Capítulo 5.

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Me desperté al escuchar sonar mi móvil, Fernando me estaba llamando.

Celia: Vaya horas de llamar –me quejé antes de descolgar la llamada- Fernando, ¿qué quieres? Son las 10:00 AM, buena hora para seguir durmiendo –afirme-.

Fernando: Vaya prima marmota me ha tocado –dijo riéndose- levántate y arréglate que hemos quedado dentro de media hora en la plaza, te voy a presentar a más gente.

Celia: Vale, vale, todo sea por poder conocer gente nueva y así alejarme de ti –dije riendo-.

Fernando: Ja, ja, que graciosa –respondió en tono irónico- a 15 te paso a buscar, ¡ya puedes ser rápida! Me acompañaran Jesús y Daniel –me ordenó-.

Celia: Siiiii papá –dicho esto, colgué-.

Me levanté de mi cómoda cama con mala cara, abrí el armario y cogí lo primero que pillé, no soy de esas que se pegan media hora arreglándose, ¿para qué malgastar mi tiempo en eso? Cuando acabé de cambiarme, fui al cuarto de baño, para intentar arreglarme un poco la cara, al finalizar baje a desayunar, pero no me dio tiempo, ya que el timbre de la casa sonó cuando yo iba a mitad de escalera.

Celia: ¡Tío, que aún no he desayunado! –rechiste al abrir la puerta-.

Fernando: Te jodes, yo te he avisado de que te dieras prisa –dijo riéndose-.

Celia: Esta te la guardo, ¿no sabes que el desayuno es la comida más importante del día? –dije haciéndome la interesante- ¡uy! Hola Jesús, hola Daniel –dije riendo, estaba tan concentrada en chinchar a mi primo que no me acordaba de que ellos le acompañaban-.

Jesús: Buenos días –dijo riendo-.

Daniel: Hola –respondió con una sonrisa en la cara- bueno, ¿vamos? Nos estarán esperando –dijo metiéndonos prisa disimuladamente-.

Andamos un rato hasta llegar a la plaza, si llego a saber que esta tan lejos, me quedo en la cama, va a ser verdad eso de que a vaga no me gana nadie. Llegamos a la plaza, y justo al lado de una fuente había un grupo de unas ocho personas, supuse que serían esos los amigos de Fernando, ya que estaban saludando con la mano hacia donde estábamos nosotros.

Fernando: ¡Que pasa chavales! –saludó a sus amigos- os presento a Celia, mi prima-.

Celia: Hola –dije tímidamente alzando la mano y con una sonrisa en mi rostro-.

Mi primo fue presentándome a su gente de uno en uno, parecían bastante majos todos, pero las apariencias engañan, así que tendré que conocerlos a todos detenidamente.

Jesús: ¿Qué os parece si vamos a tomar un granizado? Es que hace mucha calor –propuso haciendo pucheros-.

A todos nos pareció buena idea, así que nos dirigimos al chiringuito de la playa.

Celia: ¡Yo los pido! –dije segura- venga, ir diciéndome de que lo queréis cada uno –dije esbozando una sonrisa en mi rostro-.

Cuando todos eligieron su granizado, me puse marcha hacia la barra para pedirlos, en mi cabeza iba repitiendo los granizados de cada tipo, para no meter la pata, se ve que Daniel no se fiaba mucho de mi memoria, cuando iba a pedirle al camarero los granizados, Daniel se me adelantó y le dio un papel en el que había apuntado todos los sabores.

Celia: ¡¡Eh!! Que me acordaba –dije entre carcajadas-.

Daniel: Ya claro –me respondió no muy convencido y riendo-.

El camarero no tardo nada en darnos los granizados, cogimos la bandeja y nos dirigimos hacia la mesa en la que estaban todos.

Ya había pasado un rato desde que nos habían servido los granizados, yo iba más o menos por la mitad, aunque cuando estaba dando un sorbo, un grito me despisto.

Lo que pasa en las vacaciones, se queda en las vacaciones.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora