Perdidamente enamorada de el

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Italia. Como hechaba de menos este sitio. Había estado tres veces en Catania (Es una ciudad de Italia) cuando tenía cuatro, cinco y seis años. Solíamos venir de vacaciones aquí ya que mis padres  alquilaban una gran mansión cerca de la ciudad y a mi padre siempre le ha gustado Italia.  Luego dejaron de alquilarla y no pudimos volver. Y con los años mis padres fueron olvidando este sitio.

-¿Recordando? -Dijo mi novio pasando su brazo por mis hombros.

Deje de mirar por la ventana del taxi para mirar esos preciosos ojos verdes en los que me había perdido ¿cuantas veces? Cientos de ellas.

-Si, hacia mucho que quería volver aquí. -

-Pues vas a volver por todo lo alto porque he preparado una sorpresa.

-¿En serio? -Pregunte.

El asintió con la cabeza mientras sonreía.

-¿y que es?-Pregunte.

-No te lo puedo decir. -Dijo acercándose a mi oído, y una vez que estuvo lo suficientemente cerca susurró- Es sorpresa cariño. Si te lo dijera dejaría de serlo.

Dejo un beso en mi mejilla y unió nuestras manos. Después de eso el empezó una conversación con mi hermana sobre los deberes de mates y yo seguí mirando por la ventana.
Observando recuerdos del pasado.

                               ************
El taxi paro frente a una gran casa. Las puertas principales eran blancas y la valla de piedra gris. Cuando entramos todo seguía igual. El jardín era enorme, tal y como lo recordaba, con un caminito de piedras que te llevaba hasta las escaleras que tenías que subir para entrar. El olivo en el que me solía tumbar a leer seguía estando en el lado izquierdo rodeado por una gran cantidad de césped. Pegados a la pared había un montón de Rosales, con rosas de mis colores favoritos rojas y blancas.

El porche era blanco, tenía tres columnas a cada lado que sujetaban el techo que lo cubría. Las grandes puertas que abrió mi madre dejaron ver el interior de la vivienda. El pasillo con una balda para dejar las llaves, móvil, etc...  y en cima de está un espejo, en el que me pasaba horas mirándome cuando era pequeña, siempre me han gustado los espejos. El salón era inmenso y tenía grandes ventanales con vistas al mar, un sofá grande, una tele Samsung oled 4K. Una mesa para comer y una que otra encimera.

Subí por las escaleras situadas al lado izquierdo del salón, las cuales llevaban a la segunda planta. La de las habitaciones.
Si no recuerdo mal, había cinco. La de mis padres, la de mi hermana, la mía y otras dos más para invitados y un baño. Corrí hacia la última puerta, a través de ella se encontraba el lugar en el que había pasado los tres mejores veranos de mi vida. La habitación seguía igual. La cama de matrimonio estaba cubierta por un dosel rosa pastel del mismo color que las sábanas. La habitación estaba pintada de blanco, menos la pared de enfrente que era una cristalera que dejaba ver una impresionante vista al mar. Había un armario en el lado izquierdo. Y un pequeño balcón en el derecho. Solía salir por las noches allí. A veces me moría de frío, pero nunca me importo por que ver como la luna se reflejaba en el mar era la mejor sensación del mundo.
Abrí las puertas y salí al balcón. Miré hacia abajo. Podía ver a los niños jugando en la playa, construyendo castillos, intentando cazar peces... Tal y como yo lo hice cuando era pequeña.

-¿Señorita?-Pregunto alguien entrando en mi habitación.

Entre a la habitación y vi a una señora mayor, tendría unos cincuenta años. Se le notaban las canas y tenía ojeras. Sus ojos marrones mostraban cansancio. Pero ella sonreía aun así.

-¿Adrienna? - Pregunte.

-Asi es querida.-Dijo con su acento italiano.

Corrí a abrazarla. Adrienna era la que se encargaba de hacer todas las tareas de la casa, es decir limpiar, cocinar...  O era lo que hacía cuando yo venía de vacaciones, aunque supongo que si está aquí es porque lo seguirá haciendo.

-Evie pequeña, que grande estás ¿como has estado? ¿Todo bien en casa?

-Muy bien ¿y tú? ¿Como está todo por aquí?

-Muy bien también.-Dijo- Bueno te dejo aquí tu maleta. Voy a ver a tu hermana. Y luego me cuentas quien es ese chico tan guapo que se va a alojar aquí también.

-Claro.-Dije notando como mis mejillas se ponían rojas.

                              *********

Después de deshacer la maleta, comer con mis pares y explicarle a Adrienna quien era Cameron, este último me dijo que me pusiera el bañador ya que íbamos a salir.

Así que eso hice. Me puse un bañador negro
De Calvin Klein el único detalle que tenía eran unas piedrecitas azules debajo de la costura superior del bañador.

Y después de eso y de que el taxi nos llevara hasta nuestro destino, llegamos.

La vista era preciosa. Estábamos en el final de una de las playas. No había ni casas ni pisos al rededor que estropearan el paisaje. La arena era blanca como la leche y  finísima. El mar estaba completamente en calma y estaba pintado de diferentes tonos de azul. De más claro a más oscuro.  El sol se reflejaba en la superficie Del Mar, dejando pequeños brillitos que parecían diamantes perdidos en la inmensidad del agua.

-Es precioso- Le dije dándole un beso en la mejilla.

-Sabia que te gustaría princesa-Dijo Cameron mirándome con una sonrisa- pero aún no has visto lo mejor.

Me cogió de la mano y empezamos a correr por la playa. El iba tirando de mi, dirigiéndome. Podría  prometer que era una de las mejores sensaciones. Correr sobre arena era como si corrieras sobre nubes. Acompañado de el agua tocando tus pies y de la mano de la persona que más quieres. No podía pedir nada más.

Cameron me llevo hasta un pequeño campo que había enfrente de la playa. En este había un gran árbol bajo el cual había una manta roja y blanca con una cesta de picnic en cima.
Nos sentamos sobre la manta y Christian empezó a sacar las cosas de la cesta. Había fresas, cerezas, piña, bombones lindor de chocolate blanco y negro, huesitos y ositos haribo.

Si mi madre viera esto. Estaba muerta por comer tanta cantidad de azúcar.

-Te adoro-Dije saltando a los brazos de mi novio y dándole un beso en la boca.

-Ya lo se preciosa-Dijo devolviéndome el beso.-Yo también te adoro a ti.

Me dio un último beso y empezamos a comer entre risas y besos.

-¿Que se siente?-Pregunto Cameron.

Alce un poco la cabeza, ya que estábamos ambos tumbados y mi cabeza apoyada en su pecho, para darle a entender que no lo entendía.

-Hace mucho que no vienes aquí. -

-Ahh -Me volví a acostar en su pecho mientras el acariciaba mi pelo -Me alegro de estar de nuevo aquí aunque sea solo por un par de días. Lo hechaba mucho de menos.

-Me alegro por ti, princesa.

Me levante y lo bese.

-¿Vamos al agua?-Pregunte cuando nos separamos.

Cameron asintió con la cabeza. Me levante  y me quite los shorts y la camiseta blanca. Las doble y las dejé al lado de la cesta de la comida, al igual que Cameron que solo se quito la camiseta ya que usaba el bañador como pantalón.

La primera en meterse fui yo. Ya que según Cameron el agua estaba congelada. Mentira, era un friolero. Además estaba muy transparente, podemos ver los peces pasar enfrente de mis pies. Tarde menos de cinco minutos en meterme debajo del agua y abrir los ojos, era algo que hacía desde pequeña, la sal no me molestaba en absoluto, solo quería ver el color del agua mezclado con la arena.

-Tengo una sirena en vez de una novia-Dijo Cameron cuando salí del agua.

-Pues una sirena no puede salir con un humano normal y corriente. Y los tritones se meten en el agua-Dije.

Cameron empezó a correr hacia mi, parecía que ahora no le importaba la temperatura del agua, cuando estuvo lo suficientemente cerca se tiro en cima de mi y ambos caímos dentro del agua.

Y entonces me beso. Como siempre lo hacía el. Un beso lleno de ternura y amor. Recuerdo que al principio me sentía mal porque pensaba que yo no le correspondía con el mismo amor. Pero luego, poco a poco me fui enamorando perdidamente de él.

CHRISTIANDonde viven las historias. Descúbrelo ahora