FINAL:▸30

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Ha pasado un par de años desde que aquellos dos muchachos se conocieron en un simple salón de clases. A mitad de sus treinta, la pareja se encuentra estable y feliz. Naturalmente, hay algunas discusiones y ligeros pleitos como en cualquier relación, pero su comunicación y sus lazos se han ido fortificando con cada obstáculo.

Yacchan miró la hora en su celular y apresuró el paso entre los transeúntes. Con un maletín deportivo y una toalla envuelta alrededor de su cuello, cruzó la calle. Uno que otro, en especial, jóvenes muchachos, giraban a verlo con una pizca de asombro y pequeños murmullos sobre uno de los futbolistas más reconocidos de Japón. En su juventud, Yacchan les hubiera dedicado una patada cuando alguno de sus fanáticos les tomaba una fotografía con flash; sin embargo, solo les sonreía y posaba momentáneamente para continuar con su faena.

El teléfono en su bolsillos vibró.

—Te haría la misma pregunta que te hice hace unos treinta minutos, pero creo que la respuesta sería la misma.

—Créeme, si pudiera ponerme un cohete en el culo para llegar en un santiamén, lo haría —argumentó Yacchan con media sonrisa. El sudor corrió hasta sus labios y pasó entre ellos.

—Muy gracioso, mi pequeño payaso de circo —bufó Toono—. A decir verdad, llamaba para confirmar que no te has olvidado de comprar el regalo que te pedí hace un par de semanas.

Yacchan casi se va contra los tachos de basura que había en una esquina.

—P-por supuesto que no me he olvidado. ¡Qué falta de confianza! —balbuceó Yacchan, aunque su voz parecía querer quebrarse de culpa.

—Bueno —inició Toono con un mejor semblante—, entonces no hay problema si llegas un poquitín tarde. Te estamos esperando para poder cantar con los demás. Ya me crearé una excusa para demorar. ¡Te amo!

—Yo también te amo. —Yacchan machucó el botón rojo con fuerza y pretendió no gritar en medio de la calle.

<<¡Oh, mierda, oh, mierda!>>, Yacchan gritaba internamente.

Como desposeído, Yacchan abrió la aplicación de mapas y empezó a buscar cualquier tienda que vendan la chuchería que le había prometido a Toono que buscaría en la tienda Amazonía. Habían encontrado un paquete de edición limitada del susodicho, pero se le olvidó completamente hacer el pedido. Obviamente, no había forma de que pudiese encontrarlo en la misma página del vendedor.

—Mira, ¿ese no es Yaguchi? —dijo una voz por detrás del jugador.

Yacchan ignoró por completo cuando lo empezaron a llamar y siguió viendo las listas hasta que dio con una tienda no muy lejos de su ruta. Ni bien dio la vuelta, una luz lo cegó y casi lo hace caer de pompas.

—¡LA REPUTA DE SU REPUTÍSIMA SANTA RECONCHA DE LA MAGNÍFICA MADRE!

Tal vez algunas cosas no cambiaban del todo.



Un par de minutos después, Yachan entró como una gacela y se aproximó al mostrador. Parecía querer desfallecerse frente a la señorita. Jamás había corrido así en su vida. Ni en los partidos nacionales.

—¡Hola! N-necesito un... —Yacchan se atoraba con su propia saliva y su falta de aliento.

La empleada lo miraba con la boca abierta.

Yacchan describió el bicho de plástico como mejor pudo y le suplicó que, por favor, le diese el último que tenga o lo que tuviese, pero que sea ese mismo modelo. La mujer asintió apenada y aún sorprendida por el repentino favor.

REPELÚSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora