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La lista parecía interminable. Toono no recordaba cuándo fue la última vez que salió de compras. Tampoco es que pudiese frecuentar el mercado principal del pueblo al que recientemente se había mudado. Si deseaba llegar a éste, debía abordar un bus que tomaría casi una hora llegar a su destino, luego tenía que caminar un par de minutos.

Pese a que el costo de su habitación es una de las rentas más baratas, ninguna tienda ni establecimiento estaba a la vuelta de la esquina. Se requería cualquier medio de transporte para llegar de un extremo a otro. Desgraciadamente, Toono sólo contaba con el dinero suficiente para costear por una bicicleta, la cual ni sabía cómo montar.

Mientras que se abría paso entre la concurrida multitud, Toono empezó a llenar su bolsa de tela con los vegetables que tenía apuntados. Después de meter el brócoli, la coliflor y otros verdes, tachó cada uno de ellos.

«¿Cuántas manzanas debería comprar? Si como dos por día durante la escuela, ¿estaría bien si compro diez? Estoy exagerando, ¿no? ¿Por qué no mejor combino las frutas que me gustan? Plátanos, fresas y... ¿Qué más?», consideró y observó el estante de éstas. Uno de los inconvenientes de vivir solo era tener que calcular qué iba a comer uno mismo, la duración de los alimentos perecibles y los platillos que se podía preparar diariamente. ¡Y por supuesto! No podía olvidar las porciones para las inesperadas visitas.

Más tarde, cuando llenó sus bolsas hasta el tope, Toono se sentó en una de las bancas de un puesto de helados ambulantes. Pidió un cono dulce y descansó con los paquetes a sus pies.

De repente, un cacareo llamó su atención. Justo en frente de él, un campesino empujaba su carreta con pollitos y unas cuantas gallinas. La escena lo enterneció, y súbitamente, recordó a Rina. El fin de semana le tocaba a Yacchan cuidar de ella.

«¿Cómo estarán yendo las cosas con ambos? Yacchan dijo que intentaría armar un dormitorio para ella con una caja de cartón. ¿Necesitará ayuda para construir un ropero? ¿Se molestará si lo llamo?»

Luego recordó una pregunta en particular y se inquietó:

»—Oye, ¿qué piensas sobre Yuu?

«¿Qué se supone que debería pensar sobre él?»

El viernes, antes de iniciar la clase de inglés, Yacchan lo interrogó al respecto y esperó por una respuesta. Toono quiso responderle con algo breve, aunque consideró que no debería tomar su duda a la ligera. Yacchan se había estado comparando, y si se atreve a sacar conclusiones apresuradas, compitiendo con Kashima desde la infancia.

Era una sana rivalidad familiar velada [1].

Esa noche, en que ambos se perdieron en medio de una tormenta en el bosque, Yacchan explicó a groso modo que anhelaba ser querido por todos. Su confesión fue tan impactante que lo dejó sin palabras. No obstante, ¿cuál era la finalidad de agradarle a medio mundo? Se lo había repetido una y otra vez: «Es imposible». Pero Yacchan demostró su lado terco y se hizo oídos sordos de los consejos, porque «Toono jamás lo entendería». Porque Toono nunca estuvo en un ambiente familiar, donde hubo esas detestables comparaciones. Desde las más simples, como quién saludaba, decía las gracias o se despedía; hasta las calificaciones o el número de amigos.

Toono había contestado:

»—Kashima es Kashima.

»—¿Qué quieres decir con eso?

El profesor llegó al aula, y Yacchan no tuvo más remedio que retornar a su sitio. Y, antes de regresar a casa, supuso que él seguiría insistiendo sobre el tema, mas no lo hizo. Yacchan cargó con Rina y su mochila, y se marchó en silencio.

El sábado no hubo ningún tipo de comunicación.

Por la mente de Toono rondó dos opciones: Yacchan estaba ocupado o molesto. En caso de que fuese la segunda, tenía la posibilidad de enmendarse. Había estado sopesando la explicación a su respuesta. No eran con las mismas palabras de un filósofo, tampoco era cuánto conocía a Kashima; sino más bien, su intención era demostrarle a Yacchan lo que verdaderamente importaba.

Se limpió las manos de la galleta y el dulce, y sacó su móvil. Sólo bastaba con apretar un botón y escucharía su voz.

Marcó. Colgó.

Toono tomó sus cosas, avanzó por los puestos de comida y pidió dos platillos de arroz frito con una presa para llevar. Haciendo malabares con sus compras y la merienda, abordó el bus. A mitad de camino, se desvió y cogió el tren.

Unos minutos antes de las diez de la noche, Yacchan abrió la puerta con una toalla sobre los hombros. Su perfil demostraba incredulidad ante la imagen de un Toono sudoroso con el cabello esponjado, el polo húmedo en las axilas y en la zona lumbar, y un sinfín de bultos. Tildó su cabeza para un costado y dijo:

—¿Qué demonios haces aquí, idiota? ¿Te perdiste o qué?

—¡Lo siento!

Yacchan enarcó las cejas y arrugó la nariz.

—¿Ah?

Cuando Toono quiso responder, un rugido los interrumpió.

Yacchan se sonrojó. Había sido su estómago.

La gallina al ajo con arroz había despertado su apetito.

[1] «Cubierto por un velo» o «velado» quiere decir parcialmenteoculto o disfrazado

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[1] «Cubierto por un velo» o «velado» quiere decir parcialmenteoculto o disfrazado. En pocas palabras, no era una rivalidad saludable.

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