El Ritual De La Venus

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Un ruido invadió la oscuridad. Parecía el latido de un corazón, pero el ritmo variaba cada seis golpes. Sofía no podía abrir los ojos. Estos se encontraban totalmente adormecidos. Pero podía escuchar algo. Eran voces. Distinguía cantos cerca de ella. Era una especie de coro religioso. Podía ver algo rojo del otro lado de sus parpados, y podía distinguir sombras extrañas pasando frente a ella. Una gigantesca sombra le cubrió de frente, y pronto sintió una mano tocando su abdomen. Era una mano gruesa y masculina, que lentamente comenzó a frotarle lubricante en el abdomen. Pronto sintió un par de manos untándole más lubricante en las piernas, los brazos, el cuello, el culo y los brazos. Podía sentir que estaba semi-desnuda, ya que sentía texturas alrededor de sus senos y de su vagina. Poco a poco se sentía un poco más consciente de sí misma.

Sintió un par de manos femeninas tocarle los labios. Eran manos gordas, pero femeninas. Pronto una fuerte bofetada impacto su rostro. Sofía abrió los ojos. El escenario que estaba frente a ella parecía sacado de una especie de película de terror. Había un grupo de personas con túnicas negras en círculo, en medio de estas había una extraña estatua en llamas. Había una especie de trono extraño a su lado, y frente a este había mujeres desnudas con máscaras en sus rostros. Sofía estaba amarrada en una especie de cruz, y tenía un par de mantos viejos cubriendo sus senos y su vagina. Era obvio que su reacción no sería normal. Comenzó a gritar y a llorar. Las personas de las túnicas eran quienes cantaban. Era una especie de canto en latín, con posibles connotaciones oscuras.

Sofía se jalaba desesperada. Una de las mujeres desnudas se le acercó y le dio otra bofetada. Sofía agacho su mirada y comenzó a rezarle a Dios. Todo era verdad. Las historias acerca del bosque eran verdaderas. Por unos segundos esperó que sus gritos alarmaran al campamento, pero sabía que era inútil. Sofía no regresaría. Al menos no de la misma forma.

Los cantos se detuvieron. Sofía dejo de gritar y comenzó a llorar en silencio, mientras rezaba mentalmente. Las chicas a su lado comenzaron a bailar de manera extraña. Los latidos que había escuchado parecían haber sido tambores, y estos volvían a empezar a ser tocados, esta vez siguiendo otro patrón. Sofía miró a sus pies, y encontró un balde con sangre y cabeza de cerdo. Sus pies se encontraban atados y embarrados en la sangre y la grasa del balde. Sofía alzó la mirada desesperada. Ella no estaba ahí. Todo era un sueño. Despertaría y se daría cuenta que estaba en casa. Despertaría y se daría cuenta que nada había pasado. Todo era un sueño. O al menos eso deseaba.

El círculo se abrió. De entre los árboles, salió un hombre vestido con una túnica roja y con una máscara de cabra. Los tambores y los ruidos de las chicas danzando eran el único ruido presente. Sofía se dio cuenta que su cruz, el trono y las chicas, se encontraban en una especie de escenario elevado. El hombre de la túnica roja subió el escenario y se colocó dándole la espalda a Sofía. Una de las chicas desnudas se le acercó, y le dio una especie de libro dorado, el cual luego prosiguió a abrir en cierta página y colocarlo en su espalda, para que de este modo el hombre de la túnica blanca pudiera leer. Las chicas entonces pararon de bailar, y rodearon a Sofía y al hombre de la túnica. 

- Fratribus, hac nocte, ut congregentur ad nos a paciscor Urushdaur – dijo el hombre mientras observaba el libro. Sofía vio al hombre en posición de sacerdote. Vio la estatua una vez más, y comprendió lo que estaba pasando. El culto satánico de las leyendas era real, y ella sería parte de uno de sus rituales. La sangre se le congelo - ¿Quis est qui habet sororem duxit in unum nobiscum hac nocte?

Una voz entre el circulo exclamo algo. La voz era familiar. Sofía miró, tal vez era alguien que estaba por salvarla. Una figura en túnica se acercó lentamente al escenario. Era Gabriela. Veía al sacerdote con admiración, y se le acercaba con una vela en las manos. La vela tenía un pedazo de cabello rubio rodeándole. Sofía reconoció ese color como el de su cabello.

- ¡¿Qué estás haciendo Gabriela?! ¡¿Qué hago aquí?! ¡Gabriela! – Sofía gritaba y se movía desesperada. Nadie le hacía caso. Era como si ella no estuviera ahí. Gabriela tomo la vela y se la dio al sacerdote, quien procedió a llamar con una señal a una de las chicas desnudas. La chica sacó unas tijeras, y corto cabello de Gabriela. Procedió a envolver este pedazo de cabello encima del que ya se encontraba en la vela.

- ¡Votum tuum! Clamat filia mea, et in sermonibus eius facinus nobile nostrae tenebras Dominus – dijo el sacerdote, y el resto de los asistentes comenzaron a volver a cantar. Las chicas desnudas se acercaron a Gabriela, y lentamente comenzarón a desvestirla, hasta dejarla igual de semidesnuda que Sofía. Gabriela poseía el mismo tipo de trapos viejos para cubrir su vagina y sus senos, a diferencia de que estos solo cubrían sus pezones, el resto de sus gordos senos aún era visible.

El sacerdote tomo la vela, y vacío la cera de esta en una pequeña taza que una de las chicas desnudas le paso. Tras llenarla, puso sus dos dedos en la cera. Las chicas desnudas se acercaron a Sofía y comenzaron a besarla en el cuello, en las axilas y en las piernas. El lubricante hacía que el cuerpo de Sofía se sintiera más suave. Ella lloraba confundida, y rogaba por ser soltada. El sacerdote puso de manera lenta sus dos dedos en la vagina de Gabriela, quien hizo ruidos de dolor, pero parecía perseverar y aguantarlos.

- Et tu iter desideravit te in laetitiam, et inimicos tuos, qui in te sunt tolle eas in infortunii hodie – Gabriela asentía con lágrimas en sus ojos. Las bailarinas comenzaban a morder a Sofía, quien aún lloraba y rogaba. Gabriela suspiró y el sacerdote retiro sus dedos - Pretium sumptus ex hoc non erit iter tuum assidue et laudem meam ad Dominum Urushdaur – Gabriela se agachó, y agradecida y llorando, le beso la mano al sacerdote. Este le toco la cabeza en señal de lastima. Gabriela se levantó y se acercó a Sofía, quien aún estaba siendo besada y rogando por ser liberada. El sacerdote se acercó de igual manera, y las mujeres desnudas se apartaron.

- ¡Perdón Gabriela! ¡Perdón! ¡No hice nada que valiera esto! ¡Por favor! – Sofía rogaba y Gabriela le ignoraba. El sacerdote volvió a tomar cera con sus dedos, y lentamente se acercó a Sofía y se las puso en la frente. Sofía no sentía que se quemaba. De la nada sintió paz interna. Dio una sonrisa extraña, y Gabriela le respondió con otra. El cielo comenzó a tornarse rojo. La luna lucía roja. Sofía sintió como el lubricante en su cuerpo comenzaba a petrificarse. 

- Factum est onustum, accipies secura vitae nostrae tenebras elegit Dominus – el sacerdote se alejó lentamente. Gabriela se acercó a Sofía, y se vieron cara a cara. Ambas sentían paz. Sofía estaba consciente de su situación, pero algo en ella la había calmado, sentía que estaba volando. Gabriela le quitó los trapos viejos de la ropa, y luego se retiró los suyos. Sofía sonreía, era feliz. Gabriela la desato, y Sofía estaba de pie, mirándole a los ojos.

- Somos hermosas – dijo Gabriela, y lentamente besó a Sofía en la boca. Sofía sintió la panza y el gordo cuerpo de Gabriela tocándole. Extendió ambos brazos y comenzó a tocarle el cuerpo de manera sensual. Gabriela procedió a hacer lo mismo. El beso fue prolongado, y Sofía mantuvo cerrados sus ojos. Todo comenzó a perder sentido. Ahora la oscuridad estaba presente una vez más. No podía abrir los ojos. Pero se sentía feliz. Podía sentir los labios de Gabriela y el cuerpo de Gabriela. Tal vez se había descubierto. Pero pronto sintió que caía. Sintió el cuerpo de alguien pegado al suyo. Seguía en caída libre, hasta que... 

El Relato De Sofía (Un Manifiesto Fetichista)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora