Alcohol

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El sabor de sidra afrutada les explota en la boca, la bebida es burbujeante y deliciosa, suave al contacto con la lengua, cálida al pasar por la garganta y de sabor dulce, embriagador al extenderse por la boca.

–Shiro– la voz de Keith es a duras penas un susurro –¿Qué es esto? –.

El mencionado tampoco lo sabe, la cabeza le da vueltas y el aire se le antoja pesado, lo único que quiere en ese momento es probar gotas azucaradas de alcohol en su boca, provenientes de la lengua de Keith y la suya propia, quiere danzar como lo hacen los amantes y embriagarse en la calidez de su acompañante.

El mayor toma a Keith de la cintura, acercando sus labios nuevamente hacia los de él, ansiando el suave contacto de la carne tierna y el roce deliberado y casi necesitado de su piel.

Keith es todo lo que puede pensar, Keith es todo lo que puede sentir.

Pronto los labios no son suficientes y los dientes de Shiro piden permiso para acceder a la cavidad de Keith mordiendo su labio inferior, el menor accede, dejando a su lengua rosa juguetear con la del mayor.

Están tan cerca que pueden sentir los latidos del otro, sus manos entrelazadas son un desastre necesitado, así que la mano derecha de Keith va al cabello de Shiro y la izquierda del contrario va hacia la espalda del peligro, haciéndole gemir suavemente ante el roce de sus dedos contra sus cervicales.

Ahora es cuando Shiro tiene una respuesta para Keith, entre besos sofocantes y ojos cerrados, no hay de que preocuparse, saben como es el cuerpo del otro gracias al tacto y a la memoria.

–Amor, deseo, necesidad– susurra Shiro, decidiendo bajar al cuello del menor –Vida, esperanza, cariño–.

Lo son todo en esos momentos, la luna y el sol, los cometas, las estrellas y la galaxia entera.

Son un escándalo de emociones y sentimientos contraídos, pasión desbordante y deseo fogozo.

Son el sabor fermentado del amor, la embriaguez de la vida y sufrirán posteriormente de la resaca del tiempo en el que ocultaron sus sentimientos.

Pero no importa, después de todo, han sufrido peores heridas que las de un dolor de cabeza.

Dilo, una y otra vez [Sheith] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora