Cuando vi a aquella chica, todo parecía surreal. ¿Era cierto que la veía? Tanta belleza no podía caber en aquél menudo cuerpo. Opacaba a cada mujer que pasaba a su lado, y creo que me he quedado sin palabras para describirla.
¿Cómo podría?
A pesar de que estaba lejos de donde yo estaba, notaba perfectamente que su cabello era rubio platino y de piel muy blanca. No era alta, pero tampoco era baja. Pude observar que vestía una chaqueta de cuero negra con tachas abierta acompañada de una sudadera blanca, y unos pantalones pitillo rojo con las rodillas rotas. Además llevaba gafas negras con marcos amarillos (lo que no permitía saber cómo eran sus ojos) y una mochila negra, con tachas al igual que su chaqueta.
Joder.
—¿Te dejó sorprendido, Isaac? —Preguntó de repente Francisco, del cual me había olvidado por completo, con una sonrisa socarrona.
Literalmente, me quedé sin palabras.
Seguí mirándola sin ninguna fijación en si ella se daba cuenta o no, lo cual hizo luego de bastante rato ajena a mí. Bajé la mirada al instante, pensaría que era un psicópata obsesionado.
Vaya, esta es la primera vez que me pasa algo así. ¿Podría ser amor a primera vista? No lo creo. Porque lo que me llamó la atención fue su gran belleza, pero… ¿quién sabe?
—¡Eh, Isaac! —Me llamó la atención exasperado mi amigo, creo que ya se había cabreado hablándome.
Atiné.
—Puta mierda, Francisco —Le dije todavía medio ido—. No tienes que insistir tanto.
Él rió.
—No, claro que no. Es solo que te quedaste mirando a esa chica como un estúpido —Me dijo con un tono insinuante—. Y no te culpo, está buenísima. Pero como siempre pasa, no está al alcance de nadie.
Le miré impersonal.
—¿A qué te refieres con nadie?
—A que no le hace caso a ningún hombre. Siempre se le ve al lado de Gerardo, el gorila de la escuela, como tú le dices —Se encogió de hombros—. Por cierto, su apellido es Lacoste.
—Oh… —Respondí, un tanto… ¿decepcionado? Pero bueno, ¿qué esperaba? Chicas como ella siempre tenían que estar con tipos como Gerardo—. Bien por ella. Aunque no te puedo negar que es bastante linda.
Francisco se carcajeó.
—Sí, claro, amigo —Rió—. Te creo. Nunca te había escuchado decir que una chica es linda, y encima dijiste bastante linda. ¿Acaso es amor a primera vista? ¡Pero qué cursi!
Me reí divertido.
—Sí, lo que tú digas, Carvajal —Le palmeé el hombro—. Mejor vayamos a clases, ya falta poco para que toque el timbre. ¿Qué te toca ahora?
—Inglés.
—A mí también —Respondí aliviado. Por primera vez quise ir acompañado a una clase—. Vamos, entonces.
Nos dirigimos al aula de inglés conversando divertidos de aquellas experiencias de infancia, cuando le hacíamos bromas a nuestro vecino “Hitler”; y sí, también vivíamos cerca. Reí una vez que le tiramos una rata muerta al jardín de su casa.
—¿Te acuerdas de Hitler? —Le dije entre risas—. Cuando le tiramos la rata muerta.
—Creo que era un guarén —Asintió divertido también.
Llegamos riendo como tontos al aula, que por cierto estaba prácticamente vacía. Llegué a tiempo, como siempre.
Seguimos conversando de nuestras peripecias infantiles hasta que tocó el timbre y con esto llegó el profesor, así que todos los que estaban en la sala se silenciaron casi al instante. Este maestro realmente a veces da miedo. ¿Y cómo no? Era realmente alto, parecía Hagrid sin peluca. Su nombre era Valentino Jara.
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Nina
Teen FictionNina Lacoste era la chica que deslumbraba a cualquiera que la conociera. ¿Y cómo no iba a hacerlo? Era simplemente preciosa. Su cabello era rubio como el heno, sus ojos azules como el cielo de verano, su piel blanca como la porcelana. Desde que la c...