14. Suena como una... ¿perra?

23 3 2
                                    

Cuando era un niño me prometí a mi mismo encontrar esa persona que hiciera mi mundo vibrar. Aquella chica que supiera encontrar mi verdadero yo, supiera entender mi alter ego, que quisiera ver la belleza perceptiva y no la visual. Quería encontrar a la persona que con tan solo una mirada hiciera mi mundo temblar.

Ahora, al tener 17 años, al fin puedo decir que lo logré. La encontré. Y esa persona es ella, Nina.

***

Desperté oliendo un rico perfume floral, sintiendo un suave cabello y unos brazos amarrados a mí. Todavía parecía un sueño, pero ahí estaba Nina.

Aún no podía creer lo que había pasado ayer. Era tan parecido a un sueño que no quería estropear pensándolo, pero me era imposible.

Al acabar de estar en eso, Nina se había quedado dormida casi inmediatamente. Así tal cual,  con su camisa entre abierta. Yo me había quedado observándola sin cesar hasta cerrar los ojos, totalmente dichoso.

Era tan irreal.

Ahora que daba la luz del sol al patio en el que estábamos, pude apreciar la piel de Nina. Era blanca como la porcelana, se veía tan tersa. Sin embargo, al detenerme en algunas partes, pude notar cicatrices finas y casi perfectas. Eso me parecía muy familiar, lo vi una vez en mi hermana hace unos años.

¿Sería posible...?

Con cuidado levanté un poco la camisa de Nina y me encontré con demasiadas cicatrices y cortes recientes. Todos eran bastante notorios, con solo verlos ya te dabas cuenta de qué eran. Eran trazos tan perfectos que me estremecía. Tenía en todas partes, en sus piernas, en su abdomen y por consecuencia sus brazos, lo más "común".

Me había quedado casi sin palabras, a pesar de estar en total silencio. Quedé en blanco conmigo mismo. Me parecía tan doloroso que ella se haga eso a sí misma, siendo una niña tan hermosa...

—Son solo cicatrices —Sentí que habló despacio. Había despertado.

Inmediatamente la miré a los ojos y sin pensarlo dos veces besé todas esas partes. Las cicatrices de sus piernas, de su abdomen y de sus brazos. La llené de besos para dirigirme a sus esponjosos y rosados labios.

Ella soltó una pequeña lágrima, y eso fue casi decirme todo lo que le acongojaba. No necesité que me dijera nada, solo que me besara y lo expresara de esa manera.

—Lo sé, Nina, comprendo ese dolor que tienes, a pesar de que no me hayas dicho nada —Le susurré en sus labios húmedos por mis besos—. Lo sé por que eres parte de mí. Y... por que te quiero.

Ella me miró a los ojos y rompió en llanto. Sus gemidos de dolor me hacían sentir mal, pero la abracé sin decir mucho, solo quería hacer lo que ella quisiera y lo que me encomendó Gerardo, cuidarla y sobre todo amarla. Por primera vez me sentía seguro totalmente sobre mí mismo.

  —Isaac...   —Susurró entre llantos— No sé lo que me sucede, hace tiempo siento que no soy yo, Nina... 

Levanté su mentón para que me mirara a los ojos y lo que vi me hizo sentir muy triste. Su mirada estaba totalmente cristalizada y llena de una pena indescriptible, tanto, que lograba transmitírmelo.

Quería decirle tantas cosas, pero no sentí que fuera necesario. Ella tampoco parecía necesitarlo. Simplemente la besé, cortamente, pero con todo el amor que podía transmitirle. Ella se dejó y pude saborear el leve sabor de sus lágrimas. 

De repente recordé cuando tenía 13 años y no podía dormir en las noches. A veces bajaba a hurtadillas a mirar televisión y en una de esas ocasiones encontré a papá y mamá escuchando música, abrazados. Me quedé en silencio observando la escena, y lo que más recuerdo fue lo que le dijo mi padre a mamá: "Siempre estaré con los brazos abiertos, Sofía, por que los tenía al momento de conocerte, sin saber que siempre estuve esperándote...". Una escena hermosa para mí, mientras escuchaban un clásico de journey: "Open arms".

NinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora