Sombras

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El refugio del alma, el refugio del corazón.

Todo se oculta bajo sombras, incluso los sentimientos.

Por eso Keith vivía bajo las sombras, bajo pensamientos y deseos que no tocaban la luz, bajo el manto de las ilusiones y el arrepentimiento de tales emociones.

Bajo la sombra de amar a Takashi Shirogane con tanta intensidad como a la que explota una estrella, aproximadamente a cincuenta mil grados Celsius.

Y es que Keith había nacido bajo un techo del desierto, combatiendo a diario contra la tierra roja y seca que se calentaba tanto que en muchas ocasiones habría creído que se volvería de vidrio en un instante. Pero no, su padre diría, la arena es fuerte e inmisericordiosa, no se doblega ni ante el calor, ni ante nadie y por las noches recibe un descanso fresco y helado ante tan altas temperaturas.

Pues bien, él no era arena y la noche solo llegaba con imágenes de sonrisas en su cabeza, sudor y anhelos mesclados, un martirio tangible y estupefacto, llenado de culpa y de Shiro. Siempre Shiro.

Rodaba en la cama imaginando escenas que nunca ocurrirían, miradas de cariño que no fueran paternales, caricias suaves que no fueran simples roces despreocupados, besos lejos de las mejillas y en los labios, en los labios...

Y aunque era difícil al principio, había aprendido a controlarse y bajar el tono de sus mejillas a uno más modesto, calmar el latido de su corazón a un ritmo menos acelerado.

No, lo de afuera no era lo difícil, lo de adentro, eso sí que era un lío, un estropajo de emociones y sentimientos, un tornado de alegría cuando lo veía acercarse y un mar de tristeza cuando lo sentía marcharse.

Un nudo en la garganta cuando le hablaba con un tono acompasado, un grito reprimido cuando su nombre era pronunciado en boca de su amado.

Lo amaba tanto, que las estrellas del universo no alcanzarían para contabilizarlo, lo admiraba con la misma intensidad con la que el primer hombre se dio cuenta de que arriba suyo había un cielo. Inmesurable, inalcanzable.

Si, así sentía Keith su admiración desde las sombras, entre miradas discretas y sonrisas precavidas, entre roces ligeros y suspiros a callados en medio de la garganta.

Si lo pensaba demasiado, quizás podría vivir entre las sombras, no era tan complicado, a pesar de que debía controlar sus apetitos iracibles, a pesar de tener que regular las pasiones de su alma, la compañía de Shiro siempre era agradable.

Estaba dispuesto a mentirle en nombre de su felicidad, en nombre de Adam que a pesar de ser un nombre que debería odiar, terminaba admirando al imaginar, como es que alguien se había robado el aliento del cometa más fugaz del cielo.

En el fondo lo sabía.

Había un peligro en todo esto que resultaba delicioso, una especie de placer culposo que le daba una adrenalina tal que podría haber vivido para siempre.

Muchas veces las sombras, son descubiertas por la luz.

Y maldita sea, Shiro era la luz más brillante del jodido universo.

Así se dijo el pelo negro mientras observaba es espectáculo inminente desde una de las ventanas del cuartel, el despegar de una estrella hacia un futuro incierto.

Bueno, no importaba.

Ya habría momento para hablarlo, para ser valiente.

Solo debía esperar a que él volviera.

Y entonces... Tal vez saliera de las sombras, el más oscuro de sus secretos.

Dilo, una y otra vez [Sheith] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora