Y Ella Sigue...

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Sofía se levantó de la cama. Observó su enorme cuerpo en el espejo, y recordó los viejos tiempos. Ya llevaba atrapada en esta situación aproximadamente unos cinco meses. De cierta manera había logrado adaptarse a la vida que estaba llevando con este nuevo cuerpo, así como incluso había llegado a disfrutar ciertas cosas acerca de esta versión de su vida. Era una chica gorda, pero también era una super-modelo, periodista, escritora y actríz pornografica. De cierta manera era mil veces más de lo que había logrado en su vida anterior. A pesar de ello, quería regresar a casa. Extrañaba a su familia, y extrañaba su antiguo cuerpo. Podría haberse adaptado, pero era una mujer luchadora, y no quería simplemente tirar todo lo que había amado y formado a la basura. Seguía tratando de saber el paradero de Gabriela, a quien había visto yahace bastante tiempo.

Esa mañana era de trabajo, así que Sofía no se sentó sólo a contemplar, debía hacer su día. Ya sabía perfectamente la rutina que debía llevar, y la llevaba a cabo par poder distraerse. A pesar de que trabajaba, llamaba a iglesias satánicas y a brujos de manera constante. Nadie parecía tener respuestas para lo que le pasaba, y eso la había comenzado a atormentar. De cierta forma podría agradecerle a la comida por no perder la cabeza. Debido a que su cuerpo ya poseía una obesidad bastante avanzada, Sofía no se había negado a abrazar ciertos aspectos de su nueva vida. Al final y al cabo, en este mundo su gordura y su cuerpo era lo que le proveían una manera en la cual tener una vida estable. No había momento en el que ella no comiera. Su hermana había empezado a notar cambios en ella, pero el apetito de seguro no era uno de ellos. Sofía había comenzado a comer más -y por lo tanto a engordar- desde que había despertado. Ella no lo notaba, porque ya se sentía de por si como una cerda, pero el resto de las personas lo veían como algo obvio.

Sofía camino a la cocina y se cocino cuatro platillos. Los saco todos de un recetario que su ex-novio le había dejado. Ella no recordaba en absoluto nada a este tipo, pero parecía que había sido el amor de su vida. Sofía ya comprendía esta nueva vida, y a pesar de que sabía que no era suya, tenia el conocimiento necesario para relacionarse con sus círculos sociales. Esa mañana su amiga Fabiola -quien también era bastante gorda y estaba dentro de la misma comunidad fetichista que Sofía- la iría a recoger para grabar una colaboración. A Sofía le resultaba aún algo incomodo conversar con la gente que estaba adentrada dentro de ese raro fetiche que le servía como empleo, pero a veces simplemente se dejaba llevar. Había notado que cuando grababa los vídeos algo tomaba control de ella, y por alguna razón actuaba diferente y disfrutaba todo como si se tratará de una masturbación mental. No sabía explicarlo, pero tenía la teoría de que era probablemente la Sofía de ese universo la que la controlaba constantemente. Tenía miedo de que algún día esto tomará el control completo, pero hasta el momento no había pasado nada.

Sofía se sentó en el sillón grande de su sala, y comiendo comenzó a ver televisión mientras -sin darse cuenta- se frotaba la panza y dejaba notar su gigantesca y algo linda papada. Durante estas sesiones ella se perdía. Se volvía en una cerda. Usualmente en su cabeza pasaban pensamiento referentes a su gordura, sexo y humillación. El solo acto de comer la agotaba, causándole orgasmos inesperados casi todo el tiempo. Muchas veces no podía contenerse, y ella creía desmayarse, pero en realidad sólo perdía el control del cuerpo y se volvía la otra Sofía. En el lugar en donde vivía ya era conocida, ya que parecía ser bastante obvia cuando se refería a su fetiche. No le agradaban las miradas que la gente le dirigía, y de cierta manera -incluso la Sofía normal- relucía su cuerpo para hacer enojar a estos aún más. Esa mañana había salido a recoger el correo sólo en bikini, los vecinos furiosos la miraban. Ella disfrutaba verlos enojados.

- Hay males que simplemente no son de este mundo - dijo una voz misteriosa en la televisión. Sofía entro lentamente en si y pudo ver lo que había en la tele. Había un hombre calvo y con barba de candado hablando a la cámara - Si quieres una respuesta a ellos, sólo llámame, mi número es... - el hombre comenzó a dictar un número. Sofía lo anoto apresurada en su celular y regresó a ver el televisor - Soy Mr. Zuzu, y te esperó en el templo de la magia blanca.

El Relato De Sofía (Un Manifiesto Fetichista)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora