Cuando llegué a la casa de Carolina Reeves con Francisco divisé a Noemí en la entrada. Inmediatamente sentí mis mejillas arder al recordar lo que había pasado horas atrás en mi habitación. Mi amigo se percató de eso y me lanzó una de esas miradas...
—¿Pasa algo, Nacho? —Preguntó llamándome por mi apodo que me puso desde pequeño, por mi segundo nombre. Su tono era de doble sentido, ya quisiera ver mi cara.
—La verdad, sí... —Respondí casi al instante, con un deje de vergüenza— Ni te imaginas la cagada que me mandé.
Al decir esto tan a la deriva, Pancho puso cara de no entender ni mierda, por lo que proseguí a contarle soltando un largo suspiro.
—Perdí la virginidad con Noemí hace unas horas —Dije rápido casi aguantando la respiración.
A Francisco se le abrieron tanto los ojos que pensé que se le iban a salir de sus cuencas.
—¿Cómo dices? —Preguntó en respuesta totalmente atónito.
—Lo que escuchas... —Le respondí apenado.
Me miró tratando de digerir esa información tan extraña, maquinando su respuesta. Justo cuando iba a abrir la boca, nos interrumpió un drogado Gerardo.
—¡Hola, putitas! —Saludó eufóricamente y nos dio unas palmadas en el hombro a lo muy macho— ¿Qué se teje por aquí?
—Nada, aquí esperando entrar al carrete (1*) —Respondió Francisco con una sonrisa ladina, se le notaba extraño.
—Carvajal, quita esa cara de culo —Reprendió Gerardo y sacó de su bolsillo un porro armado—Ten, esto te relajará, perrita en celo.
Lo cierto es que Gerardo últimamente siempre nos hablaba así, como si fuéramos sus amigos. Siempre lo oía hablarle así a Bello y Larraín, pero nunca me hubiera imaginado que iba a tener esa juerga con nosotros, al menos conmigo... Es extraño, ya saben... soy el típico Isaac Aguirre.
—Bueno, ¡a la mierda! —Aceptó mi amigo y me miró con cara de "al rato hablaremos" para adentrarnos finalmente en la casa de Reeves.
Entramos con Herrera y vimos la distorsión adolescente en esa casa. Había tanto vicio que parecía un carrete de esos que muestran las películas gringas. Observé a muchas chicas, tantas que mi vista no alcanzaba a captarlas a todas. La música estaba jodidamente fuerte, era una electrónica típica de fiestas con dj's famosos. Había mucho alcohol, y mucha gente borracha. Miré la hora y recién eran las 12 de la noche. A esto le quedaba para rato, por que había mucha variedad de "venenos", como llamaba mi hermana Bárbara a los vicios.
En una mesa cualquiera había vodka y bebida energética. Por mi reciente experiencia supe que ese trago se llamaba "criptonita", por lo que decidí hacerme uno. Me lo preparé como había visto tantas veces en carretes y fiestas.
—¡Qué nena eres, Isaac! —Cotilló Francisco— Tiene muy poco vodka.
Le miré con cara de pocos amigos y Gerardo me quitó la botella para depositar más en ese vaso.
—Ahora sí, bebe, ¡joder! —Exclamó riendo. Yo también reí y tomé. No me pareció para nada malo, casi ni sentía el sabor del vodka.
De repente comenzamos a recorrer la gran casa. Habían varias parejas casi tirando en el lugar, además de muchas chicas borrachas tiradas durmiendo, o vomitando. Pobre piso. Gerardo se dirigió hacia donde estaban todos bailando, una parte de la casa que era algo así como una sala de estar gigante. Estaba lleno de luces parpadeantes que me pegaban por haber fumado con los chicos. Unas chicas comenzaron a llamarnos y Gerardo me tomó del brazo para que fuera con él, cosa que hice. Miré hacia los lados esperando ver a Francisco pero había desaparecido en la multitud.

ESTÁS LEYENDO
Nina
Roman pour AdolescentsNina Lacoste era la chica que deslumbraba a cualquiera que la conociera. ¿Y cómo no iba a hacerlo? Era simplemente preciosa. Su cabello era rubio como el heno, sus ojos azules como el cielo de verano, su piel blanca como la porcelana. Desde que la c...