Capítulo 17.

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Celia: ¿Qué haces aquí? –dije sorprendida al ver el rostro que entraba por la puerta de mi habitación-.

Daniel: ¡Estaba preocupado! Te dije que te llamaría, pero no coges el teléfono. –dijo sentándose al borde de mi cama-.

Celia: ¿Me has llamado? –dije cogiendo el teléfono de encima de la mesilla- oh mierda, lo siento, lo tenía en silencio.

Daniel: Pues mal –dijo sonriendo- bueno, ¿me vas a contar que te pasaba esta tarde? –dijo después de dejar un beso en mis labios-.

Celia: No –respondí graciosa-.

Daniel: ¡Celia! –me renegó-.

Celia: ¡Presente! –dije soltando alguna que otra carcajada-.

Daniel: ¿Por qué?

Celia: ¿Porque qué? –le dije mirándole fijamente a los ojos-.

Daniel: Porque esta tarde cuando ha venido Sara te has puesto mal –dijo mirándome serio, esos dos ojos marrones me intimidaban-.

Celia: Me he sentido mal –respondí quitando mi mirada de él-.

Daniel: Explícate.

Celia: Larga historia.

Daniel: Tengo tiempo.

Celia: Daniel… -susurré-.

Daniel: Que me lo cuentes. –dijo en tono de padre-.

Celia: Vale, vale –dije riendo- pues, no sé, es que, a ver, joder –no sabía cómo empezar a explicárselo todo-.

Daniel: Te explicas fatal.

Celia: Calla coño –dije haciéndole reír- me cuesta empezar, bueno, no me cuesta, es que, no sé por dónde empezar –dije sentándome a lo indio-.

Daniel: Tienes miedo.

Celia: Sí –afirmé- tengo miedo de todo lo que pueda pasar, tengo miedo de hacer daño a Sara porque tú le gustas y cuando ha venido esta tarde y se nos ha acercado le han empezado a brillar los ojos y no me cae bien, pero es mi prima, y en verdad me da igual pero ya es por mí, porque no quiero enamorarme de ti –dije haciendo que a Daniel le cambiara la cara- Daniel… -susurré- no es que no quiera enamorarme de ti, ni de ti, ni de nadie, ya tuvimos una conversación parecida a esta la noche de la botella…

Daniel: ¿Soy un estorbo para ti? –dijo mirando a un punto fijo-.

Celia: ¡No!

Daniel: Lo último que quiero es que tú estés mal por mi culpa –dijo cabizbajo- yo fui quien te metió en este lío, no tendría que haber subido el día de la botella, joder –se levantó, dirigiéndose a la puerta-.

Celia: Daniel, hiciste bien –me levanté para ponerme a su lado-.

Daniel: No –me cortó- será mejor que nos dejemos de tonterías.

Celia: ¿Eh? –pregunté para que me aclarara las cosas-.

Daniel: ¡Hay déjame! Ya no sé ni lo que digo –renegó mientras se iba de mi casa-.

Celia: ¿Daniel, dónde vas? Joder, Dani espera –le llamaba mientras lo seguía- DANIEL, HOSTIA, QUE ME HAGAS CASO –le grité-.

Daniel: ¿Qué? –dijo enfadado-.

Celia: ¿Qué mosca te ha picado? Hace un momento me vienes a buenas a preguntarme que me pasa y ¿ahora? Ahora te me enfadas, lo siento si no soportas mis cambios de humor, pero tú no entiendes como me siento, tú no entiendes lo que es tener una voz en la cabeza que no para de repetirme ‘estás traicionando a tu prima, eres un asco de persona’, no, tu no lo entiendes. –concluí dirigiéndome al jardín trasero-.

Oí la puerta, Daniel se ha ido de mi casa sin decirme nada, me ha dejado peor de lo que estaba, pero lo malo es que ha sido por mi culpa, si no fuera tan idiota no me pasarían estas cosas.

Fernando: Prima –llamó mi atención-.

Celia: ¿Qué haces aquí?

Fernando: He estado en la cocina todo el rato, tus padres están en mi casa y me han dicho que me pasara un rato, Daniel me preguntó si podía venirse y bueno… casi mejor si le hubiera dicho que no. Lo siento.

Celia: Son tonterías.

Fernando: Daniel se ha ido llorando, pocas veces se le ve llorar, ya sabes, es un tipo duro que no saca sus lágrimas con cualquier “tontería” como tú lo llamas. Le importas Celia. No sé qué os ha pasado, pero me acabaré enterando, ya sabes que Jesús es un cotilla –dijo haciendo que en mi rostro se formara una sonrisa-.

Celia: ¿Crees que debo ir a disculparme?

Fernando: No, no tenéis que pedir perdón ninguno.

Celia: ¿Entonces?

Fernando: Vamos a casa de los gemelos, anda. –dijo dándome una mano para levantarme-.

Celia: Me tengo que cambiar –dije mirando mi ropa-.

Fernando: Ponte una sudadera de tu hermano y te sirve –dijo riendo-.

Hice caso a Fer y cogí la sudadera de Adrián para dirigirnos a casa de los gemelos, ¿qué narices acababa de pasar hace unos minutos en mi casa con Daniel? ¿alguien que me lo explique? ¿por qué los adolescentes somos tan idiotas? ¿por qué le damos tanta importancia a las cosas? ¿Sabéis? Voy a dejar de pensar en los demás, y voy a pensar en mi misma, quiero estar con Daniel, quiero poder besarlo en público, sin tener que escondernos. ¡Y si a Sara le molesta, que se joda! Ya estoy cansada de sentirme mal por terceras personas, no voy a permitirlo más.

Celia: ¡Lista! –dije bajando por las escaleras-.

Fernando: Ya he avisado a Jesús de que vamos, dice que Daniel está bastante mal y que no para de repetir la misma frase todo el rato. ‘Soy un gilipollas’ dice que es la frase.

Silencio incómodo.

Fernando: No me habías dicho que estabais de lio –me dijo mientras salíamos de casa para ir a la del vecino-.

Celia: Se supone que era un secreto, íbamos a estar una semana probando a ver que tal y si estábamos bien lo diríamos, pero mira como están las cosas. –le informé-.

Fernando: Ves cómo os gustáis, teníamos razón Jesús y yo –dijo riendo a carcajadas-.

Celia: ¡Cállate! No nos gustamos, nos atraemos –dije pegándole un flojo empujón en el hombro y riendo-.

Fernando: Hemos llegado, nos ha costado bastante rato para tener que dar dos pasos nada más –dijo riéndose minutos después-.

Celia: Tu culpa –dije sonriendo- llama –le ordené-.

Fernando: Llama tú –me imitó-.

Celia: Yo llamo y tú hablas.

Fernando: Ni que estuviéramos  a punto de llamar a la sala de profesores –dijo riéndose-.

Celia: La costumbre –dije graciosa- Venga, llamo y hablas.

Y así lo hice, llamé al timbre, estaba frío, mi mano temblaba cuando se acercaba al telefonillo, y segundos después alguien abrió la puerta, ahí fue cuando ya no solo temblaba mi mano, sino que también mis piernas.

¿Qué pasará en casa de los Oviedo? Era una pregunta que no paraba de repetirse en mi cabeza, ¿lo arreglaremos? ¿todo seguirá como antes? ¿o tendremos que olvidarnos de todo y quedar solo como vecinos? No quiero que eso pase. Bueno, lo mejor será no perder más tiempo pensando en que va a pasar y hacerlo, allá voy Daniel Oviedo. 

Lo que pasa en las vacaciones, se queda en las vacaciones.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora