Capítulo diecisiete

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Narra Ángel:

¿Alguna vez has sentido que el miedo y el temor habitan en un solo ser?

Nunca pensé o había sentido tal cosa hasta que ingrese a aquel cuarto con poca luz y mi mente comenzó a jugar conmigo mismo, no, hasta que vi mis pesadillas pero sobre todo, que vi morir a aquella chica.

¿Qué diablos fue todo eso?—pienso mientras camino cabizbajo—Ya no puedo ver del mismo modo a ese chico, si le veo es como ver el abismo o incluso ver mi final.

Ese tipo no es bueno, Catelyn debe alejarse de él, debo hacer que ella se alejé.

Ingresó a mi habitación y me recuesto sobre la cama, lo que vi en aquella habitación nadie más puede saber acerca de ello.

Flashback.

Sus manos tocaron mis brazos y se aferraron a ellas—Solo un poco, vamos puedes hacerlo—decía mientras me obligaba a incrustar más profundo la daga.

—No es como nosotros, no es humana—murmuro fingiendo tristeza—ella nos tendió una trampa, ella te odia.

Dolor y decepción me inundaron, mis manos simplemente hicieron lo que ella decía.

Fin del Flashback

¡Yo la mate!

¡Mate a la chica que tanto amaba!

Haberla matado y haberla tenido entre mis brazos mientras moría fueron la peor de las torturas porque aunque quería salvarla, no podía, ella no era como yo, ella debía morir.

Éramos nosotros o ellos.

Así de simple.

Me duele la cabeza de solo volver a recordar aquel día, todo lo sucedido debe ser enterrado.

Narra Catelyn:

Seré la líder ¿puedes creerlo?—le digo a Jordán con una sonrisa, él sonríe como un niño travieso al cual se le ha ocurrido el mejor de los planes—¿Qué estas planeando ahora?

Se encoge de hombros sin dejar de sonreír—desmoronar la fortaleza y exponer a los mortales—su voz es firme—Hoy esta noche los míos atacaran, debes dar órdenes y simplemente dejarlos pagar su condena.

"Todos en esta vida tienen una condena que pagar"

Eso es lo que he aprendido de Jordán, él siempre habla sobre justicia, sobre el hacerles pagar cada uno de sus actos impuros.

—No eres Dios para condenarlos—intento bromear, el solo suelta una risilla y niega—Soy el mal de todos los males, un ser de la oscuridad o como quieras llamarme—camina de un lado a otro y luego da la vuelta con superioridad y elegancia acompañada de pasos suaves—o como me conocen «El príncipe del inframundo.»

No puedo ser Dios, porque después de todo soy el ciervo de este, además que he caído por querer salvar a los míos cuando debía cuidar de los mortales—menciona—sin embargo desobedecí cada orden dada cuando vi cómo eran estos.

—¿Por qué hablas de Dios y sus ángeles?—pregunto dudosa—¿Qué no eres un demonio y deberías odiarle?

Su mirada se vuelve sería como si pensara en eso y de la nada sonríe—En realidad somos de la misma familia solo que el Demonio se protege así mismo, a quien quiere y el Ángel protege a todos, menos a sí mismo y los que quiere—agrega—además de que ellos no están podridos, ni corrompidos por otros.

¡En pocas palabras son pureza!—exclamó—a ellos no los han dañado, mucho menos les han arrebatado las alas y sus sueños, no sienten.

—Los Ángeles no pueden sentir, los Demonios viven ardiendo y sintiendo el dolor de sus memorias en cambio los Ángeles solo se han olvidado estas para cumplir su misión—hago una mueca de solo imaginar mi mundo sin mis memorias dolorosas, simplemente no podría—y nosotros nos guiamos por sentires, emociones y dolores, todo aquello que perfora nuestra alma.

Él se acerca a mí y eleva mi cabeza que se encontraba mirando al suelo—somos el engaño creado por los mortales—susurra—monstruos dispuestos a teñir de color carmesí todo el mundo si con eso podemos sentir la tranquilidad en nuestro interior, nacimos para tomar justicia por mano propia y castigar a todos aquellos que dañan, no para compadecerlos y perdonar.

«El perdonar ya no es una virtud»

Si perdonas solo te dañaran y dañaras a ti, porque al final en algún momento te apuñalaran de nuevo y esta vez será mucho más profundo que la primera vez.

El príncipe del Inframundo [#3]©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora