1. La fiesta del sábado.

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La clase estaba expectante ante lo que yo iba a exponer. El tema era el imperio romano.

—Buenos días a todos los presentes. Mi tema a exponer es el imperio romano, específicamente de las leyes…

Inesperadamente, alguien me interrumpió en plena presentación abriendo bruscamente la puerta. Miré como todos reían al ver a la persona que ingresaba claramente agitada por tratar de llegar a tiempo al salón. Sonreí.

—¡Oh, lo siento! —Se disculpó, mirándome a mí y al profesor que se encontraba en los pupitres de atrás—. Buenos días, profesor. ¿Puedo pasar?

El profesor Roberto Edwards miró a la alumna con clara molestia, había irrumpido en medio de una importante disertación.

—Pase luego, señorita Hayes —Le dijo rápidamente, haciéndole señas con las manos de que tome asiento rápidamente, lo que ésta hizo al instante frente a la mirada divertida de todos, especialmente de los gorilas de la clase: Gerardo, Javier y Sebastián.

Bufé para mis adentros. Eran tan molestos y estirados. Pero ¿quién los culparía? Eran parte del prestigioso colegio “Águilas”, de renombrada excelencia académica.

El profesor me indicó que siguiera exponiendo, lo que hice encantado. Muchos pensarán que por ser un “nerd" yo era tímido. ¡Todo lo contrario! Era muy sociable y lo que es personalidad para hablar en medio de una clase llena de hijos de prestigiosos empresarios, doctores o qué se yo no me faltaba. Otra cosa es que la gente me repeliera por ser estudioso.

No fueron más de 10 minutos los que hablé acerca de mi tema, ya que no titubeé en ningún instante ni me detuve a pensar en tener vergüenza. El profesor claramente satisfecho con mi trabajo me hizo algunas preguntas, a las que yo respondí con eficacia. En momentos como éste me sentía bien, ya que demostraba que a pesar de todas las cosas vividas en este colegio igual era bueno en lo que me gustaba.

Y después de responder lo que me preguntó Edwards, proseguí a sentarme en mi pupitre bajo la mirada burlona de uno de los gorilas.

Patéticos.

Seguramente al tener 30 años serán unos fracasados dependientes de sus papis. Sonreí.

Y pues como verán, yo soy el típico chico don nadie. Mis padres no son tan “especiales” como todos los que estudian en esta escuela. Son profesores en la universidad a la que pretendo ir: la Católica de Chile.

¿Qué quiero estudiar? Derecho. Me encantan las leyes, historia y cosas así. Hasta el momento estudio duro, porque mis papás, a pesar de ganar una suma considerable en la universidad, no alcanza bien en una familia de 4 personas. Todos creen que ser profesor es ganar mucho dinero, y no es así.

Y mientras divago en mi vida, todos los alumnos pasan al estrado a exponer. Todos tenían temas relacionados con la asignatura (historia), pero casi nadie lo hacía bien. No presentaban buen vocabulario, dicción y repetían demasiados conectores y palabras. El típico: Bueno, compañeros y profesor, esta es mi presentación…

¿Y así son tan snobs?

En fin, luego de degradar mis ojos con sus penosas exposiciones y de que el profesor dijera que la mayoría reprobó, tocó el timbre para recreo.

Me sentí aliviado, por fin podría comer. Me dirigí a la cafetería y cuando entré divisé a mi “mejor amigo”, Francisco. Él era un chico muy normal y simpático, quizá por eso me he llevado toda la vida bien con él.

—¡Eh, Isaac! —Exclama en saludo—. ¿Cómo te fue en la exposición con Edwards?

Sonreí con suficiencia.

NinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora