Ningún atardecer se parecerá al de aquella tarde de principios de agosto. El horizonte tenía pintado un arrebol detrás de los volcanes que se imponían ante la localidad. El nevado de Colima y el volcán de fuego resplandecían en la distancia. A su vez, una ligera llovizna caía entre los frágiles rayos de sol.
Ric, Estrella y yo estábamos sentados en el muelle de la laguna de Zapotlán mientras contemplábamos a una familia de alegres cisnes transitar. Nuestros pies chapoteaban en la cálida agua y nuestros brazos se entrecruzaban uno con otro.
—Supongo que a estas alturas deberíamos de estar padeciendo problemas psicológicos muy graves —dijo Estrella, desprendiéndose de nuestros brazos para mordisquear una palanqueta de nuez que Ric había comprado en la plaza de la ciudad para nosotros—. O de perdida internados en un hospital de psiquiatría. Pero parece que, después de todo, somos más fuertes de lo que creíamos.
Ric alargó el cuello para morder la palanqueta de Estrella.
—¿Cuándo podrás verlo? —me preguntó la Basterrica. Sabía a quién se refería.
—Dicen que hasta la fiesta de Invictos —contesté resignada antes de que fuera mi turno de morder nuestra golosina—. Creen que sería contraproducente verlo antes, sobre todo ahora que piensa que yo soy Ananziel. O al menos eso me dijo cuando me volvió a ver esa noche entre pestañeos. Ni siquiera sabe que estamos en el siglo XXI. Pero dicen que es cuestión de tiempo para que recuerde todo.
Cada vez que hablábamos sobre Zaius, Ric solía poner cara de pocos amigos.
—¿Has visto lo bien que se lleva Nachito con Centella, Sof? —comentó Estrella cambiando de tema cuando notó la reacción antipática que tuvo nuestro amigo. La rubia nos tenía instalados en su casa al niño, a mi gato y a mí.
—Alto ahí, que Centella en realidad es mío —reclamó Ric adoptando de nuevo su habitual personalidad—. Sof es una ladrona de gatos.
—Calla, Ric, que tú eres el peor ladrón que conozco —me defendí quitándole una nuez que tenía entre los labios.
—¿Qué te he robado yo, mentirosilla?
—El juicio, de vez en cuando. —Los tres nos carcajeamos. Luego añadí, tras reflexionar un poco—: Pff. Ahora que no tengo casa no sé qué haré.
—Ya te dije que no te preocupes por nimiedades, encantadora Sof —me regañó Ric—. Ya haremos algo para resolver ese problema. Ten la seguridad de que sin casa donde vivir no te quedas.
—Y yo ya te he dicho infinidad de veces que puedes seguir viviendo en mi casa, y tu madre también cuando la den de alta del hospital —intervino Estrella.
—Ya has hecho suficiente al permitir que mi mamá fuera internada en el hospital que preside tu padre, Estrella Basterrica —musité—. No quiero causar más molestias. Además, tengo entendido que tu padre y hermano llegarán pronto de Italia, ¿no es así?
—Te aseguro que ni mi padre ni mi hermano Christian pondrán objeción en tu estancia en casa. Por mi madre ni te preocupes, que para cuando se recupere te aseguro que Ric ya te habrá construido una mansión.
—¡Estrella! —me quejé abochornada. Jamás me había gustado abusar de la buena voluntad de las personas.
—Rigo será dado de alta mañana —murmuró Ric—. Ahora mismo estoy consiguiendo unos grilletes para amarrarlo en una de las celdas del calabozo de mi mansión: no veo otro modo para impedir que el idiota se vaya a trabajar como son sus deseos. El tipo no entiende que debe de guardar reposo.
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MORTUSERMO: EL JUEGO DE LOS ESPÍRITUS ©
ParanormalLas reglas del juego son muy sencillas, recitarás en latín el conjuro inicial, esparcirás tu sangre sobre la estrella que está en el centro del tablero, introducirás la llave negra en la puerta del averno, y por último, invocarás la presencia de un...