cambian las palabras para expresar lo que ella le hacía sentir, sin duda cualquier clase de comparativo se quedaría pequeño junto a ella.

Esa noche le pediría ser su novia, luego de dos meses, finalmente se lo pediría oficialmente.

No iba a negarlo, se sentía muy nervioso, pero sabía que valdría la pena, después de todo lo que ambos habían pasado, ya ni siquiera debería de quedarle dudas a ambos de que estaban perdidamente enamorados del otro.

Una ironía.

Mientras sus dedos rasgaban la cuerda de aquella guitarra, el timbre hizo que saliera de sus pensamientos y volviera a la realidad.

Suspiró pesadamente mientras negaba con la cabeza, no permitirá que nada arruinase su día, sería el mejor, de eso estaba más que seguro.

Bajó las escaleras rápidamente para luego acercarse hasta la puerta.

Era el día la libre del servicio, por lo que cualquier labor de la casa debía ser hecha por él o algún integrante de su familia, lo que en realidad no era tan malo como parecía.

Abrió la puerta lentamente dejando ver el semblante de una joven castaña, con cabello recogido, una falda hasta las rodillas de color vino y un suéter holgado de color blanco que había juego con sus botines grandes de color piel.

Era Ariana, aunque casi irreconocible a la última vez que la había visto.

Sin embargo, aún así, no podía evitar que su corazón se acelerara al verla como si fuese la primera vez.

—Ariana, no te esperaba ¿Que haces a...?—

—Vengo a despedirme, Justin. —el rubio miró a la castaña sin comprender mucho sus palabras o, mejor dicho, sin querer hacerlo.

Estaba sorprendido por aquello, más por la frialdad con la que parecía tomar aquel tema, como si en realidad a ella no le importara. Le dolía.

¿

Despedirse? ¿A caso se iría? ¿A dónde? ¿Por qué no le había dicho nada? ¿Por qué era así de repente?

Ella no le había mencionado nada parecido, ni siquiera le había expresado el deseo de que quería irse, ¿Por qué ahora tomaba una decisión tan apresurada? ¿Por qué ahora que ambos estaban juntos?

Sintió algo quebrarse en su interior, no lo quería aceptarlo, pero ella parecía decirlo con una seriedad única que tal vez asustaba, se sentía devastado, con los sueños hechos pedazos.

—¿Como? No puedes irte, Ariana, no puedes. No dejándome aquí sólo, con estos sentimientos que carcomen mi alma. Ariana, maldición no me dejes, por favor te lo suplico, eres lo mejor que me ha pasado desde que te conozco, eres la única chica a la que puedo mirar, pensar y desear. Desde que te vi en aquella fiesta, juró que quede enamorado de ti como un loco y ahora que te tengo cerca no quiero perderte de nuevo, no quiero que me dejes pequeña. Yo te amo. —sintió como las lágrimas amenazaban con salir otra vez, no recordaba sentir aquellas ganas incontrolables de llorar desde hacía ya dos meses, desde que la vió tan sola e indefensa y la culpa sólo lo mataba lentamente.

Ahora era otra cosa la que lo estaba matando, era ella, ella y su egoísmo.

Observó cómo la joven sólo bajaba la mirada tratando de evadir la suya, ¿En serio eso era lo que quería?

—Tal vez, tal vez si me hubieras dicho todo eso mucho antes hubiera caído rendida a tus pies, como si nada más importará que no seas tú, Justin, pero ahora ya no. —Justin no entendia nada  de aquella situación, ¿Por qué estaba hablando así? ¿Por qué cuando estaba siendo sincero con sus sentimientos? Bajó la mirada hasta donde reposaba la suya, en aquel cofre que sostenía entre sus manos y sólo lograba despertar su curiosidad —Tú te enamoraste de aquella chica atractiva que viste en la fiesta, yo no soy esa chica. —permaneció en silencio, aún cuando su alma le gritaba que sólo hiciera que se calle y le dijera que sin importar como luciera él la amaba, ¿Acaso creía que por cambiar su aspecto sus sentimientos se desvanecían? Si era así, se había equivocado de chico —Está soy yo Justin, soy Ariana Grande-Butera, la chica que se esconde tras un libro, la chica que suele pasar horas en la biblioteca, la misma chica que tú despreciaste hace mucho. — y fue aquello lo que colmó el vaso. Una lágrimas rebelde escapó de su rostro mientras se deslizaba solitaria por su mejilla mientras aquellas palabras se clavaban en su memoria destruyendo todo lo que él sentía por dentro —Todas las noches que lloré, todas las noches que me emocioné, todas las noches que miraba aquella foto tuya y me preguntaba ¿Por qué no me amabas? Todo eso Justin, está aquí. — aquel cofre apareció nuevamente frente a él, miró a la castaña sin comprender para luego tomar aquel cofre blanco entre sus manos con la mirada sobre ella, ¿De qué se trataba todo eso? —Ahí está todo lo que nunca te dije. — y antes de qué él pudiera decir una palabra, la castaña ya había desaparecido de su vista, llevándose sus sueños con ella, arrebatándo sus ilusiones, destruyendo su alma en mil pedazos.

¿Qué haría ahora?

Las lágrimas cayeron de su rostro como si no hubiera un mañana, ya nada tenía sentido, ¿De que servía todo ahora? Ella se iría, lo dejaría para siempre, su vida y todo lo que había planeado se habían ido con ella.

¿A eso era a lo que llamaban un corazón roto?

Porque si era así, era en realidad la peor mierda del mundo.

El miedo no siempre es el mejor consejero, sólo te intimida, te retrae, te hace débil.

Aún cuando arriesgarse es algo complicado, es mil veces mejor tener heridas por valiente, que la piel intacta por cobarde.

Justin aprendió aquella lección muy tarde, tal vez demasiado. Ahora sus caminos se habían separado, ella era libre, él estaba preso por sus propios demonios.

Una historia que puede o no, tener un final, para bien o para mal.

Crush ↬J.B.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora