Viernes Por La Noche

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Sofía miraba al vacío. Sus ojos estaban algo rojos, así cómo en el rostro de Gabriela se le notaba la palidez. No sabía cómo digerir todo lo que acababa de pasar, pero su cuerpo le obligaba a seguir. Estaba dentro de una camioneta oscura, la cual recorría las frías carreteras que llevaban al Campo Cataha. La oscuridad de la noche ya había llegado, y Sofía sabía que el momento decisivo llegaría. No habría vuelta atrás una vez que dejará que el ritual se realizará. Debía tomar una decisión tarde o temprano, pero aún desconocía cual.

Frente a ella se encontraba su cuerpo adolescente tirado. Una Sofía Joven descansaba en el suelo de la camioneta, mientras que el sacerdote le observaba. Unos dos hombres vestidos de negro les acompañaban, así cómo otro conducía. El sacerdote observaba a Sofía con tristeza. Estaba en el cuerpo de quien era su sobrina. A pesar de que era un demonio cuya existencia le resultaría absurda a cualquiera, su cariño hacía Gabriela era gigantesco. El miedo de matar o destruir a la única familia que le quedaba le atormentaba en ese momento. Nada debía salir mal, y el curaría a Gabriela.

- ¿Que debo hacer? - pensó Sofía en voz alta. El sacerdote le miró con algo de curiosidad.

- ¿Que ha pasado? - dijo el sacerdote. 

Sofía miró al vacío. Su memoria había comenzado a refrescarse, había comenzado a recordar todo lo que estos años había parecido haber suprimido de su memoria... lo cual por más poco que pareciera era una parte de su vida que simplemente había olvidado.

- Cuando tenía diez años vi a mi madre teniendo sexo con la madre de Gabriela - contestó Sofía mirando al vacío con los ojos llorosos - creó que nunca se lo pude perdonar... y mucho menos cuando sé lo que ella me dio - el sacerdote la miró atento - siempre tuve ese sentimiento, esa sensación... la gente gorda, la gente obesa, todos ellos, fueron quienes me liberaban en mis momentos de enfrentar la realidad - Sofía suspiró - pero no quise verlo. Gabriela era cómo mi madre. Gabriela era una depravada, una cerda, una estúpida vaca... y posiblemente lo que yo quería ver en mí - Sofía miró al vacío, el sacerdote se le acercó y le puso el brazo en la espalda.

- Todos tenemos demonios en común - contestó el sacerdote - es Dios el que trata de alejarnos.

Sofía trató de respirar y relajarse. Este era sólo el principio de la noche, y sabía que debía tomar una decisión tarde o temprano. Por una parte, la Sofía normal regresaría a su vida normal... pero por otra parte podría cambiarlo todo y hacer de su vida un paraíso fetichista. Le era imposible abandonar su realidad. Estaba consciente de que el fetichismo con la gordura la estaba carcomiendo. Era cómo si todo hubiera sido parte del plan de Gabriela. Pero sabía que de cierta manera ella participó. Se encontraba en un dilema que simplemente no podía resolver.

La niebla del bosque pronto empezó a ser detectada por el conductor. Sofía y el resto se asomaron por las ventanas. Poco a poco la camioneta si hundió en la oscuridad de la noche de bosque. Sofía observó cómo una luz de fuego se notaba a lo lejos. Conforme se acercaban ella podía ver un set similar al que se había usado durante su sacrificio. También ya se encontraban algunas personas en el lugar, la mayoría de estos sentados con mascaras y conversando.

- No es tan tétrico cómo parece - dijo el sacerdote - después de esto los que quedan se irán a comer alitas - a Sofía no le pareció muy apropiado el comentario pero brindó una risa ahogada. 

Todos en la camioneta bajaron, los hombres -incluyendo al conductor- sacaron a Sofía Joven del auto, así cómo el sacerdote y Sofía se dirigieron para cambiarse. Sofía fue con un grupo de mujeres desnudas, que se ponían mascaras y se pintaban el rostro de colores. Una de las chicas se le acercó y la beso en la boca. Sofía pudo sentir cómo este beso le hizo sentir excitada, y con su nuevo encontrado lesbianismo y fetichismo, se sintió satisfecha con su propio pensamiento sexual. Era cómo si no hubiera más filtros dentro de su mente para detener sus fantasías. Era libre dentro de si misma. Por primera vez en su vida.

A pesar de ello, no quería conservar esta vida. No quería regresar tampoco a ser la Sofía Gorda. Esto conflictuaba con su encontrado fetichismo, ya que una parte de ella en realidad deseaba permanecer en el cuerpo de Gabriela o en el de una Sofía Gorda, pero otra le obligaba a regresar a casa. Extrañaba la comodidad de su vida pasada, y sabía que él único modo de retomarla sería así. Tenía el escape del ritual en ella, ya que en cierto punto ella debía de pedir su deseó a Rabisú. El deseó que todos tenían en mente era el de regresar todo a la normalidad, pero Sofía ya se encontraba conflictuada respecto a esto.

- ¿Te desnudo? - preguntó una chica desnuda. Sofía asintió con la cabeza y dejó que esta chica la desvistiera.

La chica se le acercó y lentamente le quito la blusa. Su gorda panza se mostró, así cómo sus grandes senos se notaban apretados en el bra que llevaba. La chica lentamente le quitó el bra. Sofía en el cuerpo de Gabriela se quedo detenida. Aún tenía el pantalón puesto, pero el ver su cuerpo de esa forma le fascino. Estaba sintiendo húmedo el coño. con tan solo tocarse. Esa gorda panza colgando, y su gigantesca papada haciéndola ver como una cerda. Le comenzaba a gustar esa idea. La chica pronto se acercó más y le retiro el pantalón y la tanga. Sofía quedó desnuda mirando al vacío.

Pensaba en todas las fantasías reprimidas. En todos esos años cuidando su cuerpo y evitando mirar gente gorda. Había comenzado a reprimir a una Sofía que deseaba la gordura. Incluso le pareció impactante que esto hubiera continuado una vez que había cambiado de dimensión. La Sofía Gorda siempre existió, y era por eso que esto le aterraba tanto. No era su reputación, ni su calibre. Era el deseó. Sabía que debía volver a ser ella misma y curarse, pero simultaneó a eso, no deseaba hacerlo.

- ¿Estas lista, cariño? - dijo una de las mujeres desnudas, Sofía asintió con la cabeza y pronto una de las chicas le prestó una túnica oscura.

Sofía regreso y se metió entre el público que iba a presenciar y apoyar durante el ritual. Pudo revivir el estar en el sitio principal una vez más, ya que pudo ver cómo las mujeres desnudas despertaban a la Sofía Jovén, quien se encontraba amarrada en una cruz, aún inconsciente. El Sacerdote aún no salía, pero el tiempo estaba por acabarse. Las tres de la mañana era la hora. Sofía sabía que sus padres estarían preocupados, pero ya sabía cómo regresaría.

- ¿Tú eres la del ritual? - dijo un chico a su lado. Era el bajista con el que ella alguna vez había querido tener sexo.

- Si - contestó Sofía de manera fría. 

El chico la miró de re-ojo. Pudo notar que este sentía atracción hacía ella. Lo ignoró, ya que había cosas más importante por las que preocuparse. Le extraño bastante detectar voces conocidas entre el público. Incluso juró haber escuchado la voz de la coordinadora escolar. Estaba preparada. Escuchó cómo una trompeta sonaba a lo lejos. Le habían indicado que esta era la señal. Debía de tomar su decisión.

Los tambores comenzaron a sonar. La Sofía Joven lentamente comenzó a tomar conciencia. Gritaba asustada y rogaba ser sacada de ahí. Sofía no podía soportarlo, pero era lo necesario para tomar su decisión. Las luces comenzaron a volverse más tenuéz, y el sacerdote entró lentamente al escenario. Hubo un silencio muy largo mientras este observaba a la audiencia y luego se sentaba. Sofía sabía que para él tampoco sería un ritual normal.

- Receperint fratres, sacrorum Rabisu - dijo el sacerdote, y procedió a hacer un pequeño canto en latín. La gente le contestaba. Sofía no entendía lo que pasaba, pero pretendía hacerlo. Sabía de lo que trataba y eso era básico.

Lentamente vio cómo el chico del bajo le indicaba que era su turno, el sacerdote la veía y ella lentamente se acercó al escenario. Se vió parada frente a si misma. El sacerdote la miró. La Sofía Joven lloraba y le rogaba a Gabriela por compasión. Sofía se observaba. Vió su cuerpo. Vió sus ojos. Era una chica bella, pero de cierta manera no era del todo feliz.

El ritual siguió su curso, y Sofía debía mirarse con ella misma mientras las mujeres desnudas cantaban y les embarraban sangre de vaca. Poco a poco Sofía sintió una vez más ese extraño éxtasis que sintió en el ritual anterior. Un éxtasis similar al que tenía cuando la Sofía Gorda salía de si. El cielo se puso de color rojo y la Sofía Joven comenzó a desmayarse.

- Es momento... - dijo el sacerdote. Sofía le miró y le agradeció con la mirada. Una luz salió de la nada y le cegó por completo el rostro. Era momento de tomar su decisión. Permanecer gorda o regresar a su vida normal. Comenzó a sentir cómo su cuerpo se desvanecía en la luz que le cegaba.

Fue ahí donde tomo su decisión... 

El Relato De Sofía (Un Manifiesto Fetichista)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora