7. Situaciones frenéticas.

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Después de aquel extraño comportamiento de mi compañera y ahora no sé si amiga Noemí, decidí volver a nuestro lugar de residencia. Me sentía bastante extraño luego de ver a Nina, quien luego de irse de mi lado, se dirigió hacia donde estaban Gerardo y todo ese grupito de “populares”.

Cuando llegué a mi cuarto, me tiré en la cama mirando hacia el techo sintiéndome muy extraño. ¿Qué me está pasando últimamente? ¿Será amor, confusión?

Ni la mínima idea. Solo sé que este comportamiento extraño me aburre, siento que vuelvo hacia atrás y adelante, como aquella canción dice.  Mi mundo cada vez da vueltas más lentas. Cuando veo sus ojos azules, su cabello rubio platino con raíces un tanto negras, sus pecas y posteriormente sus labios, que aquella vez que la besé descubrí que no había sentido nada como eso en toda mi pobre vida… cambié de alguna manera.

Me molesta de sobremanera ponerme tan “existencial”, porque simplemente, a mí siempre todo me da la misma mierda.

Y mientras divagaba en mi rara vida, sentí la presencia de alguien en la habitación. Miro hacia las otras dos camas y veo a Larraín parado en frente de mí, con las manos en los bolsillos y su típica posición prepotente hacia el mundo.

Le miré sin ningún interés y decidí darme la vuelta, hasta que sentí que caminaba un poco.

—Eh… oye —Llamó.

Me di vuelta hacia donde estaba él con absoluta exasperación, no quería hablar con nadie, menos con él.

—¿Qué quieres? —Mi voz sonó totalmente cabreada, pero bueno…

—Vaya, creo que no estás de humor —Dijo en un pobre intento de… ¿bromear? —. Yo solo quería hablar de un tema contigo, eh…

—Isaac Aguirre, por sea caso —Le dije, un tanto molesto de que ni siquiera sepa mi nombre y quiera hablar conmigo—. En fin, te escucho, Larraín.

Me miró con sus ojos azules, o más bien, celestes. Me intrigaba ese color de ojos, eran tan extraños. Sentí que algo lo atormentaba en verdad.

Vaya, ¿quién lo diría?

—Eh… —Titubeó—. ¿Recuerdas lo que pasó en la fiesta de Nina Lacoste, en primer lugar?

—¿Hablas de mi paliza o lo que creo que vi en esa habitación? —Pregunté, ahora sí que sí cabreado. ¿A qué mierda viene esto ahora?

—Bueno, creo que lo que pasó en esa habitación —Soltó, con evidente nerviosismo.

—¿Y  tú…?

—Quería pedirte que no le cuentes a nadie sobre lo que pasó con Tonra. Evidentemente algo sucedió, no sé qué, pero nadie, absolutamente nadie, puede saberlo, ¿entiendes, Aguirre?

Vaya.

—Si te soy sincero, tus asuntos con esa chica me dan lo mismo, Larraín.

Me miró con desconfianza.

—¿En serio? Porque, bueno, no tengo nada contra ti, pero…

—Mira, no se lo he dicho a nadie ni lo haré, ¿ok? No es de mi incumbencia si te la tiraste o algo así.

Abrió los ojos con algo de… ¿vergüenza?

—Joder, no —Exclamó exaltado—. Por favor, Aguirre, nadie sabe lo que pasa con ella. Ni yo mismo lo sé, si te soy sincero.

¿Qué onda este tipo?

—Te estoy reiterando que no le diré nada a nadie, Larraín. No es de mi incumbencia, no soy chismoso ni nada de eso —Tiré mosqueado—. Ahora, si me disculpas…

NinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora