Capítulo 1.

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Celia: ¡MAAAAAMÁ! –grité con todas mis fuerzas nada más despertarme- DILE A TU HIJO QUE ME DEJE EN PAZ, ¡QUE ESTOY CANSADA!

Exacto, mi querido hermano mayor, Adrián, molestando como todos los sábados por la mañana.

 Adrián: ¡Haberte echado anoche más pronto! –respondió estirando de las sábanas que me cubrían para que me levantara- .

 No me quedo más remedio que levantarme, y como no, lo hice de mala hostia, ¿por qué no me dejan dormir tranquila? Pensaba yo para mis adentros. Cogí el móvil, enchufe la wi-fi, puse la música lo más alto posible y me encerré en el baño para arreglarme.

 Cuando acabé de arreglarme, apague la música y me puse a leer WhatsApp, tenía un mensaje de mi primo, en el que ponía que cuando leyera esto le dijera a mi madre que llamara a la suya, es decir, a mi tía, bueno, el caso es que baje al salón y se lo dije, segundos después ya estaba cogiendo el teléfono para llamarla, y yo me fui a la cocina a desayunar algo.

 Papá: Celia, si piensas hacerte un cola-cao tienes que bajar al garaje a por leche, tu hermano se la ha acabado toda.

 Celia: Siempre jodiendo, ¿por qué no baja el, que es el que la ha acabado? – dije enfadada-.

 Papá: Deja de quejarte y baja a por la leche, que se te va a hacer la hora de comer.

 Celia: Bueno, pero la próxima vez que baje el.

 Baje de mala gana al garaje a por la leche, como no quería volver a bajar decidí coger el paquete entero, en vez de una caja sola, cuando estaba subiendo las escaleras, oí a mi madre llamarnos a mi hermano y a mí.

 Mamá: ¡Celia, Adrián, venir al salón que tengo que comentaros algo!

 Celia: ¡YA VOOOOOY! – le grite para que me escuchara bien- No me dejan ni un minuto tranquila -pensé-.

 Fui a la cocina, deje el paquete de leche sobre la mesa y me dirigí al salón, donde me encontré con mi madre y mi padre de pie, y mi hermano sentado en el sofá.

 Celia: ¿Qué has hecho? – le pregunté a mi hermano con mala cara al ver la situación- .

 Adrián: ¿Pero qué dices? Si no he hecho nada – respondió el con un tono enfadado-.

 Celia: ¿Entonces, que pasa? – empecé a preocuparme-.

 Mi madre soltó una pequeña risa, y comenzó a explicárnoslo todo.

 Mamá: Tranquilos hijos, que por una vez no habéis hecho nada –rió- os hemos reunido aquí para deciros que hace un rato he hablado con vuestra tía y me ha preguntado que si nos gustaría irnos con ellos de vacaciones, ¿qué respondéis?

Adrián: Por mi vale, pero ¿dónde iríamos?

 Papá: Mi hermano compró hace unos años una especie de chalet en un pueblo de Sevilla, y nos ha invitado a ir - aclaró-.

 El hermano de mi padre se llama Marcos, y aunque no hablaba casi con él, me caía bien, tiene una mujer, la que he mencionado antes, que se llama Ángela, y dos hijos, una chica, dos años más pequeña que yo, Sara se llama, que vale, es mi prima y la quiero, pero es un poco insoportable, y un chico que se llama Fernando, que tiene un año más que yo, con este me llevaba mejor.

Celia: Pero, entonces, ¿tendríamos que vivir ocho personas en una sola casa? –pregunté asustada, no me gusta eso de compartir casa con tanta gente-.

 Adrián: Chica, ni que tuvieran la peste, son tus tíos y tus primos –me respondió intentando hacerme quedar mal-.

 Celia: Que te calles idiota.

Lo que pasa en las vacaciones, se queda en las vacaciones.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora