5. ¿Acaso el mundo no era maravilloso de repente?

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Desperté en algún lugar desconocido de una habitación en una casa, que por cierto era de Francisco.  Tenía dificultad para abrir los ojos ya que los lentes de contacto me incomodaban. Traté de levantarme pero la cabeza me dolía tanto que apenas hice el intento de moverme me latió con fuerza. Finalmente, opté por hacerlo lentamente.

Cuando logré estar de pie sentí todo dar vueltas y me dieron unas ganas increíbles de vomitar, pero me aguanté.

—Resaca, ¿eh? —Me preguntó con pereza detrás de mío una voz femenina y luego se oyó una risa varonil.

¿Pero qué...?

—Eh... —Me volteé para mirar y mi "sorpresa" fue ver a Francisco con Grieta acostados en la otra cama que estaba en su habitación (recién ahora reparé en que era su pieza) —¡Oh, lo siento! No debí verlos así.

Los miré, estaban muy acaramelados y Francisco tenía su rostro en los senos de Grieta. Ésta tenía una cara de estar... ¿Drogada?

Mi amigo salió de su "escondite" de los pechos de la morena y me miró, con una cara horrenda si me lo preguntan. Se le notaba lo trasnochado.

—Gerardo te dio fuerte anoche —Me dijo con un poco de burla y "preocupación".

¿What?

—¿Cómo que Gerardo me dio fuerte? —Pregunté con extrañeza.

Los dos se miraron y luego rieron un poco.

—Ayer diste buena pelea, pero finalmente él te ganó. ¿Acaso no te acuerdas de que pelearon? —Dijo Grieta esta vez.

Negué con la cabeza.

—Mírate al espejo, eso demorará en salir —Me observé como Francisco dijo  y vi un gran moretón entre azul y morado en el pómulo y un poco en el ojo—. ¿Por qué mierda se te ocurre ponerte a pelear con un mastodonte como Herrera, Isaac?

No respondí. Realmente no recuerdo nada.

De repente sentí mi celular sonar en el bolsillo de mi pantalón, bastante sucio por cierto. Vi el remitente y me asusté: mi madre.

—Hola, mamá —Contesté y saludé con tono ecuánime.

—¡Isaac! ¡Por Dios! Me tenías muy preocupada —Exclamó exaltada—. ¿Dónde estabas? Te llamé muchas veces en la noche y no respondías. Creí que te había pasado algo.

Suspiré con cansancio. ¿Es que acaso no ve que tengo 17 y no 12?

—Mamá, tú misma me diste permiso a ir a la fiesta de una compañera. Además, estoy en la casa de Francisco. No te preocupes tanto, por favor.

—Tu padre y yo estábamos asustados —Me dijo, ahora más tranquila—. La condición era que llegaras a casa, no que te quedaras con Francisco. Ayer ni siquiera llegó tu hermana.

—Eso no es novedad —Reí.

Ella dio una suave risita, como siempre hace cuando está enojada y la hago reír.

—En fin, te estaremos esperando con un rico desayuno. Apúrate —Se despidió y cortó sin que le dijera adiós.

Miré a Francisco y Grieta quienes estaban debajo de las tapas de su cama.

—Eh... oigan —Les llamé y salieron de ahí—. Me voy. Mi mamá acaba de llamarme.

—Ok —Dijo Francisco y Grieta me lanzó un beso en señal de despedida—. Mándale saludos a todos, quizás en la tarde voy a echarme una vuelta.

Y luego de eso, bajé y me despedí de los padres de mi amigo y su hermana bebé. Me miraron extrañados por mi cara, pero les dije que me pegué en un poste (sí, claro).

NinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora