Efímero II

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-Ya hemos llegado.- Dijo Christian apagando el motor de coche. Me quite la manta de encima y baje.

Estábamos en un pueblo bastante alejado de la ciudad, no recordaba su nombre, pero parecía muy acogedor, pequeño, con un cine y una plaza, lo justo. Christian había aparcado enfrente de un local que no tenia muy buena pinta. "Kick's" se leía en las letras fluorescentes de la entrada. Le mire con una ceja alzada, parecía que íbamos a entrar en un puticlub. 

-No es lo que crees.- Replico el rubio leyendo mi mente. -Aquí se conocieron mis padres, vamos. -Dijo saliendo del coche. 

Yo le segui, y una vez frente a la entrada lo mire con una ceja alzada. En serio no me creía que el sitio no fuera un puticlub. 

-Evie, no te fies de las apariecias ¿recuerdas? 

-Touché. -Respondí. 

Ambos entramos al local,  como dijo Christian, no se parecía en nada a lo que yo me esperaba. El sitio tenía un aire country más que de puticlub. Había mesas de villar aquí y allá ¡Incluso un aire hockey! No muy lejos se encontraba la pista de baile, con una barra cuadrada en medio, donde los camareros iban y venían sirviendo  a todos los adolescentes que se habían apretujado para conseguir algo de alcohol. Justo en frente se encontraba una banda de tres chicos tocando una canción country movida. Miré a Christian anonadada. 

-Definitivamente no me lo esperaba. -Admití. 

-Te lo dije reina, no escuchas -Dijo poniendo un mechón rebelde detrás de mi oreja. Un extraño cosquilleo recorrió mi espalda- Y ahora voy a fulminarte al billar. -Presumio cogiendo un taco y lanzándome otro que cogi al vuelo. 

-Ni en tus sueños mas salvajes Christian D'Angelo. 

-¿No te dije alguna vez que te encantaría lo que hay en ellos? -Preguntó. -En alguno apareces en una mesa de billar. 

-Si, celebrando la fulminante derrota que te vas a llevar. 

-No exactamente.-Respondió con sorna calvándome su mirada azul. Mis mejillas me traicionaron al Instate, subiendo a tres tonos más rojos, hasta que aparte la mirada y le dije que empezáramos a jugar. El muy imbecil se rio de mi, pero no iba a sonreír tanto cuando le diera una paliza. 

Christian y yo estuvimos sumergidos en la partida  durante al menos una hora, hasta que solo quedaron dos bolas sobre la mesa: la blanca y la negra. La suerte estaba echada, quien metiera esa bola ganaba. Y yo no pensaba perder contra Christian, su ego me lo recordaría toda la vida. 

-¿Estas segura de que podrás hacerlo? -Dijo cuando me coloque. 

-Si.-Respondí, mentira. Era  pésima jugadora al billar, si había conseguido meter todas las bolas había sido por suerte y por alguno de los amigos de Christian me había echado una mano. 

-¿Segura? -Preguntó, esta vez colocándose a mi lado. Asentí con la cabeza centrando mi mirada en la bola. 

Christian se puso detrás mía, apoyando una de sus  manos sobre la mesa justo a mi lado, y la otra  sobre la mía sujetando el taco. 

-Estas mal colocada-Explicó- No tienes que sujetar el taco con tanta fuerza, relaja los dedos-Susurro en mi oido dándome un pequeño apretón en estos, lo hice- ahora agáchate un poco más, y siente el taco, tienes que ver la trayectoria y calcular la fuerza. Ni muy fuerte ni muy flojo, el justo medio reina. 

-Vale.-Susurré, estábamos lo suficientemente cerca como para oírnos a pesar de la música. 

Christian guío mis manos, su cuerpo estaba pegado al mío, podía notar los latidos de su corazón acelerándose a través de la camiseta, igual que el mío. Juntos conseguimos meter la bola a la primera. Mire a Christian con una sonrisa, preferiría haber ganado la partida pero me conformaba con el empate. Sus ojos me devolvieron la mirada, de nuevo explorando los míos, después bajaron hacía mis labios. Quería besarle. 

Pero entonces el nombre de Cameron apareció en mi mente, recordándome que la única persona a la que debería querer besar es a él y no a un jodido rubio sexy al que acababa de conocer. Y al que ya había besado una vez. Me aparte de Christian ligeramente con la excusa de querer beber algo. Encontramos un solo taburete libre en la barra, en el que me senté por insistencia del rubio. Luego la terca soy yo. Pedimos dos Coca Colas, él con wishkey y yo sola. No hablamos durante los siguientes veinte minutos, ambos escuchábamos a la banda con atención tocar las canciones, algunas hablaban de desamor, otras recordaban a los días de verano, donde te pasabas el día entero con tus amigos haciendo las cosas mas divertida, la que mas me gusto trataba de un amor prohibido. 

-¿Cómo se conocieron tus padres Christian?- Pregunte súbitamente recordando lo que había mencionado al entrar. 

-Espera aquí reina.- La sonrisa traviesa que puso no presagiaba nada bueno. Desapreció entre la multitud en cuestión de segundos. Poco después la banda pidió un  momento de silencio a toda la audiencia. 

-La siguiente canción -Comenzó el cantante, al mismo tiempo que el guitarrista tocaba los primeros acordes de la siguiente canción- es una balada. -La gente soltó una ovación- Como ya sabréis, hay una regla en este local !Tenéis que aceptar si os invitan a bailar! !No podéis decir que no! -La gente volvió a proferir una ovación, a la que esta vez me uni. No tenia dudas, era esto lo que estaba tramando es maldito rubio. La melodía lenta lleno el lugar de un ambiente mucho mas románticos. La gente se agrupaba de dos en dos, cada uno bailando con sus parejas o con alguien desconocido. Mis ojos recorrían el lugar en busca de Christian, pero no había ni rastro de él. 

-Perdona ¿Bailas? - Me dijo un chico moreno de bonitos ojos verdes tendiéndome la mano. No me dio tiempo a responder antes de que otra voz lo hiciera por mi. 

-Lo siento amigo.-Dijo Christian sonriéndome- Ella ya tiene pareja. 

Tome su mano, y baje de la silla en la que me encontraba. 

-Me preguntaste como se conocieron mis padres- Empezó- Bueno, primero mi padre le pidió al cantante que pusiera una balada y se invento la chorrada de los bailes obligatorios. Luego, busco una rosa para mi madre -Dijo descubriendo su mano izquierda que hasta ese entonces había estado oculta detrás de su espalda. En ella sostenía una preciosa rosa roja. No podía verme la cara en ese momento, pero juraría que tenia la sonrisa mas grande que había puesto en mi vida.- a la que vio por primera vez sentada en la barra de este bar. Y después... bueno... ¿Me concederías este baile? - Le quite la rosa de la mano dejándola en el taburete donde había estado sentada y sin titubear  posé una de mis manos en su hombro y con la otra uni nuestras manos. 

-No podría negarme.-Admiti. 

-Sabia que no te podias resistir a mi reina.-Dijo pasando su mano por mi cintura, mandando miles de sensaciones por todo mi cuerpo. 

-No lo estropees.

-Lo que tu digas reina. -Dijo sonriendo. Incline mi cabeza para verle mejor. Los ojos azul oceano que tanto me gustan expresaban felicidad en ese momento, y sus precioso labios adornados por su característico piercing se curvaban en una sonrisa sincera. Lo que mas me gusto, fue notar el leve color rojizo en sus mejillas, me gustaba pensar que era debido a nuestra cercanía. 

Bailamos al ritmo de la canción, al principio cada uno perdido en la mirada del otro, hasta que mi cabeza quedo recostada en su pecho, donde podía sentir la aceleración de su corazón que tanto me gustaba. Christian envolvió sus brazos al rededor de mi cintura y yo pase los míos por su cuello. Asi, abrazados el uno al otro, con las respiraciones mezclándoselos, el corazón a punto de la estallar y la piel rogando por un contacto mas cercano, acabe una de las mejores noches de mi vida. 


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La mañana siguiente amaneció gris, los Audis se amontonaban en la entrada para poder entrar cuanto antes y refugiarse de la lluvia. El día no presagiaba nada bueno, pero ninguno de los tres se esperaba lo que hallarían en los adentros del instituto. Cuatro tipos diferentes de sentimientos. El amor y la rabia, la tristeza y la rabia, y el mas peligroso de todos. Aquel que se vuelve mortal cuando su reflejo le devuelve la mirada en el espejo. Rabia mezclada con rabia. Aquello fue lo que removió el interior de Evie aquella mañana grisácea.







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