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—Lo siento —repitió por enésima vez.

Yacchan se encogió de hombros. No tenía sentido regañarlo por haber aplastado la cabeza de Rina. Ajustó la luz de la lampara bajo la lupa y con precisión tomó la pinza que usaba para arreglarse las cejas. De un plato pescó otro pedazo del cascaron y lo untó de cola blanca para adherirlo al resto.

—¿Estás enojado conmigo?

Había perdido la cuenta de las veces que le preguntó lo mismo en el transcurso de la noche. Inclusive durante la cena. Toono se ofreció a comprar comida china de la esquina y una gaseosa para endulzar la situación, ya que no lograron ir al nuevo restaurante al otro lado del distrito. Yacchan prosiguió serio, con una expresión imposible de leer. Creo que ello desesperó a Toono.

Yacchan se mordió el labio y alzó la mirada hacia él por una fracción.

—No, no lo estoy —admitió finalmente. Soltó la pinza y se cubrió parcialmente la boca—. No es como imaginé... mi primera cita.

Toono tosió y se tocó el pecho. Su corazón todavía tamborileaba, aunque se haya servido tres tazas de té consecutivas. Y, su ritmo empeoró cuando Yacchan añadió:

—Quería que fuese un poco más... —Observó la pila de descartables de la comida rápida y la botella de plástico vacía—. Especial.

Cuando lo vio abrir la boca para replicar, Yacchan dijo de inmediato:

—Nos hubiésemos tomado fotografías con Rina para que vea cuánto se quieren sus padres. ¿No crees que hubiese sido un punto a favor para el proyecto?

«¿La asignación escolar?», pensó Toono con decepción.

—Entonces... —inició Toono con desilusión—. ¿No era una cita de verdad?

Cuánto le urgía poder reírse a rienda suelta. Los labios de Yacchan se estrechaban y se fruncían con una exasperante necesidad. Sabía que, si se lo decía a Toono directamente, sería con un toque de malicia. Una pequeña venganza.

«Se lo merecía», creyó Yacchan, porque había plantado en él una semilla sin que se diese cuenta. Poco a poco, ello floreció y se convirtió en lo que ahora llama «afecto». Cariño por alguien, quien se había transformado en algo más importante que ganarle a Kashima.

Mientras que Toono llevó la porcelana a los labios, Yacchan pestañeó y respondió con indignación fingida:

—¿Cómo podría ser una cita de verdad, si tú estás saliendo con Kashima?

Toono escupió el té y empezó a toser con fuerza.

«¿Me pasé de la raya? No era mi intención que se atorase».

Su expresión fue inigualable. Tan cómica como las caricaturas. Sus ojos parecían dos gigantescas uvas verdes y su mandíbula caería al suelo en cualquier segundo. Yacchan lo contempló en silencio.

—¡No es lo que tú crees, Yacchan!

—Ah, ¿no? —dijo con perversidad.

—E-e-e-es que... ¡Es que no tenía opción!

Su semblante estaba rojo y sudoroso. Tampoco se imaginó que terminaría tartamudeando. Toono saltaría por la ventana si continuaban «jugando» así.

—Supongo que tampoco tenías opción de preguntarme si era homosexual o no, ¿verdad?

Ahora, ser atropellado por un tráiler, era una mejor opción para Toono. Menos dolorosa.

—Y-yo...

No sabía dónde esconder la cabeza.

El reloj seguía marcando.

—¿Y bien? ¿Tienes una explicación para eso? —Hizo una pausa—. ¡Ah! Por poco lo olvidaba. Espero que también tengas la amabilidad de explicarme tu incesante búsqueda de pornografía en mi cuarto.

—Pero cómo...

Cuando el reloj marcó la medianoche, Toono anhelaba salir pitando, cambiarse de nombre y huir del país. ¿Por qué no del planeta?

Yacchan sólo sonreía de oreja a oreja.

Akemi-senpai había sido tan buen negociante con dicha información.

REPELÚSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora