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La súbita de visita de Kashima los había desconcertado. Yacchan no comentó nada al respecto y enfocó toda su atención a Toono, a quien todavía le costaba respirar calmadamente. Con otro vaso de agua y una lavada de cara en el baño de visita, Toono tenía mejor aspecto.

Cuando la pareja ingresó al comedor, encontraron a Kashima teniendo una leve discusión con su tío. El padre de Yacchan alzó los brazos y pareció molesto por cómo le regañaba. Kashima solo podía inclinarse una y otra vez, disculpándose sin cesar. Yacchan dejó a un lado a Toono, e intervino:

—¿Qué sucede? ¿Por qué están con esas caras?

—No es nada —replicó su papá.

Kashima negó con la cabeza, irritado, y pasó de largo, por poco empujando a Yacchan con el hombro. Yacchan se volvió hacia él, igual de intranquilo por su grosería. Toono siguió a Kashima con la mirada y fue detrás de él ni bien salió del cuarto. Ambos caminaron por el pasadizo.

—¿Kashima? —llamó Toono, avanzando a trancadas.

—Ahora no, Toono.

—Oye, pero...

Toono intentó detenerlo al sujetarlo del brazo, pero Kashima lo hizo a un lado con fuerza y fue a pescar sus zapatillas de la entrada. Se sentó y empezó a ajustarse las agujetas. Toono no dejó que eso lo intimidara y también cogió las suyas del estante.

Mientras Toono estuvo en el baño con su enamorado, algo debe de haber ocurrido en ese ínterin como para sacar a Kashima de sus casillas. Su rostro se había ensombrecido y su actitud no era gentil como de costumbre. Jamás lo había visto así.

—Si es por lo de la mamá de Yacchan...

Kashima se detuvo, suspiró, y miró a Toono sobre su hombro.

—De verdad, Toono, no es nada. Me tengo que ir.

—¿Pero estás bien? Acabas de llegar y...

Ambos escucharon los pasos de Yacchan detrás de ellos.

—Luego les cuento —dijo Kashima.

Cuando Kashima pretendió tomar la manija, Toono estuvo cerca de cogerlo de la chaqueta, pero Yacchan lo agarró de la muñeca para que retrocediese. Kashima tenía que irse, y rápido. Toono estaba actuando como un reverendo impedimento. Si Kashima se demoraba, quién sabe qué desgracia ocurriría.

—¡Yacchan! —protestó Toono, forcejeando para el lado contrario—. Déjame ir. Kashima debe sentirse mal por lo que escuchó y...

—Deja que se vaya.

Kashima colgó su mochila e hizo un leve ademán como despedida. Antes de que cierre la puerta, Toono se prendió de ésta, y recriminó:

—¿Cómo puedes decir eso de tu primo? ¿Crees que también le gusta que tú seas comparado con él todo el tiempo? Sé que debe de ser duro para ambos.

Yacchan lo soltó de la impresión, y Toono salió despedido sobre Kashima. Al empujarlo, ambos se vinieron abajo y se estamparon contra el camino empedrado. Kashima no se imaginó que salir a auxiliar a alguien fuese a terminar con una dramática pelea. Odiaba tener que ignorar a Toono sobre todas las cosas, pero alguien lo necesitaba con urgencia.

Toono se encogió en el suelo, estremeciéndose por el codazo que recibió sus costillas; y Kashima se frotaba ambas rodillas. Yacchan no tuvo más remedio que olvidarse de aquel comentario y apoyarlos.

—Kashima recibió una llamada, tiene que irse. No es por la discusión de ahora —informó Yacchan finalmente, ofreciéndole una mano. Toono la aceptó, confundido.

REPELÚSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora