15. El punto en que todo se une.

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—¿Qué pasa, Isaac? —Preguntó Nina como por tercera vez. 

Yo aún estaba algo ido. Lo que había escuchado, hacía encajar los hechos y todo era claro ahora. Noemí tenía razón, quizás me embarqué demasiado rápido.

—Nada, Lacoste, estoy bien —Respondi tratando de sonar como siempre, pero no podia, las palabras que salían de mi boca parecían letras de un libro de matemáticas.

Nina me miró con sus hermosos ojos azules, confundida. Y entonces me pregunté, ¿cómo podía esa mirada ser un oceáno de secretos?

Traté de olvidar lo que escuché, pero simplemente no podía estar ahí. Me levanté de mi lugar y la miré una última vez.

—Lo siento, pero me tengo que ir —Y dicho esto, emprendí camino. Todos me miraron extrañados pero no hice caso.

Caminé tan rápido como mis piernas me lo permitían. Me sentía casi en estado inerte. Por alguna extraña razón, me encontraba dececpionado. Pero... ¿de qué?

No lo sabía. Aunque a ciencia cierta, ¿estaba decepcionado por que Nina no era como yo creía o por que yo traté de que fuera como yo quería y no resultó?

***

El  número al cual usted está llamando, no se encuentra disponible...

Era como la décima vez que escuchaba esa maldita voz. Había llamado a Noemí demasiadas veces, pero no me contestaba, o pasaba directamente a buzón de voz.

No sabía cómo sentirme al respecto, por que nunca en mi vida había lidiado con algo así, con una decepción. Y lo cierto es que era por que yo nunca esperaba nada de nadie. Así era yo, una persona completamente impersonal.

Sin embargo, ahora era un esperpento emocional. Me encontraba en demasiados dilemas.

Nina solo me quería para pasar el rato y para sacarle celos a Gerardo. No sé si ella o yo eramos más estúpidos. Si Nina por ser tan insistente con alguien que no la quiere, o yo por creer que ella era diferente  cuando apenas la conocía.

Así es el amor. Te lleva a lo más alto para que la caída sea más dolorosa, por ceder a la estupidez ante lo razonable.

Y es por eso que llamaba muchas veces a Noemí. Realmente esaba arrepentido.

Fui tan insistente, que al fin contestó.

Aló — Habló mosqueada en la otra línea— ¿Qué mierda quieres, Aguirre?

—Noemí... yo... Lo siento mucho —Me disculpé con la voz casi imperceptible—. Fui el idiota más grande del universo.

¿Qué te hizo la otra estúpida? —Adivinó casi al instante. Joder, qué imbécil soy.

—¿Tan obvio es? —Reí con ironía— Solo me estaba usando para sacarle celos a Gerardo. Noemí, no sabes cuánto siento lo que te dije, cuánto siento mi actuar. Tú sabes que yo no soy así, por favor, perdóname...

Ella rió suavemente, sonó casi maternal.

Isaac Ignacio Aguirre, yo nunca podría estar enojada contigo —Respondió, y supe casi instantáneamente sonrió.

—Noemí, te quiero —Le dije casi por inercia—. Eres mi única y mejor amiga.

Ella no respondió. Y supe por qué, pero realmente necesitaba decírselo.

Sabes que yo también, tonto —Dijo con voz taciturna.

—Veamonos, Noe —Le dije que con voz nostálgica—. En el lugar de siempre, en media hora.

Está bien, Nachito —Me respondió, supe otra vez que sonriendo.

Yo también sonreí, a pesar de mi tristeza interior, si es que era eso realmente.

***

Estaba fumando un cigarrillo, como raramente lo hacía. Miraba el sol ocultándose entre la ciudad, y me pareció tan hermoso. No quería ni pensar en Nina, pero era imposible. Ella estaba en todo lo hermoso, en todo lo que yo veía, en todo lo que tocaba, en todo lo triste, en todo lo feliz.

Sentí unas increíbles ganas de llorar, pero no podía. Me sentía tan estúpido e infeliz que las lágrimas no alcanzaban a hacerme algo.

De repente, sentí la presencia de alguien. O más bien, de Noemí. Me miró y se veía muy linda. La tenue luz anarajanda del atardecer hacían ver su cabello brillante, y sus ojos iluminados con su característica sonrisa. Intenté que verla me alegrara, pero solo me producía tranquilidad.
Cuán diferente es el amor.

Se sentó al lado mío y también encendió un cigarrillo. No dijimos nada por un instante. Solo miramos como el sol terminaba de esconderse y daba cada vez más el paso al anochecer.

—Así se siente el amor, Aguirre, como el punto entre el atardecer, y el anochecer —Dijo en una voz increíblemente calmada.

Yo no necesité decir nada, simplemente la miré en respuesta.

—Es un punto en el que todo se une. Así sientes tu corazón en estos momentos. Todas tus emociones están unidas y parecen no tener un fin.

—Noemí... —Susurré sin mirarla y terminé de fumar— Esto no tiene sentido.

—Nunca lo ha tenido, Isaac —Respondió en tono tranquilo.

Y fue en ese momento, en el que finalmente, lloré.


NinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora