Las pesadillas no siempre terminan cuando despiertas.
Abres los ojos, inhalas el aire que te falta en los pulmones, te levantas abruptamente de las sabanas y lo sientes, justo a través de la ropa y el sudor frío de la piel.
Es el miedo, la desesperación, la angustia. Es la sensación de aun estar en peligro, adrenalina corriendo por cada una de tus venas, es el dolor desgarrador que aún se queda en tu pecho, son las ganas incontrolables de llorar, un sollozo a punto de salir de tu garganta.
Así fue precisamente como se despertó Keith.
Pero a diferencia de todas las personas normales, él estaba acostumbrado a lidiar con los delirios de la noche. Sí, sintió su corazón hacerse trizas, su brazo se estiró con fuerza y un nombre quedó grabado en su voz.
-Shi...-.
Keith había crecido con pesadillas toda la vida y no siempre tuvo la oportunidad de despertarse y correr a los brazos de su padre, a veces cuando lo asaltaban los malos sueños, corría a esconderse detrás del pórtico de aquella cabaña en el desierto, se sentaba en medio de la arena enfriada por la noche y dejaba que el canto de los grillos calmara los latidos frenéticos de su corazón.
A veces su padre se despertaba, le ponía una manta sobre los hombros delgados y tiernos y se sentaba a su lado. Ese hombre, agotado por el trabajo y el calor del sol de verano, sonreía como si nada de eso tuviera importancia y le contaba historias de otros planetas, mitos y leyendas de cada constelación. Poco a poco Keith olvidaba lo que había soñado y sus ojos se iluminaban como si las estrellas se hubieran mudado a ellos.
Pero... después le quitaron la cabaña y Keith ahora soñaba con fuego, su garganta se desgarraba llamando a su padre, a aquel hombre que antes espantaba los malos sueños y que ahora era parte de ellos. Así que cuando lograba salir del sueño, salía a tomar el aire gélido de la noche en el jardín de la casa del orfanato y se sentaba silenciosamente a contemplar el cielo.
Quizás fue en uno de esos momentos en los que decidió alcanzar por si mismo a aquellas que guardaban su sueño, que cuidaban su mente y atesoraban su corazón, las estrellas nunca le habían juzgado y cada noche estaban ahí para él, quizás un día, él estaría ahí para ellas.
Y cuando pudo ir a Garrison... las pesadillas se acabaron, había encontrado un cometa, efímero e inalcanzable pero que le dejaba contemplar su belleza. Estaba seguro de que Shiro era un pedazo de estrella, si lo tocases, te desintegrarías al instante, pero podías mirarlo desde la distancia y él siempre estaría sonriendote desde su lugar en el espacio.
A veces las estrellas no se ven en el cielo, rotan y cambian de posición en el globo terrestre. Y cuando todos creyeron que la suya había muerto, Keith nunca pedió la esperanza, esperó a que pasara el ciclo y sus calculos no se equivocaron, su estrella regresó... pero no era ya la misma. Así que decidió acompañarla, hasta los confines del universo.
Sin embargo, todo el mundo extraña sus casas, en el mundo del espacio Keith ganó y perdió muchas cosas, regresó con una madre y una familia, pero perdió a una gran amiga y a su estrella se le acabó la energía.
Fue entonces cuando las pesadillas regresaron, porque Shiro ya no guardaba sus sueños, ya no alumbraba su vida, Shiro se jubiló y regresó a casa, Keith... Keith decidió ir a buscar una nueva luz en su vida.
Hasta hoy.
-¿Keith?-
A su lado, una voz es lo que le despierta por completo, su corazón se calma y el sueño se dispersa, vuelve a la realidad. Mira su mano y acaricia con suavidad la argolla que descansa en su dedo anular y se ríe, mientras las lagrimas resbalan por sus mejillas.
-¿¡Keith!? ¿Qué sucede? ¿Necesitas algo?- Shiro se levanta por completo y se acerca a su lado, sin saber exactamente lo que ocurre, en un impulso rápido solo atina a abrir los brazos.
Keith sigue llorando y deja que su cuerpo caiga directamente en el de Shiro, sonríe y le jala consigo, el movimiento es casi tan familiar como respirar y ambos caen sobre las sabanas, sus pies enredados y sus dedos entrelazados.
-Tuve un sueño muy raro-. Confiesa, mirando a los ojos grises que le devuelven una mirada preocupada -¿Conoces a... Curtis?-.
Shiro le mira confundido y tras meditarlo un par de segundos, asiente sin convicción.
-Supongo que sí ¿Porqué?-.
Keith remueve el mechón que resbala por la frente del hombre al que ama y sus dedos acarician la cicatriz sobre su nariz, Shiro suelta un suspiro de satisfacción y se rinde completamente al suministro de afecto desproporcionado.
-Es sólo que... tuve un sueño muy raro-.
Son las dos de la madrugada y Keith siente el cansancio volver a invadir sus sentidos, quizás en la mañana le cuente Shiro aquella pesadilla que ahora más bien le parece un chiste, deja sus hombros relajarse y pega su nariz al cuerpo de su estrella, la más brillante de todas, la más amable, la más fuerte.
Shiro sostiene su cabeza y su anillo se enreda levemente contra su cabello negro, Keith no se queja y mira la foto enmarcada en una esquina de la mesita de noche.
Es la foto de su boda.
Y con esa ultima imagen en mente, ambos vuelven a sumirse en el descanso, en búsqueda de despertarse mañana, uno enganchado en los brazos del otro, así por el resto de sus vidas.
Porque ambos han tenido sueños y han tenido pesadillas, pero han vencido a sus pesadillas gracias a sus sueños.
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//Algo dulce para nuestros corazones UwU
Porque el siguiente... el siguiente no es tan amable :'0
Espero hayan disfrutado este capitulo como yo disfruté escribiéndolo, trataré de hacer actualizaciones rápidas para todos ustedes.
¡Hasta la próxima!
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Dilo, una y otra vez [Sheith]
FanficSerie de One-shots de Sheith, una pareja que adoro. Porque Keith no se jamás se rendirá con Shiro y porque "amor" es una palabra que se puede decir de un millar de veces distintas. Que los oídos del enamorado, estan dispuestos a escuchar una y otra...